CAPÍTULO 5

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Señor y señora Cox.

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DANELLE

Los rayos del sol entran a través del gran ventanal. No pude dormir en absoluto. Suspiro y me paso las manos por la cara. Pasé toda la noche sin dormir. Armando, la boda, Aliah, él, los eventos recientes y el hecho de qué Lauren debe estar buscándome desesperadamente, han sido los causantes de mi insomnio. «Estoy agotada». 

Alguien golpea la puerta repetidamente.

—Adelante —digo, y entra una elegante mujer mayor de cabello castaño oscuro.

Me escudriña de arriba abajo. Sus ojos marrones se encuentran con los míos y puedo decir de inmediato que es una mujer arrogante.

—Mi nombre es Lonarie —se presenta—, soy la niñera del niño Alexander.

—¿Niño? —entrecierro los ojos—, de niño no tiene nada.

El aura, la altura y… El maldito es toda una tentación, si no fuera por qué estamos en esta situación sería perfecto para una buena fo… sacudo la cabeza.

«Es el maldito que me puso en esta situación».

«Tienes que desperdiciarlo, Danelle»

«No puedes ver con agrado su rostro… no». Memorizo todo en mi cabeza.

—Es un apodo de cariño —explica—. Se molesta cuando le digo así, pero como lo cuidé desde pequeño, no me dice nada.

No me gusta esta mujer en absoluto.

—Soy Danelle —me presento.

—Sé quién eres. Y sé lo que quieres.

Ah, ¿sí? Parece que no estaba tan equivocada. Su actitud demuestra qué tipo de persona es.

—Según tú —La señalo—, ¿qué es lo que quiero? —Me doy la vuelta y me siento tranquilamente al borde de la cama.

—Manipulación —encoge los hombros—, manipulaste a mi niño haciéndote pasar por inocente. Conozco muy bien la clase de perras como tú.

Sonrío ligeramente.

—¿Y qué clase de perra eres tú? Para yo saber con qué raza estoy tratando.

Aprieto la mandíbula con fuerza mientras ella me insulta. No puedo evitar soltar una risa burlona en su cara, desafiándola.

—¡Eres una insolente! —me insulta—. Mujer sin educación, una mujer salvaje.

—¿Insolente? Eso es un halago viniendo de alguien como tú —le respondo con sarcasmo—. Una mujer salvaje, dices. Puede que tenga un poco de salvajismo en mí, ¿quieres ver?

Se endereza en su lugar.

—Sabemos lo que hiciste.

—Supongo que todos aquí ya deben saber quién soy —articulo alzando los hombros.

—Lamentablemente  —escupe—. Buena jugada lavándole el cerebro a la mocosa para que por medio de ella manipule a mi niño.

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