Capítulo 13: Si amas algo, déjalo ir.

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Las horas transcurren, el servicio entra y sale de la habitación, proveyendo todo lo que el doctor necesita

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Las horas transcurren, el servicio entra y sale de la habitación, proveyendo todo lo que el doctor necesita. Además de palanganas llenas de agua con hielo y paños que empleo para bajar la temperatura de Elizabeth. No ha abierto los ojos, ni echo gesto alguno, lo cual me angustia aún más. Carezco de noción sobre cuanto tiempo ha pasado, pero por la vista del cielo a través de los enormes ventanales, no queda mucho para que despunte el amanecer.

—Sedrik, debes alimentarte —aconseja Amelia, apareciendo de nuevo.

—Pídele al servicio que me lo sirvan aquí, pero de forma discreta, no quiero que ella se asuste cuando despierte —respondo sin despegar la vista de su hermoso rostro. Creo que algo de color ha regresado a sus mejillas. Maldito sea, ya no sé si lo que veo es producto de mi deseo porque se mejore o una realidad objetiva.

—Nunca te he visto tan dedicado con alguien —comenta sorprendida, apoyándose en uno de los postes de la cama.

La amo. Ansió confesarlo, no temo hacerlo, pero sé que no es lo correcto. Por su seguridad, la mía, por todos. Mis sentimientos hacia ella son algo que siempre habrán de quedar entre ambos, un secreto que deberemos atesorar para evitar que sea empañado con la maldad del mundo exterior.

—Podemos estar tranquilos por el doctor —comenta—. Hugo le ha ofrecido una buena retribución por sus servicios, además pasará a ser tu médico particular —explica. Siempre pendientes de cualquier cabo suelto.

Al ver que no respondo se queda ahí unos minutos, simplemente velando por mí, como siempre ha hecho, igual que Hugo. En el exterior, una fina lluvia continúa cayendo y es el repiqueteo de las gotas de agua contra los muros de piedra el único sonido que percibo, junto con la acompasada respiración de Elizabeth. La observo dormir y rememoro aquella noche en la que bajo la forma de un inocuo cuervo hice lo mismo, pero desde la ventana de su cuarto.

Me ha dado tanta luz en tan poco tiempo, que perderla sería devastador. Ella es la única que puede redimirme, o condenar lo poco que queda de mi alma, para la eternidad.

POV - Elizabeth.

El vicioso ser intercambia unas palabras con el otro hombre. Tengo miedo, tanto que tiemblo de forma incontrolable, pero al verle, algo ha cambiado. Ese sentimiento de amenaza ha sido sustituido por un cierto alivio. Sé que el hombre de largos cabellos rubios no es como yo. Aparece y desaparece de la nada, su piel es blanquecina, tiene unas manos grandes coronadas por afiladas garras y por algún motivo, la bestia le teme.

El hombre rubio hace desaparecer al malo. Se acerca hablando con suavidad, promete que pronto estaré en casa y pregunta mi nombre, pero no soy capaz de decírselo. Él liberó mi pierna. Me salvó la vida. Ese mismo hombre que recuerdo besándome en medio del hermoso jardín de su castillo.

—Sedrik —murmuro con voz queda, debido a mi garganta seca e irritada. No obstante, la respuesta a mi llamado es inmediata.

—¡Elizabeth! —exclama aliviado, más feliz de lo que jamás le he escuchado—. Vamos amor, abre los ojos. Vuelve conmigo —suplica repartiendo suaves besos por mis mejillas, a modo de aliciente.

Latido - Criaturas de la noche I.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora