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Caminaba a toda prisa hacia mi estudio de nuevo, sabía que todas mis compañeras estarían allí, asombradas al verme de nuevo después de haberles jurado que me tomaría la tarde libre por el bien de mi estrés, mi ingesta excesiva de café y mis inexistentes horas de sueño. Claramente iba a volver a trabajar, ilusas de ellas.

Cuando entro al enorme piso que hace la función de un estudio de fotografía, cruzo la entrada como si tuviera miedo a que alguna de las recepcionistas me asaltara con la mirada y llamara a Alicia para que me echara de allí a patadas, pero ninguna de las dos me dirigió la mirada, se dedicaron a seguir tecleando en sus ordenadores, algún día se les iban a agarrotar los dedos.

Logré llegar a mi oficina sin tener que esconderme detrás de algún jarrón en el proceso, cosa que era todo un logro. Me dediqué a subir las persianas y a correr las cortinas, haciendo que los rayos de luz iluminaran la habitación haciendo visible el desastre de papeles que se encontraba encima de mi escritorio, a mi gustaba tal y como estaba, pero sabía que tenía que recoger. No me había sacado los auriculares en todo el camino hasta mi despacho, por lo tanto no pude evitar expulsar un grito cuando Alicia gritó tan fuerte que el volumen de mi música se quedaba en nada.

—¡Eres una tramposa!, dijiste que no vendrías, te mandé que dejaras el café y te bebieras un vaso de té en tu casa a ver si descansas algo, que haces aquí otra vez, ¡loca!  —el acento argentino cordobés de mi compañera de trabajo y co-jefa del estudio Alicia resonó por toda la habitación, porque claro, soy la única en este lugar que tiene acento español de España, y eso llama excesivamente la atención.

—¡Solo vengo a ordenar  los papeles, lo juro!, además el té tiene teína y me hizo el mismo efecto que un café de máquina, deja de ser tan aguafiestas.

Alicia no parecía convencida, sus ojos me miraban con desaprobación detrás de esas redondas gafas de pasta, tenía los rizos desordenados y recogidos en un intento de moño, la pobre se había pasado la semana trabajando como loca en el proyecto más importante que habíamos tenido hasta la fecha, o eso dice ella, tampoco llevo aquí tanto tiempo. Comenzó a negar con la cabeza mientras me miraba, lo sabía, me iba a echar de aquí.

—Tu oficina es la más recogida del piso y en tal caso podría pedirle a Marie que recogiera y clasificara esos informes por ti. Lire me tienes loca, mira si ya estoy liada con "el proyecto" que encima me tengo que ocupar de que no te las arregles para entrar aquí y ponerte a trabajar como una loca, ¡eres la única que no se ha cogido vacaciones todavía! Sal a dar un paseo, vete a leer alguno de esos libros románticos tuyos y comparte flores, distráete mujer.

Quería negarme y decirle a Alicia que tenía tanto derecho como ella a estar ahí, sumergida en pensamientos aburridos que incluyen un sin fin de horas sentada delante de la app de "Photoshop", con el objetivo de ver a cada cliente feliz al ver el resultado de su foto. Pero Ali tenía razón. Su orgullosa sonrisa empieza a mostrarse en cuanto parece que accedo a irme, y ninguna de las dos pronuncia ninguna palabra más. Me encojo de hombros mientras cojo mi bolsa y Alicia suelta una pequeña risita, de esas que sueltan los niños pequeños cuando logran pronunciar bien una palabra y sus padres les aplauden, le sonrío achinando los ojos y vuelvo a hacer mi camino hasta la salida de aquel piso lleno de mujeres, que me sonríen mientras salgo y organizan su tarde de trabajo.

Cuando piso la calle una brisa fría remueve algunos mechones de mi pelo y me siento orgullosa por haber elegido aquel chaquetón, y por primera vez decido hacerle caso a Ali y me dirijo a beberme un mate cocido.

Cuando Victoria Se Enamora ··· Simón HempeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora