Cuack! ও PJM&JJK

O5. ¡te extrañé, p-patito hyung!

JiMin soltó un largo y cansado suspiro, mirando el techo de su habitación a la vez en que, mentalmente, se animaba a levantarse. Era el tercer día de su celo, el último, y aunque aún tenía un leve dolor de cabeza, confiaba en poder deshacerse de él con alguna pastilla.

Comparado con sus anteriores celos, éste había sido menos doloroso, cosa que le confundió y alivió en ambas partes. El celo nunca fue buena buena etapa para él, ni placentera ni gustosa, el tener que estar con múltiples trapos húmedos por su cuerpo, tomar supresores cada dos horas y el no poder ver por demasiado tiempo la pantalla de su celular porque sus ojos comenzaban a arder; nada bueno. Sin embargo, su alfa se había mostrado más tranquilo y dócil, no causándole tantos problemas como en otras ocasiones.

No sabía a qué se debía.

Quizás era porque estaba creciendo, y claramente, su cuerpo cambiaba.

O quizás, era por el gorrito con aroma a su omeguita a un lado de su cama, específicamente en la mesita de noche.

Todavía conservaba las feromonas del conejito, bastante leves y suaves por todo el aroma a alfa esparcido por toda la habitación, pero estando lo suficientemente presente como para calmar al caliente patito, el mismo que le pedía al humano olfatear una vez más la prenda.

Y, bueno, el rubio no se hacía de rogar.

—¿JiMin? Cariño, TaeHyungie ha venido para acompañarte a la escuela —EunJi tocó dos veces la puerta del cuarto de su dulce hijo, llamando su atención—. ¿Puede pasar?

—Claro, mamá —contestó, enderezándose para tomar asiento en la orilla de la cama—. Tae.

El alfita saludó con una sonrisa al otro alfa, un poquito extrañado de ver a TaeHyung ahí, pero no por eso menos alegre. El tigre no era de aparecer sin avisar, por lo que era inevitable no asombrarse sólo un momento.

—Te ves horrible, JiMinnie.

—Lo sé —rió—. No me he duchado desde ayer.

—¿Sí irás?

—Supongo, ya me siento mejor.

TaeHyung aplaudió, ganándose la mirada confundida del patito.

—¿Tan feliz te pone que vaya?

—Obvio —admitió—. Pero también es, porque así cierto conejito dejará de interrumpirme cuando entreno fútbol sólo para preguntar por ti —comentó, alzando a modo de broma los brazos hacia el techo—. Es tierno, pero anteayer le pegué sin querer.

—Dios, ¿de verdad?

—Ay, sí, nomás me mira en la cancha se acerca.

—No, ¿de verdad lo golpeaste? —consultó—. ¿Eres ciego acaso?

—¡Oye!

Un golpecito en el hombro de JiMin fue dado, ocasionándole una mueca ofendida a éste y una sonrisita victoriosa al otro.

—Apestas.

—Ni me lo recuerdes, mejor me baño.

JiMin tomó una toalla de su ropero, junto a unos bóxers limpios y el uniforme escolar; el cual había sido delicadamente planchado por su madre la noche anterior, diciéndole que no se preocupará. Se dirigió al baño de su habitación, escuchando los silbidos del alfa por la buena vista de su prominente trasero. Qué gracioso, pensó rodando los ojos.

—¿Y cómo estuvo?

—¿Qué cosa?

—Tu celo, es raro que asistas hoy que es el tercer día, comúnmente faltas —dijo en voz alta, distrayéndose viendo su móvil—. Alguien te ha extrañado un montón.