Las mañanas en los fines de semana

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Fin de semana. Cuanto amaba Keiji los fines de semana ¿Y quién no? Era simplemente satisfactorio el poder levantarse tarde, pasar todo el día en pijama y besarse en el sofá con su caliente pareja y jugador de voleibol hasta que le dolieran los labios. Pero por su puesto, Bokuto tenía un concepto un poco diferente de como era genial pasar el fin de semana, así que allí estaba, en medio de la cocina, con la ruidosa voz de Hinata Shoyo contando algo de su estancia en Brasil junto a la risa igual de ruidosa de Atsumu Miya. El culpable de todo ese ruido estaba haciendo panqueques mientras hacía malabares ridículos, y Akaashi sinceramente temía que la espátula saliera volando hacia la cabeza de Sakusa Kiyoomi — quien estaba más cerca— o hacía cualquiera que estuviera en un perímetro medianamente cercano.

¿Fin de semana tranquilo? ¿Levantarse tarde? ¿Día de relajación y sexo? ¿Qué es eso? ¿Se come?.

Suspiró tal vez por sexta vez esa mañana y abrió la nevera con movimientos perezosos. Si iba a tener a la parte del equipo de los Black Jackals más ruidosa en su cocina a las siete treinta de la mañana, era mejor que lo afrontara con una buena taza de café con leche —porque nunca en su vida probaría de nuevo el café amargo—, así tomó la leche de caja que tenía allí y la sacudió. Sí, la sacudió como una mera costumbre, solo que olvidó que vivía con Kotaro Bokuto por tres segundos, como también olvidó que éste también había hecho panqueques para desayunar.

¿Y qué significaba eso?

Simple.

Que terminó con la cara, su pijama y parte de la nevera y el piso de la cocina llenos de leche. A su alrededor el mundo pareció detenerse. Hinata y Atsumu pararon de gritar y reír, Sakusa lo miraba fijamente y el culpable de que estuviera empapado en ese momento solo mantenía un panqueque en la espátula y lo miraba con una sonrisa que solo podía transmitir «juro por Dios que fué un accidente».

Akaashi exhaló e inhaló con calma, no estaba molesto, solo frustrado, si eso era mejor o peor no podía saberlo con exactitud.

—Iré a cambiarme—avisó con simpleza, dejó el envase sobre la encimera y caminó al baño mientras se secaba los restos de leche con la sudadera ya empapada, porque ¿Qué más podría hacer ya?.

Cuando entró al baño fué cuando se dió cuenta que de hecho Bokuto seguía sus pasos y tenía un perfecto rostro de perrito bajo la lluvia ¿A quién había dejado a cargo de la cocina? Por favor, que fuera Sakusa.

—Lo siento Akaashee—dijo apenas se giró a verlo, Akaashi sonrió con pereza.

—No es nada, Bokuto-san—tranquilizó, quitándose la sudadera con calma y dejándola colgar en los bordes de la cesta de ropa sucia. Sabía que Bokuto no se quedaría quieto con eso sin embargo, así que se inclinó un poco y dejó un suave beso en su barbilla.

Los ojos de cachorrito se apaciguaron, pero solo un poco. Había algo que lo seguía molestando. Akaashi decidió asearse mientras él se decidía por hablar, y descubrió trágicamente que su pantalón también había sufrido las consecuencias del envase sin tapa. Debía ir hasta su habitación por un cambio completo entonces. Pero claro, él se negaba rotundamente a andar sin camisa por el apartamento cuando habían más personas que ellos dos. Y sí, tal vez se había vuelto un poco tímido con el tiempo, o quizá solo no quería que vieran el camino violáceo que bajaba por su espalda que delataban encuentros de días anteriores.

—Bokuto-san ¿Puedes ir por un cambio de ropa? Mi pantalón también se mojó—avisó. Bokuto asintió con rapidez y salió por la puerta de nuevo.

Akaashi se quitó el pantalón, lo dejó en el mismo lugar que la sudadera y se acercó al lavabo, no vió la necesidad de bañarse, pues no sé había empapado demasiado gracias a su ropa, sin embargo las zonas en las que llegó el líquido se sentía pegajoso, y estaba seguro que su cabello también sufrió un poco las consecuencias. Suspiró a su reflejo, empezando a lavarse con jabón toda zona que sentía pegoteada, no pasó mucho cuando Bokuto volvió con un nuevo juego de pijama —un pantalón deportivo y una sudadera simple—, y un puchero asomándose en la comisura de sus labios.

Cotidiano (BokuAka) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora