Capítulo 03 - Sombras en la oscuridad

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Sentada en el borde de mi cama, siento que el silencio del departamento me envuelve. Han sido dos meses agotadores, llenos de pesadillas que me han robado el sueño y la tranquilidad. Por un momento, miro mi teléfono y me pregunto si debería haber aceptado la invitación de Lucía y Amelia para ir a esa fiesta. Pero la verdad es que prefiero quedarme aquí, en la soledad que, aunque me asusta, también me da una extraña paz.

Lucía y Amelia son mis mejores amigas, siempre tan llenas de energía y vida. Sus risas y bromas son una constante en nuestra amistad, y sé que quieren lo mejor para mí. Hoy intentaron convencerme de que saliera con ellas, que me distrajera de todo lo que ha estado ocurriendo.

—¡Vamos, Laia! —insistió Lucía, mientras se miraba en el espejo del recibidor—. Te vendrá bien despejarte un poco.

—Sí, no puedes quedarte encerrada aquí siempre —añadió Amelia, acomodándose el cabello.

Yo, sin embargo, negué con la cabeza, sonriendo levemente.

—Gracias, chicas, pero creo que esta noche me quedaré en casa. Estoy cansada y necesito descansar un poco.

Lucía frunció el ceño, pero finalmente suspiró y me dio un abrazo.

—Está bien, pero la próxima vez no aceptaremos un no por respuesta.

—Sí, claro —respondí, riendo un poco.

—Además, esos lugares me desagradan —añadí—. No soporto la gente sudorosa y borracha.

Ambas me miraron con una mezcla de sorpresa e indignación. Sabían que yo era diferente en muchos aspectos, pero siempre intentaban incluirme en sus planes.

—Perdón, no me refería a ustedes. Sé que pueden controlarse con el alcohol, pero lo de estar sudando... —hago una mueca de disgusto—. No es mi idea de diversión.

—No pues que divertida eres tú. —dice Amelia, rodando los ojos.

—Es la verdad. Estar apretujada entre tanta gente solo hace que sudes más y los olores... —hago una pausa, sintiendo asco solo de pensarlo—. No quiero ni imaginarlo.

—Bueno, si lo dices así, suena bastante desagradable. —admite Lucía.

—Exactamente. Así que déjenme aquí. Vayan y disfruten. No arruinen su noche preocupándose por mí. —me levanto de la cama y me acerco a ellas—. De verdad, váyanse.

—Aun no entiendo cómo somos amigas. —dice Lucía, con los brazos cruzados.

—Eso es lo que nos hace interesantes. Siempre chocamos, pero nos complementamos. —añade Amelia.

—Tienen razón, pero en serio, váyanse ya.

Comienzo a empujarlas discretamente hacia la puerta, deseando que entiendan mi necesidad de tranquilidad sin tomarlo a mal. Ellas lo notan.

—Pero no hay un horario de llegada específico... —protesta Amelia.

—Ya entendimos, nos vamos. —dice Lucía, mientras se dirigen hacia la puerta.

Nos vemos mañana, ¿vale? —dicen ambas, dándome un beso en la mejilla.

—Claro, diviértanse —respondí, sintiendo una mezcla de alivio y culpa.

Las veo salir por la puerta, y el departamento queda en un silencio profundo. Me dirijo al baño, donde me miro en el espejo. Las ojeras bajo mis ojos son un poco evidentes, han ido disminuyendo en esa semana, al aparecer las pesadillas se fueron ¿Cómo y por qué? No tengo una explicación, desde el incendio de nuestra casa ellas pararon, comienzo a creer que todo eso sucedía debido a la casa.

Sombras del pasado, sueños del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora