CAPITULO 5

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Olivia

Después de zamparme unas cuantas porciones de pizza y tomar una ducha calentita, por fin puedo meterme en una cama y dormir. Nuestro primer día en Inglaterra había resultado mucho más agotador de lo que había imaginado, con tantas cosas pasando que ni tuve tiempo de asimilarlo. Mi cuerpo pedía a gritos un descanso.

La llegada a nuestra nueva casa fue otro golpe sumándose a la lista. El tío John, tan excéntrico como siempre, se tomó la libertad de utilizar parte de los fondos familiares para adquirir una casa de estilo colonial en uno de los barrios más antiguos de la ciudad. La propiedad no era precisamente modesta, superando con creces en tamaño a nuestro pequeño piso en el centro de Madrid. El extenso patio, cubierto por una exuberante vegetación que parecía querer engullir la casa, a pesar de su apariencia reseca, añadía un toque misterioso al lugar. La naturaleza reclamaba su espacio con fuerza, recordándonos que estaba más viva de lo que aparentaba.

Tras el fallecimiento del abuelo y la decisión de mudarnos aquí, mi tío no tuvo mucho tiempo para poner la casa en su punto. El suelo era de una madera antigua que crujía a cada paso, y la instalación eléctrica estaba en las últimas. Las bombillas nuevas corrían el riesgo de fundirse por la falta de potencia, pero por suerte, de momento todo estaba en orden.

Aunque la casa tenía sus complicaciones, un punto positivo es que carecía de humedad, lo cual era un alivio dadas las condiciones del lugar. Soy consciente de que los próximos días van a ser una locura, con un montón de trabajo por hacer en la casa y en la tienda, eso sin contar que Sophia y yo debemos prepararnos para comenzar el nuevo curso en la Universidad de Oxford a principios de la semana que viene.

La presión que siento es abrumadora, y la incertidumbre no deja de ponerme nerviosa.

—¿Lista para dormir? — la cálida voz de mi madre irrumpe en la habitación en el preciso instante en el que yo comienzo a retirar las sábanas de la cama. El cuarto que me asignaron era espacioso, pero claramente necesitaba de una transformación para sentirlo realmente como mío. Por ahora, solo contaba con la cama, una antigua silla que hacía de improvisada mesita de noche, y un tocador de madera el cual aclamaba una mano de pintura.

—Supongo que sí. — respondo, sentándome en el borde de la cama y esbozando una sonrisa forzada como de costumbre.

Mi madre se aproximó, acariciando con ternura mi cabello al sentarse a mi lado. Apoyé mi cabeza en su hombro y ella dejó escapar un suave suspiro. Respetaba mi silencio, me envolvía con su presencia sin abrumarme con preguntas que, estoy segura, rondaban por su mente. Mamá comprendía lo difícil de la situación, que no era el mejor momento, y por eso le agradecí en silencio.

—Sophia ya se ha quedado dormida, pero quería pasar por aquí por si necesitabas algo. — comenta, incorporándose y envolviendo su cuerpo en ese reconfortante albornoz de lunares.

—Estoy bien, mamá. — mentí. — Solo estoy cansada. Necesito dormir.

Una leve sonrisa se dibuja en el rostro de mi madre, y me invade el sentimiento de culpa al darme cuenta de que sabe que le he mentido, aunque decide no mencionarlo. Simplemente deja el tema de lado con un beso en mi frente antes de desaparecer tras la puerta.

Me quedo sola, sentada en el borde de la cama, sintiéndome inútil, envuelta por la suave oscuridad que me rodea. La única fuente de luz que me acompaña en mi tormento es una pequeña lámpara de escritorio que mi tío ha colocado sobre la silla. Después de contemplarla durante unos segundos, decido tumbarme sobre aquel suave colchón, apagar la lámpara y dejarme llevar por la espesa negrura que poco a poco se apodera de mí.

Cyrus

En medio de la oscuridad más profunda, donde el silencio es tan denso que parece ahogar cualquier pensamiento, me encuentro perdido en el laberinto de mi propio tormento. ¿Cómo es posible que en medio de tanta desolación y abandono, una diminuta chispa de luz se abra paso hacia mí, desafiando la implacable negrura que me envuelve? La curiosidad me consume, incitándome a dar un paso hacia lo desconocido, hacia esa luz misteriosa que destella en la lejanía como una estrella solitaria.

El espacio en el que estoy es frío y desolador, un vacío sin fin que parece devorar cualquier atisbo de vida o esperanza. He vagado sin rumbo durante tanto tiempo deseando encontrar una salida, que ya ni siquiera recuerdo cómo era sentir la luz del sol acariciando mi piel o la calidez de un abrazo reconfortante. He perdido la noción del tiempo, sumido en la maldita penumbra. Pero ahora, ante esa luz titilante que desafía las sombras, un fugaz recuerdo me invade, despertando la ilusión de mi corazón marchito.

—¿Qué fuerza te ha traído hasta aquí? — le susurro a la luz en la distancia, con la voz apenas un susurro en el vasto vacío que me rodea.

Decidido a descubrir su origen, avanzo hacia ella, cada paso resonando como un eco de mi soledad y sufrimiento. Su brillo incierto me guía, atrayéndome como un imán y desafiando mi resignación ante el destino que yo mismo me he forjado. Desde que estoy aquí, es la primera vez que el universo parece conspirar a mi favor, haciendo que una realidad se despliegue ante mí como un abanico de posibilidades. A saber a qué estará jugando esta vez.

Al llegar, observo el punto luminiscente con atención, extiendo la mano hacia él imaginándome cómo sería sentir la caricia de su calidez, como si me reconociera, como si me reclamara como algo propio. En un instante fugaz, la luz se expande a mi alrededor, transformándose en una especie de ventana hacia lo inexplorado, hacia un mundo que parece familiar y a la vez desconocido.

Un relámpago rasga el cielo nocturno, iluminando una figura envuelta en mantas sobre la cama del otro lado de esta extraña barrera. Sin pensarlo dos veces, extiendo mi brazo más allá de la frontera entre mundos, dejando que mis dedos se deslicen por el aire y sientan la energía que los rodea.

Es entonces cuando el tiempo parece detenerse, suspendido entre las sombras del pasado y la incertidumbre del futuro. He cruzado al otro lado y todo a mi alrededor ha cambiado, transformado por el paso implacable de los años en mi ausencia. Es un mundo ajeno, un presente que no reconozco pero que se extiende ante mí como una hoja en blanco, esperando a ser escrito con la tinta de mis elecciones.

Y hablando de tinta...

—¿Qué es eso? — murmuro para mis adentros, tras ver cómo la luz de otro relámpago ilumina la habitación en la que me encuentro, haciendo que un destello familiar reluzca bajo las almohadas.

Curioso, me acerco sigilosamente a la cama y observo a la figura que hay tendida sobre ella. Una chica de piel pálida y cabello oscuro como la noche parece dormir plácidamente, aunque su ceño fruncido sugiere que tiene unas cuantas pesadillas. Su nariz y labios son delicados, sus dedos apoyados bajo su mejilla se ven tan finos como el papel. Su cuerpo se mueve con su respiración y al acercar mi rostro al suyo, puedo sentir el cálido aliento de su alma.

Bajo el eco de un trueno, ella se estremece, aferrándose con fuerza a los bordes de su manta como si eso fuese a protegerla de la tormenta. Se retuerce incómoda sobre la cama, dándome la espalda y acurrucándose en sí misma en busca de un atisbo de seguridad. Es en ese momento cuando me percato de lo que se ha deslizado bajo las almohadas: un recuerdo latente que se cuela en mi mente, despertando una mezcla de emoción y resentimiento. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi que ya había olvidado lo hermosa y valiosa que era. Mi pluma, la responsable de mi éxito y mi desgracia, se encuentra en manos de una desconocida, eso es lo que me ha traído hasta aquí; y ahora debo recuperarla.

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⏰ Última actualización: Jul 16 ⏰

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La Sinfonía de un Alma PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora