Lágrimas y verdades

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- ¿Quién fue quien dijo "de ahora en adelante no es necesario que nos volvamos a ver"? – Song Zichen se paralizó por un momento, los recuerdos llegaron a su mente.

Se había odiado, había odiado su reflejo cada segundo desde ese maldito día, aquellas palabras salieron de sus labios sin siquiera pensarlas. Estaba enojado, sofocado por la ira mientras la impotencia abrazaba en sus pulmones.

Había alejado a su mejor amigo por su dolor. Y, a cambio, Xiao Xingchen le dio sus ojos para que buscara la justicia.

- Estabas molesto, así que dejaste que tu ira cayera sobre él. Pero, ¿sabes algo? – Xue Yang se acercó a él, como burlándose de su cruel pasado – Él es la razón por la que exterminé tu clan. Es justo que te desquitaras con él, Daozhang Song –

A-Qin, la pequeña niña que fingía ser ciega, venía en silencio, suplicándole a su Daozhang de blanco que le siguiera, y Xiao Xingchen tenía un terrible presentimiento al seguir a su pequeña compañera.

- Yo no... yo, en ese tiempo... - Song Lan apenas y podía formular palabras, pero estas eran débiles, mientras su expresión seria y plana se trasformaba en una de desolación y desesperación – Yo no quería... -

- ¿Zichen? –

La voz se escuchó desde detrás de unos árboles, entonces, ambos hombres, dieron la vuelta para encontrarse con el cultivador de ojos vendados. Xue Yang sabía que debía huir, que, si Song Zichen se atrevía a decirle la verdad, entonces no podría salir libre de ahí.

Pero no podía moverse. Y era culpa de esa expresión en Xiao Xingchen. Su cabeza se inclinaba hacia Song Lan, mientras que sus manos, como si no fuera un cultivador, buscaban al aire, tratando de encontrar al dueño de esa voz.

- ¿Zichen, eres tú? –

A-Qin se sorprendió al ver la expresión de ese Daozhang de negro. Lo había visto sonreír con alivio cuando reveló que conocía a su compañero. Pero ahora... su expresión estaba cargada de un profundo terror.

- Xingchen... - una sonrisa se posó en los labios de Xiao Xingchen, Xue Yang negándose a decir una sola palabra, viendo con odio como el cultivador de blanco buscaba con sus manos el toque de Song Zichen, y luego sacó su espada - ¡CUIDADO! –

Fuxue detuvo a Jiangzai, una cargada de una preocupación pesada en el pecho, la otra de una furia incontenible en el corazón.

- ¿Zichen? –

La risa de Xue Yang no fue fingida, y Xiao Xingchen le reconoció.

- ¡Muy bien! – dijo, recuperando a Jiangzai – Que formidable reencuentro – Song Lan de inmediato tomó posición en frente de Xiao Xingchen y de la pequeña Qin – La luna brillante y la suave brisa... la nieve distante y helada fría... Que magnifico –

- Xue Yang... tú... -

- Xiao Xingchen, Xiao Xingchen – solo Zichen y Qin lograban ver la expresión malvada y cruel de Xue Yang - ¡Nunca debiste abandonar la montaña! Tu maestra... tu maestra es sabia... debiste haberla escuchado... -

Fuxue destilaba energía espiritual a mares, mientras que Shuanghua estaba temblando en las manos de Xingchen.

- Puedo ver tu rostro... ¿crees que soy repugnante? Espera a que tu compañero Song Lan escuche las atrocidades que has cometido por mí –

- ¡Silencio! – la mano de Xingchen detuvo a Song Lan.

- En parte es culpa tuya, Daozhang Song... si tu compañero no fuera ciego, entonces no lo hubiera engañado con tanta facilidad... ¿Recuerdas esas cacerías juntos? Tantos cadáveres caminantes que matamos juntos... tan feliz porque realizaste tu buena acción ¿no es así? –

Xiao escuchaba atento, sosteniéndose de Song mientras tomaba a Qin detrás de él.

- Todos ellos... niños, ancianos, mujeres... estaban tan asustados y adoloridos cuando atravesaste sus corazones... - Chengmei empezó a reír, y Song Lan trataba de contener esa furia que crecía en él – Se arrodillaron, Daozhang, se arrodillaron ante ti y te pidieron llorando que los perdonaras, que dejaras a los jóvenes y a los ancianos –

A-Qin veía con horror esa escena, ella ya había visto las expresiones que ponía ese hombre cuando iban al pueblo, pero estas parecían llenas de locura... y de miedo. Ella sabía que Xue Yang tenía miedo.

- ¡Ah! Pero corté sus lenguas... ¿qué hubiera dado yo para que los escucharas pedir por perdón? –

Las respiraciones de Xingchen eran frenéticas, la venda en sus ojos comenzaba a empaparse lentamente de un tonó carmesí.

- ¡SILENCIO! ¡SILENCIO! – gritó, tomando a Shuanghua y apuntando hacia la voz de Xue.

- ¡XUE YANG! – el grito de Song Zichen nunca había sido escuchado por su compañero de blanco - ¡BASTA DE TUS MENTIRAS! –

- ¿Mentiras? Xiao Xingchen... cuando te engañaba, me creías... y ahora que te hablo con la verdad... te niegas a creerme – más risas escapaban de su boca y Xiao Xingchen se arrodilló en el suelo, llorando y gimoteando, gritos hacían que A-Qin llorara en silencio, alejándose solo un poco del cultivador que aún tenía su espada en la mano - ¿Crees que eres un buen hombre, Xiao Xingchen? Has matado a un pueblo entero... eres casi tan malo como yo –

La primera espada en moverse fue Fuxue. Song Lan nunca había tenido ese sentimiento en su alma, ni siquiera cuando ese hombre frente a él había destruido su templo. La energía espiritual de un azul oscuro hacía que Fuxue se moviera frenéticamente en sus manos.

- ¡XUE CHENGMEI! – apenas iba a soltar una risa, apartó sus ojos de la imagen lastimera de Xiao Xingchen, pero no se encontró con el rostro de Song Zichen, sino con su espada, que impacto justo en su corazón.

No supo moverse, quizás y no quiso hacerlo. Pero a su alrededor todo se hacía más frío. Sintió en su mano un pequeño peso, familiar y acogedor.

Xue Yang se desangró en el suelo. Su rostro mostraba un odio profundo y en su mano había un caramelo.

Shuanghua fue la segunda espada en moverse. Su destino no tenía otro más que su propio cuello. Lágrimas sangrientas caían de la venda ya empapada y el llanto no tenía intenciones de parar. Pero las manos pequeñas y frágiles de una señorita se cortaron primero.

- ¡Daozhang! – exclamó ella, tomando con una fuerza dolorosa a Shuanghua, desde su filosa hoja - ¡Daozhang, por favor! – ella lloraba y a Song Zichen poco le importaba la suciedad en su espada o en sus manos, cuando arrebató a Shuanghua y la apartó, lejos de su dueño.

- Por favor... por favor... - sollozaba – déjenme ir, por favor... Zichen... - Song Lan también lloraba, silenciosamente – Déjenme morir... déjenme olvidar... -

El cultivador de negro tomó a Xingchen en brazos y lo abrazó con fuerza, temiendo que se hiriera de alguna otra forma.

- Lo siento... no fue tu culpa –

Xiao Xingchen comenzó a sangrar de su boca y nariz también. Y Song Lan, después de vendar las manos de la pequeña, lo siguió abrazando, como si con eso pudiera tomar un poco de la culpa que Xingchen tenía en el corazón. Aunque él ya tenía demasiada en su alma

Besos de Luna y Nieve SongXiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora