46: Muñequitos de torta

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Colin entró lentamente a la oficina de Cohen cuando este le permitió el ingreso

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Colin entró lentamente a la oficina de Cohen cuando este le permitió el ingreso.

—¿Cómo estás, Oschner? —le preguntó mientras miraba unos papeles. No parecía interesado en conocer la respuesta—. Mi suegro está a punto de fallecer —comentó—. Nancy —su todavía esposa—, anda todo el día en el hospital. ¿Tú tienes suegro o eres un afortunado?

—Eh, tengo suegro —metió sus manos en el bolsillo tipo canguro de su hoodie negro. No quería tener que hablar sobre el gran Jake Miller I, así que decidió ir al grano—. Eh, te interrumpo porque necesito pedirte un... favor. Tengo que encargarme de algo durante el almuerzo y me tomará más de una hora.

Cohen lo miró por encima de sus lentes.

—¿Tienes una cita médica?

—En realidad —se quitó sus lentes de marco transparente como si eso evitara ver a Cohen. Oschner, para tu desgracia del día, no padeces miopía. Observa cómo Cohen te escupe directamente sobre su nuevo hoodie de descuento—, tiene que ver con mi boda. No te lo pediría si tuviera otra opción, en serio.

—Mm —Cohen pareció realmente interesado. Subió sus pies sobre su escritorio. Usaba tenis y jeans gastados. Era un cliché de científico—. Esa es la mujer con la que quieres pasar el resto de tu vida, ¿eh? —No se lo preguntó porque eso le había quedado claro cuando Colin estuvo a punto de renunciar por querer cogerla por una semana entera.

Colin se quedó callado. Cohen no merecía ni una respuesta de su parte sobre Emma.

—De acuerdo. —Cohen bajó sus piernas y el corazón de Colin bajó al núcleo de la Tierra—. Pero no soy el genio que concede tus deseos, Oschner. Puedes tomarte el tiempo que necesites, pero —se puso de pie y recogió una pila de papeles del escritorio, los soltó de golpe al otro lado— corregirás las pruebas del primer año, además, añadirás los puntajes a mi planilla, y —levantó un dedo, hizo una pausa de puro suspenso dramático—, si se me muere el suegro en estos días, me reemplazarás en la clase de primer año. Ah, necesito las correcciones para mañana a la mañana, como a las 7.

—Eh, c-claro —tartamudeó—. No te preocupes.

—No me preocupo.

—Bueno —miró la pila de al menos ochenta pruebas de cinco carillas. Qué hermosa madrugada le esperaba. Iba a necesitar pasar por la tienda para comprar su provisión de six pack de Stella, cigarrillos y ganas de existir—. Gracias.

—A ti —regresó a lo suyo—. Pasa por las pruebas antes de irte a casa.

—Por supuesto.

—¿Que debes qué? —Alan iba de copiloto, pero era el peor copiloto del mundo. Hacía tiempo que Colin había aprendido a no hacerle caso a sus indicaciones y lo había aprendido de la peor manera.

Las Cenizas De Emma© #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora