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El resto de la semana, las chicas estuvieron rodeadas de un silencio sepulcral que nadie se atrevía a romper, el ambiente estaba claramente muy denso y se podía cortar con un par de afiladas tijeras.
Nadie sabía por qué esas dos estaban tan raras, pero no siguieron preguntando porque no querían tocar el tema, y porque se negarían a responder.
Pero Minji, que se consideraba madre de todas ellas al ser la mayor y el centro de paz, se armó de valor y empezó a escribir un mensaje en el grupo que ellas tenían, no podían estar enojadas por siempre, y esta noche ella trataría de unirlas.
Tenían que ir a un concierto de bandas pequeñas que se presentarían en una especie de bar al que fue el fin de semana pasado y les había prometido llevarlas antes de que todo explotara.
Tardaron un rato en responder, y la mayoría dijo que no podía, pero ella estaba segurísima de que eso no era cierto, así que insistió un poco más, hasta que todas estuvieron de acuerdo, y se reunirían en el parque al que siempre iba a jugar cartas o contarse sus cosas.
Una vez todas listas, partieron al lugar de encuentro, en donde dos corazones se oían latir desesperadamente.
* * *
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Haerin se sentía nerviosa si se trataba de situaciones incómodas, y esta era una de ellas, ni sabía por qué aceptó si pudo haberse negado rotundamente a la propuesta de su mejor amiga, pero sabía que quería arreglar las cosas, y en parte ella también, así que prefirió ceder.
Corrió y tomó su bicicleta que estaba tirada en su patio junto con la cadena de seguro de esta para dejarla amarrada en el parque hasta el día siguiente, y se apresuró en llegar, en cuanto las divisó a lo lejos, su corazón latió aún más rápido.
— Llegas algo tarde— molestó Hanni, tratando de alivianar el ambiente.
— Lo sé, lo siento— iba a seguir hablando pero notó a alguien desconocido para ella en el lugar junto a sus amigas, era un chico pelinegro, alto, pálido y de cabello largo, algo musculoso, tenía una mano sobre la cintura de Danielle, sintió ganas de irse de ahí ya mismo.
