Abrir los ojos fue lo más difícil, logró con mucha dificultad dejar pasar a penas una pobre línea de iluminación, suficiente para que ésta le provocara nauseas.
La imagen se balanceaba desenfocada de izquierda a derecha, ondeando de un lado a otro sin detenerse.Gimió adolorido y arrastró sus manos sobre la tierra, incapaz de levantarlas hasta que tocó su pecho. Dolía, su interior parecía estar completamente aplastado y costaba respirar.
Intentó nuevamente. Tosió e inhaló, buscando apoyarse para poder ponerse de pie y para abrir sus ojos.
Poco a poco, sin la ayuda de la oscuridad de la cueva, logró distinguir una figura familiar. Krul estaba sentada cerca del límite, en la salida y debajo del cielo nocturno. En su regazo, cubría con una gran tela de color negro y su mano derecha parecía brillar con ligereza, como una pequeña fogata personal.O tal vez imaginaba. Tal vez eran los reflejos del fuego real que sostenía con su mano libre; una rama ancha y tosca con puntas de fuego. Una antorcha improvisada.
—Mikaela— Krul sonaba tranquila, maternal. La calidez que destilaba llegó hasta él y le ayudó a aclarar su cabeza. Retrajo sus brazos contra su pecho y se impulsó para avanzar poco a poco, sus primeros pasos fueron torpes y tropezó con las puntas de sus botas, sin llegar a caer. Se las arregló para llegar con ella, dejándose caer de rodillas.
Quiso desplomarse. El cansancio que sentía era descomunal, anormal; una carga que parecía llevar mucho tiempo ahí.
—K-Krul...— comenzó —. Había...— calló. Guardó silencio abruptamente al distinguir algo más debajo de esa extraña manta; era un chico.
—Hay que volver. — habló la pelirosa.
La cabeza del muchacho permanecía entre sus piernas. Su cabello negro saltaba desordenado; Mikaela no podía verlo completo, sus ojos no lograban enfocar bien, pero podía ver bien que sus extremidades -aquellas que sobresalían de la manta- estaban llenas de tierra, magulladuras y cortes.
—¿De dónde salió? — preguntó a la ligera, o más bien, pensó en voz alta.
Al instante se arrepintió. No quería saberlo, no quería escucharlo en voz alta porque en realidad, creía saber de dónde había salido.
Lo confirmó tras la mirada carmesí de Krul.Mikaela pasó saliva con dureza y arrugó su frente, aún tenía frío.
—Volvamos —repitió Krul. La chica se levantó tras bajar la cabeza del azabache con delicadeza al suelo. Ella no parecía herida, no mostraba signos de estar asustada... todo lo contrario, parecía tranquila. —¿Puedes llevarlo? —preguntó ella—. Yo guiaré el camino de regreso —Mikaela logró despabilarse un poco más. A medida en que pasaban los segundos, recobrara sus sentidos y la opresión en su pecho comenzaba a aminorar.
De rodillas, estiró sus brazos para comenzar a levantar al chico de manera en que logró apoyarlo contra su torso; jaló su cuerpo y logró acomodarlo.Se quejó al ponerse de pie, aquel muchacho no era nada ligero y la gran manta oscura tampoco parecía serlo. Mikaela inhaló más del aire helado para ayudarse; Krul se acercó por detrás para apoyarle en su espalda, también acomodó el recubrimiento del muchacho pues saldrían nuevamente hacia el clima gélido.
Los tres salieron.
El regreso fue sumamente tranquilo a diferencia de la llegada. La tormenta había dejado de existir y los únicos remanentes de su existencia eran los montículos de nieve que se desplazaban y se hundían bajo sus pasos.
A pesar de llevar la manta, Krul se encargó de cubrir a Mikaela y al chico con la capa carmesí. Tanto cubrimiento le impedía poder ver al muchacho, apenas lograba ver la punta de su respingada e irritada nariz.
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Red Wolf
FanfictionLa historia del chico con la caperuza roja y el chico con la máscara maldita. Tenía una gran boca y era para comerlo mejor. ||Mikayuu||