58: El ritual

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Cuando Colin regresó al depa, con un short deportivo y una vincha blanca en la cabeza, encontró a su nena linda horneando galletas como loca

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Cuando Colin regresó al depa, con un short deportivo y una vincha blanca en la cabeza, encontró a su nena linda horneando galletas como loca. Sucedía que Selene había decidido hacerles una visita especial, para eso le había llamado a Emma el día anterior, por ser la semana.

Oficialmente estaban en la semana de la boda.

Domingo, 04 de octubre.

—¿Selene no llega como después del almuerzo? —dejó la llave de su Benz en una repisa, y prosiguió a sacarse los tenis junto a la puerta.

—¡Sí-í! —exclamó Emma, vertiendo masa de un recipiente a otro. Estaba usando su delantal, no el que Carla le había regalado, ese aún no—. Pero dime en qué tiempo hornearé galletas. Me desperté tarde —sonaba frustrada—, menos mal que anoche compramos todos los ingredientes.

Colin llegó hasta ella, notando que Emma no estaba usando ni una blusa ni un sostén debajo del delantal de florecitas, también estaba en bragas. Literalmente, había despertado, se aceleró al ver la hora y se metió rápido a la cocina para ponerse manos a la obra. Tenía el cabello atado desprolijamente con un scrunchie de cerditos rosas. Él se le acercó por detrás y le dio un beso romántico en el hombro.

Lo siento, Colin. No en ese momento. Emma metió un dedo en la mezcla, y la probó, a continuación, gruñó con enojo y le añadió más azúcar.

—No tenías que hacer galletas.

—¡Sí tenía! —le gritó al cielo—. Selene ni siquiera nos cobrará por oficiar la ceremonia y ahora quiere vernos para asegurarse de que todo saldrá perfecto. Hacerle galletas es lo menos que puedo hacer —comenzó a crear las galletas sobre la bandeja, poniendo la mezcla una al lado de la otra en forma de círculos.

—Pero ya las terminaste. Calma —la sujetó de los hombros por detrás, dándole masajes que ella no se detuvo a percatar—. ¿Quieres que ordene el almuerzo de La Toscana? No tengo ganas de cocinar, la verdad.

—Me da igual.

—Eres una repostera muy agresiva —rio.

Emma se deshizo de él, y fue a encender el horno.

—Es la primera vez que Selene pisa nuestro depa.

—¿Y eso qué?

—Necesita oler a galletas.

—No entiendo porqué quieres impresionarla.

—Porque —giró hacia él, y le presionó el pecho con un dedo—, al parecer, debo recordarte que Selene oficiará nuestra boda espiritual, es decir, hablará sobre nosotros y sobre nuestro amor, debemos darle material para qué sepa que decir.

—Claro. «Recuerdo la vez en la que fui a su departamento como si hubiese sido hace cuatro días, el lugar olía a galletas y Emma tenía una de sus tetitas al aire. Todo muy acogedor, sin dudas, un lugar donde reina el amor».

Las Cenizas De Emma© #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora