Capítulo V.

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Capítulo V. La nueva cabaña en el bosque.

Cada una de las familias son diferentes en todo su esplendor; hay algunas donde disfrutan hasta el mínimo momento juntos porque saben que son lo más importante que tienen, otras son obligadas a tener esa convivencia gracias a que sus padres quieren quedar bien con la segunda parte y, no se diga de las familias que únicamente la conforman dos personas; hijo y madre.

Todas suelen tener problemas por más sana que se mire dicha familia, como el dicho dice "caras vemos, corazones no sabemos" que, se ven perfectas y las más bonitas posibles pero que simplemente es una fachada que quieren mostrar. Para Jeon Jungkook, desafortunadamente está en una de estas familias donde sus padres aparentan quererlo cuando hay público, pero lo desprecian cuando están solos dentro de casa. Su vida ha sido muy cansada a lo largo de todos sus veinte años de edad, siempre ha tenido problemas con sus padres por no quererle, lo único que desean es que se vaya de sus vidas.

—Ya estás nuevamente con esos libros que no te sirven para nada —regaña el señor Jeon a su hijo mientras le observa desde la entrada de la habitación. Al escucharle solo suspira y gira su vista lentamente hacia su dirección.

—¿Prefieres que esté de fiesta en fiesta? ¿O drogándome? —preguntó sarcástico mientras alzaba una de sus cejas. Su padre jamás comprendía que al tener esa vida tan lamentable lo mejor era refugiarse en sus numerosos libros que solía comprar con su salario dentro de esa pequeña cafetería.

El mayor asintió —Sí, así pareces anormal, cada vez te soporto menos —suspiró para salir dando un portazo en su habitación.

Jungkook volvió la vista a su libro con diferencia que ahora solo eran letras y más letras, su concentración se había ido a la borda a causa del insoportable de su padre. Cada día que pasaba toleraba menos estar ahí, pero a causa del salario que tenía tuvo que esperar más de tres años para poder ver nuevas soluciones para irse lejos de ahí. Ahora, por fin contaba con dinero suficiente para hacerse de una pequeña casa, tenía algunas opciones, pero se iría por la más económica no importandole la lejanía.

El joven tomó nuevamente el periódico mirando que aquella cabaña apartada de todos en el pueblo vecino se estaba vendiendo por un precio bajo justo para su cartera, sabía a la perfección que esto era por ser vieja y quizá ha estado deshabitada por muchos años —No importa, con unos retoques se verá hermosa —sonrió sin soltar aquella imagen de la cabaña. Él quería comenzar a ser escritor, tenía muchas historias en su cabeza que se volvía loco por no poder plasmarlas como debería y ahora estando tan lejos de la población podría hacerlo.

Lamentablemente sus padres no lo apoyaron para ir a una universidad, únicamente le permitieron ir hasta la preparatoria por no querer seguir gastando por su causa, estaba tan cansado de que día a día los comentarios sobre que no debieron tenerlo o que ya lo querían fuera de ahí se hacían presentes hasta en sus aterradores sueños. Lo que daría para ser querido o amado por sus padres, tener una buena relación con ellos para poder contarles lo que le sucede, sus sueños y sus anhelos en la vida, pero no, eso no será posible.

—Por fin mañana nos vamos de aquí —dijo en voz baja acariciando la pequeña cabecita de su cachorro— porque claro que te vendrás conmigo, Tannie —el cachorro saltaba de un lado a otro pareciendo comprender lo que el triste joven le decía. Él pequeño ha sido la única compañía que ha tenido a lo largo de tres meses, justo era un bebé Pomerania que había encontrado a unas cuantas cuadras de su casa y en ningún momento pensó en dejarlo a su suerte.

Ya era pasadas de las dos de la mañana y era el momento perfecto para comenzar a empacar todo lo que podía en aquel par de maletas; ambas eran grandes, pero de hombro color negro. A través de sus auriculares sonaba una de sus canciones favoritas que no tardó ni una hora en ya haber acomodado todo —Tannie, duerme —sonrió mirando como el cachorro se le cerraban los ojitos, pero seguía sentadito a su lado— le acarició la cabecita— ya casi termino, dame cinco minutos —rio levemente a causa de la ternura de su bebé. Esos cinco minutos se convirtieron en quince y ya para el momento que iba a acomodarse en la cama su teléfono sonó alertando una notificación de su correo electrónico.

«The Mirror» KookTae | El Espejo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora