ㅤ،̲ ( 𝐓 ) 𝗵𝗲 𝘁𝘆𝗿𝗮𝗻𝘁'𝘀 𝘄𝗶𝗳𝗲
ㅤㅤ LASTIMOSAMENTE, sin importar
qué, su vida parecía ser siempre
demasiado lamentable.
ㅤㅤ No importaba si en una vida era
« Vanessa Cleins » y en otra « Clara de
Vermillion », su destino siempre se...
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La reacción natural que tiene es gritar, lo que hace que el hombre dé un pequeño e imperceptible brinco, tal vez sorprendido por su reacción. El eco del grito resuena en el pequeño espacio, y por un momento, el tiempo parece detenerse. Ella sostiene la toalla que cubre su cuerpo, su corazón late con fuerza y sus pensamientos corren como un torbellino. ¿Qué ha hecho?
Continúa sin darle oportunidad al hombre de hablar; lo primero que hace es aventarle lo que tiene cerca, una pequeña toalla que está ligeramente mojada. La toalla se desliza por el aire y se posa sobre el emperador, quien la mira con ojos entrecerrados, una mezcla de sorpresa y enfado en su rostro.
— ¿¡No sabes tocar la puerta!? — Le grita mientras se apresura a salir del agua y cubrirse con una toalla un poco más grande. Sus palabras brotan de su boca impulsadas por la ira y el desconcierto que siente. — Mire, señor emperador, usted podrá dirigir todo un imperio, pero eso de ser un pervertido que entra a baños sin permiso se pasa.
No sabe por qué está diciendo eso, o por qué está tan alterada. Su mente está llena de pensamientos confusos y temerosos. Si bien le cae mal su esposo, no quiere arriesgar su vida de manera tan temeraria. ¿Y si lo termina enfureciendo aún más o algo peor? Ese hombre es peligroso, lo sabe muy bien.
Pero ya le gritó, ya le arrojó una toalla mojada a la cara, y ahora debe asumir las consecuencias de sus acciones. Aunque sostiene la toalla que cubre su cuerpo, no retira la mirada del hombre, quien no parece nada feliz por haber sido mojado con la toalla y aún menos por el hecho de que su esposa le haya gritado y acusado de ser un "pervertido". Sin embargo, a pesar de sentirse intimidada por la mirada del hombre, mantiene la compostura. Ella jamás ha sucumbido a la intimidación de otras personas, y no lo va a hacer ahora. Pero si en algún punto disculparse es lo que debe hacer para sobrevivir, entonces lo hará.
Toma aire y abandona el baño, dirigiéndose a su habitación, donde la doncella de ojos verdes y la mujer que es su nana la esperan, ambas con expresiones de pesar y disculpa, mostrando claramente que entienden la insistencia de la doncella en que saliera del baño.
Suelta un suspiro y, haciendo caso omiso de la presencia del emperador en el baño y su evidente enojo, decide vestirse. Si ese hombre tenía un mínimo de decencia, esperaría a que estuviera lista antes de discutir cualquier asunto, y ambos podrían hacerlo con calma y vestidos adecuadamente. Sin embargo, por precaución, decide solicitar un cambio de ropa para el emperador.
— Quiero vestirme. — Hizo una pausa. — Y, por favor, pide un cambio de ropa para su majestad el emperador; creo que él también querrá cambiarse.
Una vez dicho eso, se dirige hacia el armario. No está segura de qué vestido elegir, pero opta por uno sencillo, pensando que sería la mejor elección en este momento. Saca con cuidado un vestido de color azul, un traje largo y fluido con un corte que hace que dos tiras pasen alrededor de su cuello y un cinturón blanco en la cintura. No sabe mucho de vestidos, pero definitivamente es bonito y no parece incómodo. Decide que usará ese.