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Eros

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Eros

Ir a ver a Jacob se volvió parte de mi rutina diaria, iba casi todos los días a verlo. Al parecer a el también le agradaba que vaya, al fin podría darle un buen uso a este don. No quería manipularlo, pero un poco de feromonas no le hacían mal a nadie.

Me sentía como un estúpido humano que acosa a la persona que le gusta. Lo sería si no fuera porque no soy humano, detalles. Había logrado que Bella me dijera que a Jake le gustan los brownies caseros.

Cocinaba tranquilamente para mi cachorro. El aún no se transformaba pero el leve olor a perro que sentía en el fondo podía asegurarme de que lo haría. Más si yo rondaba por su lado.

Mezclaba los huevos con el azúcar, la mantequilla y la harina. Como amaba cocinar, era algo más fuerte que yo. Estudie durante años en distintos lugares del mundo, era mi hobby. Agregaba el cacao mientras pensaba en el color del lobo que tendría Jacob.

Si tenía suerte, no me arrancaría la cabeza cuando se entere de que no soy humano. Tal vez y hasta podamos seguir en contacto, hasta yo sabía que esto era imposible. Él me odiaría en cuanto se entere.

Metí la mezcla al horno mientras esperaba. Había conseguido su número luego de un poco de feromonas, al parecer solo tenía amigos en la reserva y no sabía como reaccionarían si se enteraban de que era amigo de un Cullen.

Estaba de camino al taller en el auto de Esme cuando veo una camioneta que no reconozco en la entrada de esta. El olor del dueño del sitio hace que me quede congelado. El señor que me vio cuando cruce el territorio estaba aquí.

Baje con cautela del auto, mirando a todos lados buscándolo. Entre al taller y lo vi hablando con el dueño de este. Con cierto temor me acerqué hasta un lado del lugar esperando que Jacob no me notara, no quería meterlo en problemas.

El chico no se veía por ningún lado ni tampoco su olor. Al parecer hoy no había venido a trabajar. Salí a esperar que el Quileute se marchara para preguntar por el joven. Me metí en el auto, para ver todo de lejos.

El hombre salió del taller en su silla de ruedas, me vio fijamente. Maldiciendo me bajé del auto para enfrentarlo.

"Buenas tardes, ¿Sucede algo?" Pregunto con cuidado.

"Jacob no sabe que será un lobo, ni de los tuyos" Advierte moviéndose hacia su camioneta "Te diría que te mantengas alejado de él, pero se ve más feliz desde que lo visitas"

"Jacob me agrada, no tengo segundas intenciones, dañinas para él" Hablo con seguridad ayudándolo a subir a la camioneta.

"Lo sé, salvaste a uno de los nuestros" Me dice prendiendo su camioneta "No le hables de cosas que no entiende"

"Bien" Digo pensando en lo dicho "Tome, déselos por mí"

Entregándole el recipiente con brownies damos por terminada esa conversación. Que no les moleste que me vea con Jake era bueno. Ya no tenía quien me lo niegue.

Haber salvado a aquel lobo negro, había generado que los Quileutes me aceptaran de alguna forma. O ya no me veían como una potencial amenaza, lo cual agradecía. No tenía nada encontrá de ellos, no era mi culpa ser vampiro.

No entendía su odio hacia toda nuestra especie. Los Cullen no comían humanos y aun así los odiaban. La mayoría de vampiros no elegimos ser así, nos transformaron a fuerza. Nos odiaban por algo que no elegimos ser. Era injusto.

Esperaba que el cachorro no se comporte así, o tendré que corregirlo. Maneje de nuevo a la casa Cullen decepcionado de no ver a Jacob, era lo único entretenido de este pueblo, si quería diversión debía moverme y no tenía ganas de hacerlo.

Entre a la casa directo a lo que era mi habitación. Esme la preparo para mí en cuanto Alice dijo que sería su pareja del baile. 

Mire a través de la ventana al gran bosque que nos rodeaba. El paisaje me generaba un sentimiento de nostalgia. Recordaba mis días como humano y como vampiro.

Al principio el cambio fue duro, no pude volver con mi familia. Atacaba todo lo que se movía y por esta razón me volví útil en la guerra.

Nadie preguntaba si había matado a un humano de un mordisco o sobre mis supersentidos. Nunca convertí a alguien en vampiro, pero si guie a muchos vampiros a sobrevivir.

En un ejército conocí a Jasper, era insaciable. Bebía a todos los que se encontraba y no le importaba mostrar su piel. Era un vampiro que no le importaba morir.

En cuanto me vio quiso matarme, fue una gran pelea. Con gracias nos volvimos amigos unos días después. Cazábamos juntos y nos movíamos de igual manera. Hoy en día era mi hermano con el que viví cien años.


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La lujuria del lobo ||J. Black||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora