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Mi despertador pitaba desde la mesita a un lado de mi cama, no me despertó ni me molesto el ruido porque llevaba despierta desde las cuatro de la mañana, últimamente tenía muchas pesadillas y vivir sola no me favorecía. Quizá mudarme de mi país a Japón no fue de las mejores ideas, suspire y estire los huesos ocasionando leves tronidos que causaban satisfacción en mí; bostece y empecé mi día.

Bañarme, vestirme, desayunar, acomodar mis cuadernos para la universidad de la noche, esa era mi rutina diaria. Quizá necesitaba un pasatiempo, una distracción, un perrito. Algo que me sacara de la monotonía; reí ante mis pensamientos, quizá ya me parecía a mi madre y pronto me quejaría de que los trastes amanecen sucios o de que el pan aumenta considerablemente de precio cada día. Salí de mi anexo para caminar por el pasillo de la casa donde vivía alquilada, encontrándome con mi casera

- Luna buenos días, recuerde que dentro de dos días se paga la renta - Asentí levemente, estaba consiente de las fechas de pago, no era difícil olvidarlas si todos los días me las recordaba.

- Si señora Yang, hoy le pago por adelantado -

- ¿Cuánto? - me agradaba que usaba pocas palabras, mi japonés era relativamente lento comparado con el de los nativos, así que el que ella me hablara como un cavernícola era reconfortante.

- 15 mil yenes dos meses. - hice el gesto con mis manos, por si no había pronunciado algo con seguridad. Escuche como asentía y luego siguió su camino, seguramente a despertar a algún otro inquilino.

Coloque mis audífonos en mis oídos y luego de activar el modo aleatorio empecé a caminar por las transitadas calles de Kioto, trabajaba de mesera en un pequeño Café; "MaidCat" normalmente en mi turno no llegaban tantos depravados así que era cómodo y la paga era buena. Cruce la última calle para llegar, empuje la puerta y entre escuchando el suave ruido de la campana y los maullidos de los gatitos, pidiendo seguramente comida o cariño (aunque me voy más por la primera), mi jefa salió de la cocina a recibirme con una sonrisa, conocí a su hija en la universidad y digamos que... Le cubrí varios problemas. Por eso su madre me contrato y VOILA trabajo sin entrevista.

-Luna- san, alimenta a los gatos y limpia las mesas - Asentí para caminar a mi casillero, guardaría mis llaves porque no llevaba bolso ni almuerzo, ¿por qué llevar almuerzo si trabajo en una cafetería?. Exacto, no tiene sentido.

- Voy señorita Edozagawa - aún no me acostumbraba a realizar reverencias ni hablar con honoríficos, pero supongo que poco a poco, algunos clientes se quejaban de eso, de mí, "falta de cortesía y respeto". Porque yo utilizaba el "Kun", "san"," chan", "sama" y "ore-sama" como igual. - ¡Vamos gatos panzones a comer! - comente alegre mientras los gatos maullaban y se restregaban contra mi pierna impidiéndome casi caminar.

- Hoy abrimos más tarde, así que trabajas una hora más, ¿problema? -

- No, ninguno. -

La rutina laboral también era parte de mi rutina diaria, era recibir a los clientes, atenderlos, recibir la propina, limpiar la mesa y caminar a la puerta a esperar otros clientes, así que cuando sonó el timbre de cierre me sentí más liberada, ya casi podía sentir la suavidad de mi camita para dormir esta noche.

- L-Luna- san -, voltee ante el llamado, era Rin, la hija de mi jefa.

- Rin- ¿chan?- ella solo reía mientras sus mejillas se tornaban de color rojizo y brillante, ¿qué sucedió? - ¿Todo bien? - ella tocó su rostro con una mano mientras con la otra me hacía entrega de una notita de color rosita. Qué lindo. Luego de entregarla salió corriendo. Japón y sus mujeres raras.- Ok, adiós Rin, nos vemos mañana - hable sola mientras guardaba la nota, la leería en mi casa.

El atardecer era uno de mis momentos favoritos, los edificios de cristal aparentaban brillar contra el sol y reflejaban el cielo anaranjado que destapaba paso a las estrellas que quedarían opacadas con las luces de esta movida ciudad. Guarde mis manos en los bolsillos de mi pantalón sintiendo la textura de la nota en uno de ellos.

¿Debería leerlo? Después de todo es para mí.

Asentí ante mi razonamiento, así que extraje la nota de mi pantalón y antes de poder abrirla un señor de sombrero y traje me empujo casi tirándome al suelo.

- Llévame para tu casa maldito - blasfemé en mi idioma original, español, mientras me sacudía la ropa, el hombre se volteó y garantizaría que escuche un crujido, ¿fue su cuello?

- Lo lamento, voy apurado - su sonrisa fue falsa, lo sabía porque soy una experta en sonrisas falsas e hipocresía (no porque sea hipócrita ni falsa, pero son cosas que a las malas lo aprendes) su rostro era muy pálido, su cabello era negro azabache y traía una sombrilla y sombrero.

- No se preocupe, siga su camino. - Odiaba el tener que realizar reverencias, mi espalda ya dolía, él solo movió su cabeza y cada quien su camino, hasta qué... ¡La nota!. - Mierda. - toque mis dos bolsillos y nada, quizá se cayó conmigo y no me di cuenta. Sea lo que fuese, espero no sea importante, si no ya la cague. - Ese señor olía como a viejo - reí sola ante mi comentario, ganándome la mirada reprobatoria de varios japoneses; llegue a la parada de autobuses, iría de una vez a la universidad, si contaba con suerte Haku me habría llevado mi cuaderno que le preste y yo le pediría prestado un lápiz.

El edificio quedaba montado en una especie de montaña, lo cual la hacía elegante y cara, pero valía cada centavo para estudiar Arquitectura. Era muy prestigiosa y los egresados de ella tenían buenos trabajos y oportunidades. Con mis dos trabajos y mi falta de sueño podría graduarme sin morir de algún ataque cardiaco o de fatiga en solo 3 años.

- LUNA- SAN - Haku y Miwa agitaban sus manos desde la entrada, ocasionando que todos los que iban llegando y me habían ignorado voltearan a verme.

- NO HAY NECESIDAD DE GRITAR - Respondí gritando, claramente.

- LO SENTIMOS. - ambos hicieron una linda reverencia, ocasionando risas de mi parte

- No había necesidad de la reverencia, solo estaba bromeando - los abracé y juntos caminamos dentro del edificio, al ser turno casi nocturno había pocos alumnos, lo cual era agradable, no tendría que gritarle a alguien por haberme empujado o pisado.

- Escuche que el profe de Historia renuncio - explico Miwa, los tres estudiábamos carreras diferentes, así que solo nos veíamos al entrar y al salir.

- ¿Ainosuke- sensei?-

- ¿El abuelo fósil? - mencioné entre risas.

- ¡Eso fue grosero!, ¡umu, el profesor ainosuke era un hombre honorífico, merecedor de respeto! - Voltee a ver a mi emisor, era un hombre de estatura promedio, vestía de camiseta blanca y pantalones marrones, unos libros en su mano y no tuve que seguir analizando porque entendí que por su vestimenta ÉL era el nuevo profesor de historia. - ¡Soy Rengoku Kyojurou!. - coloco sus manos en su cintura. ¿Por qué habla tan fuerte?. Subí mis ojos para ver su rostro porque había estado viendo de su cuello hacia abajo; pero al ver su rostro me sorprendí. ¿Traía un parche?. Y no solo eso, su ojo era y su cabello... Qué extraño.- ¿¡Ustedes quienes son!?. - Vi su sonrisa, era cálida.

- Kyomei Miwa, de Derecho -

- Fujusaki Haku, de Contaduria. - Iba a presentarme cuando

-¡Usted señorita! - Poso su ojo sobre mí, causando nervios. Vaya que tenía una mirada fuerte.

- Luna De la Vega. Arquitectura. - Un minuto de silencio incómodo. Hasta que sonó el timbre y todos nos dimos la vuelta pero sentí la mano del profesor sobre mi hombro. Oh no. - Profe- Rengoku sensei - me corregí. - Tengo que ir a clases. - señale el pasillo.

- ¡Umu! - ¡QUE DEMONIOS SIGNIFICA ESO!. Él solo asintió; sin embargo, su mano seguía sobre mi hombro. - Pero lamento decirte que debo sancionarte por tu comentario ofensivo. - Se cruzó de brazos, ¿cómo puede decir eso tan feliz?.

- Ok - suspire derrotada, llegaría tarde a la primera clase de hoy. 

Rubio sol Morena luna  - Rengoku Kyojuro -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora