Mikaela tiritaba por el frío. Las botas se hundían en el barro a medida que se adentraban al bosque. El terrero era irregular, inseguro y la oscuridad solo podía traerle pesadillas.
Frotaba sus brazos sobre la chamarra de piel y su cabello se escondía debajo del peludo gorro de la misma chaqueta.Hacía mucho tiempo que una helada no golpeaba de esa manera, al menos no en la aldea; al encontrarse en las faldas lejanas de las montañas el viento helado no cortaba la piel como en las alturas.
Mika había perdido el sentido del tiempo mientras avanzaban. Entrecerraba sus ojos para poder ver más allá del camino que Krul y él avanzaban, pero la antorcha solo iluminaba los troncos de los árboles más cercanos y la tierra que pisaban, más allá todo era oscuridad.
Tampoco se atrevía a hablar; el ruido de las ramas crujiendo, los búhos ululando y el silbido del viento protagonizaban la tétrica orquesta que acompañaba su viaje. Krul iba frente a él, era imposible perderla pues llevaba la capa roja cubriéndole de pies a cabeza. Incuso ella se había abrigado un poco más que solo su habitual vestido, llevaba pantalones acolchados y un suéter tejido rústicamente con hilo de lana.
Mika no dejaba de frotar sus manos, sus brazos, pegaba sus piernas y continuaba tiritando, pero Krul no parecía percibir el frío que lo agitaba.Continuaron caminando por el bosque a mitad de la noche.
Él no era particularmente miedoso. Junto con varios habitantes de la tribu, solían salir para visitar los alrededores; para espantar a los osos o las jaurías de lobos que se acercaban a la aldea. Pero solía hacerlo sobre un caballo durante varias horas y sabía que al volver a casa tendría una manta caliente y una chimenea encendida asegurada. Esta vez no tenía asegurado nada.
«¿Qué tal si no salimos de esta noche?» Pensó.
A penas podía hacerlo, el frío calaba hasta sus huesos y los dedos de sus manos estaban tan adoloridos que poco podía pensar en algo más.
La mochila tras él le generaba un mínimo calor y lo que más deseaba era encontrar un lugar en donde descansar, pues la caminata era lenta. Sus pies se quejaban a pesar de estar enfundados en sus botas. No sentía su cuerpo.—Mikaela— Escuchó la voz de Krul tan cercana. Casi imagino que el viento se detenía para que ella hablara. —Aguanta un poco más.
El rubio asintió. O hizo su mejor esfuerzo.
El bosque no parecía acabarse, las pendientes subían cada vez más y se convertía en una completa misión poder levantar las piernas para poder escalar lo suficiente.
El ojiazul cerró sus ojos y pensó en regresar. No importaba ya. No quería saciar su curiosidad ni ser libre de la unión a la que lo querían someter, deseaba un lugar cálido en dónde acurrucarse hasta que pudiera sentir su nariz.
Pero sus pies no se detenían. Cuerpo y mente se separaron.
Colocaba uno tras otro, uno adelante, el siguiente también. No se detuvo y tampoco regresó.Tal vez pasaron minutos, tal vez horas, pero sintió el cambio tras pisar una rama que crujió bajo su bota.
La tierna nieve no estaba, ahora la tierra era seca y el viento era poco; chocaba con el follaje del bosque y no corría con la misma intensidad.Mikaela bajó su gorro para sacudir la nieve que había caído y frotó sus manos.
—¿Qué es esto? — Parpadeó cansado y movió su cabeza de lado a lado. El bosque parecía menos tenebroso cuando una tormenta no lo agitaba.
Krul se giró mientras desamarraba el cordón que se encontraba en su capa, a la altura del cuello.
—No durará mucho, Mika. Pero vamos por un buen camino. — La pelirosa extendió la capa sobre la espalda del rubio, cubriendo su mochila, y la ató en su cuello. Levantó el gorro para poder cubrirlo con éste y retrocedió para observarlo.
Krul sonrió con cariño.
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Red Wolf
FanfictionLa historia del chico con la caperuza roja y el chico con la máscara maldita. Tenía una gran boca y era para comerlo mejor. ||Mikayuu||