Capitulo 3.- If i could ride a bike

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Esa noche se quedó en la casa de los Zemo, le leyó solo dos capítulos al castaño antes de que cayera dormido, escuchaba sus respiraciones calmadas, hipaba un poco debido a lo mucho que lloro pero él no se alejó, acariciando su cabello casi toda la noche, hasta que al igual quedo totalmente dormido. Amelia veía esa escena protectora, al notar que ambos dormían los cubrió con un edredón cálido y dejó que descansaran; ella se alejó a su habitación para recostarse en la cama y así como se acosto se desconecto quedando completamente dormida, durante seis horas la casa al fin entró en una inquebrantable paz. 

James y Helmut durmieron hasta tarde, la madre del castaño se aseguro no fuera perturbado el sueño de ninguno mientras ella preparaba un pastel de cumpleaños así como una comida distinta y especial para quien había dejado de lado su día especial por ellos, se merecía una buena merienda y más, pero Amelia solo eso podía ofrecerle.

Helmut abrió lentamente los ojos, sintiendo aún su orbe derecho inflamado, se quejo un poco debido al peso que sentía en su cuerpo culpando lo pasado el día anterior pero al escuchar el leve gruñido de quien estaba a su lado es que estático le miró. Respirando tan tranquilo, sus párpados cerrados dándole una magnífica vista de su mejor amigo. una mano pasó por su pecho instintivamente tras sentir un pequeño golpeteo en este, sus mejillas enrojecieron y sus ojos brillaban estupefactos en aquella imagen tan hermosa. Se atrevió a verlo hasta que solo comenzó a despertar tallando su rostro notablemente cansado.

—Buenos días…— 

Saludo consciente de donde estaba, con quién estaba y como estaban ambos acostado uno al lado del otro, más cerca de lo que lo normal sería ya que James había cabido con su cuerpo el del castaño cubriendo del exterior, un llamado natural de su Alfa por proteger a aquel Beta en circunstancias difíciles.

—Bu…buenos días James…— 

—¿Te asuste?, perdona no me di cuenta que me dormí— ríe divertido poniéndose de lado viendo a los ojos de él de piel pecosa, paso su mano ligeramente por su mejilla notando que el golpe se veía demasiado, se acercó a este, tan cerca parando el corazón del castaño por un segundo y dejo un beso en aquel hematoma. —¿Por qué nunca me dijiste?—

—No había pasado nunca— 

Confiesa bajando la mirada herido, no solo fisicamente, emocionalmente estaba tan lastimado que su mente solo le pedía llorar, pero no lo haría, su padre no merecía sus lágrimas ni las de su madre, sin embargo ese par de ojos azules que lo veían con cariño le provocaron a un más dolor, vergüenza, no era el pelinegro el responsable pero que le viera tan indefenso le hizo llorar aún más.

—Oh no, calma esa cabeza tuya— le pidió este sonriéndole —soy tu mejor amigo ¿no?, eso significa que estaré en las buenas, en las malas…y en las peores, te lo prometo— su mano se posó sobre la mejilla de este sin perder el contacto visual a lo que el castaño aun con lagrimas en los ojos asintió dejando su rostro descansar en la caricia del pelinegro. —¿Qué te parece si hoy…salimos a pasear?, vayamos en bici, ¿si?, yo te llevo en la mia si quieres— 

Comenzó a hablar el pelinegro como si todo lo que pasó hubiera sido un mal sueño para los tres, pero se mantenía positivo porque alguien debía hacerlos sentir bien después de lo que tuvieron que pasar, lo que pasaron mientras él no estaba. Pero aun con lo más positivo que quisiera estar, estaba enojado por todo, le molestaba que le mintiera Helmut de esa manera, ¿como podía ser la primera vez?, su madre tan acostumbrada a esconder su dolor, su melancolía, eso no es la reacción ante una primera vez, pero si el shock, el no supo cómo reaccionar, no supo llorar, no supo defenderse, no gritó, simplemente solo existía en ese momento aterrado de su padre.

Cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora