El día en que Song Zichen rompió en llanto

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Había sido una bestia muy fuerte, llena de resentimiento y amargura. Song Zichen cargaba un cuerpo casi inconsciente en sus brazos, y frío... desalentadoramente frío.

Cualquiera que pudiese reconocer al cultivador de las leyendas, a ese cultivador de negro que siempre iba acompañado de uno de blanco... sabía que su llanto era el llanto de un hombre que se aferra a todo lo que tiene...

- ¡UN SANADOR! – gritó al llegar al pueblo - ¡UN SANADOR, POR FAVOR! –

Luna brillante y la suave brisa yacía inerte en los brazos de Nieve distante y la helada fría. Su pulso apenas y podía sentirse y sus respiraciones eran meramente un adorno en su pecho... pecho que sangraba profundamente.

- Xingchen... por favor – le susurró a l hombre en sus brazos – No me dejes, Xingchen, ya casi lo logramos – las personas en la posada más cercana abrieron las puertas de par en par, una habitación cálida esperando por el hombre que sentía un frío profundo.

- ¿Q-qué pasó? – preguntó una de las damas, ayudando a quitar del cuerpo de Xingchen las pesadas túnicas empapadas en sangre – El medico ya viene... pero no... -

- Era muy fuerte... - dijo Song Lan, su mirada perdida mientras intentaba con urgencia pasara algo de su energía para que Xingchen no palideciera – Esa bestia... esa cosa... no la vi venir a mi... tenía que ser yo, no él –

La mujer sabía que los sanadores del pueblo llegarían en un par de minutos, pero ella misma dudaba de que llegaran a tiempo. El hombre de negro estaba cubierto de sangre también, su rostro bañado en sudor mientras las venas de sus manos se marcaban con fuerza.

- Él se puso en mi lugar... Xingchen me empujó y la bestia... - su voz y sus palabras parecían impropias, el cultivador siempre pulcro, siempre en calma, parecía desbordar una locura bañada en tristeza y preocupación. La chica apenas y podía seguir mirando. Tan solo la escena le daba ganas de llorar – Debí ser yo... por los cielos... debí ser yo –

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Song Zichen tenía manchas de sangre en su rostro, y ni siquiera le importaba el aroma a hierro que se sumergía en su nariz. Una cortina lo separaba de Xingchen, el hombre que seguía sin moverse de la cama. Y él no podía dejar de verlo. Pedía en secreto... imploraba, deseaba que Xiao Xingchen moviera una mano, que le diera otra de esas sonrisas y que lo mirara con esos ojos que le hacían sentir en casa.

Pero Xiao Xingchen estaba completamente inmóvil. Lágrimas manchaban aún más su rostro, llevándose la sangre seca a su barbilla. Sus manos también estaban cubiertas de la sangre de su compañero, y sus túnicas arrastraban sangre y tierra.

Un trapo seco y una cubeta de agua fue puesta frente a él.

- Yo no sé de cultivo... Daozhang – dijo la dama, habiéndose secado las lágrimas – Pero puedo ofrecerle algo para que se lave. Sé que no sé quiere mover de aquí... esperará a que su amigo se despierte... entonces lávese un poco – Song Zichen recordó entonces la suciedad en su cuerpo. Recordó la sangre y hacía sentir su pecho más presionado.

Una risa amarga se atoró en su garganta. Antes de conocer a Xingchen... jamás hubiese permitido que la suciedad tocara siquiera su piel... y ahora parecía no importarle en lo absoluto. Podía escuchar las respiraciones rápidas de los médicos, luchando aún por mantener la herida cerrada y por evitar que siguiera perdiendo sangre.

- Es más que mi amigo, señorita – dijo él, sus palabras descompuestas mientras su rostro volvía a derramar lágrimas – él es mi vida entera – tomó el balde con agua y empezó a lavarse, primero la cara y luego las manos - ¿Qué haré yo si él no está? – preguntó al aire, haciendo que la chica tan solo desviara la mirada para que no viesen sus lágrimas - ¿Cómo podría seguir si lo único que amo... se va? –

El sanador caminó a Song Zichen con el rostro más cansado del mundo: - Hemos hecho todo lo que está en nuestras manos – le dijo, su cara tratando de mostrar una sonrisa de ánimo bastante pobre – Lo que sigue... depende de él –

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El paño húmedo pasó con tanta delicadez por la piel de Xiao Xingchen. Habían lavado la zona de la herida, pero no el resto de su cuerpo que estaba lleno de más sangre y suciedad. Y Song Zichen pasaba sus manos sin reproche ni asco... tan solo dejando la piel limpia y pulcra.

- Te amo, nunca te lo he dicho en voz alta – sus ojos parecían vacíos, como si los propios ojos cerrados de Xiao Xingchen se hubiesen llevado el brillo de los suyos – Te amo, con toda mi alma... con cada parte de mi ser – las manos de Song Zichen pararon, dejando el paño en el balde de agua limpia – Te amo tanto, Xiao Xingchen – su voz se quebró en las últimas palabras, sus lágrimas, lo creía imposible, volvían a inundar sus ojos – Te amo tanto... que soy egoísta y te pido que regreses a mis brazos –

Las personas en el pueblo habían quemado ya el cuerpo de la bestia... pero el tinte lúgubre los tenía a todos quietos... incapaces de aliviar el dolor de un hombre que lo estaba perdiendo todo.

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Pensó que a Xingchen le gustaría un poco de fruta fresca, así que fue al pueblo a comprar algo. Pero las personas se sentían tan agradecidas y culpables a la vez que le habían regalado fruta, pan, flores y semillas.

Entró en la habitación, los ojos de Xingchen seguían cerrados.

- Las personas del pueblo te mandan flores – le dijo – Sería muy grosero de tu parte no levantarte y saludarles... una sonrisa tuya alegra mi vida... creo que la de ellos sería más bellas si te vieran sonreír –

Dejó las flores en el jarrón que la joven dama le había dejado en la habitación, colocó la fruta en el tazón y puso un poco de incienso también.

- También... soy egoísta y quiero que me sonrías a mí... - los ojos de Xingchen se abrieron débilmente, notando al hombre de túnicas negras dándole la espalda - ¿Podrías hacerlo, Xingchen? Solo quiero una de tus sonrisas –

Xiao quería hablar, quería decirle al hombre de voz cortada que parara y que le mirara. Pero solo salió un quejido bastante lastimero. Suficiente para que Song Zichen volteara y viera los ojos claros de su alma gemela.

El mundo se detuvo como la respiración de Song Zichen. El mundo se detuvo hasta que fue capaz de caminar a la cama y tomar las manos de movimientos frágiles de Xiao Xingchen, quien intentaba sonreírle.

- Xingchen... mi Xingchen... - Song Lan tomó con cuidado el rostro de Xiao, acunándolo y sonriendo de felicidad... mientras más lágrimas manchaban su piel.


Besos de Luna y Nieve SongXiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora