El amor de una empresaria.

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Es extraña la manera de amar de las personas y hasta hace poco pensé que no podía amar con sinceridad. A veces pienso que fue amor a primera vista, pero realmente no fue así. No puedo recordad exactamente en qué momento comencé a enamorarme, solo sé que fue algo que creció con el tiempo, fue un palpitar distinto a los anteriores, fue una calidez peculiar. Podría definirse como amor el sentirse segura y tranquila, podría definirse como amor el sentir preocupación, ansiedad y angustia, podía definirse como amor la incertidumbre y el gozo de ver una sonrisa. Es extraño el amor, es confuso, es peculiar y no siempre es igual. Tal vez, sí fue amor a primera vista o tal vez mi mente y emociones me confunden porque siento que la he amado desde el primer segundo que la vi. Su sonrisa y esa fascinación en su mirada, su tartamudeo y su risa nerviosa, me siento en paz cuando estoy con ella.

—¿Hay algo que carcome su mente, señora Luthor?

—Nada que te interese, Dimitri.

—....

—Perdón, no quise ser grosera, es solo que... no sé.

—Esta bien, señora.

—No entiendo como me soportas, bien podrías irte y dejar de flagelarte con mi existencia.

—Está ebria y se autocompadece en su miseria.

Una risa amarga escapó de mis labios y una tristeza me invadió con recuerdos entremezclados. —Podría despedirte.

—Podría hacerlo, pero no lo hará.

—¿Qué te hace pensar que no puedo hacerlo?

—No digo que no pueda hacerlo, digo que es incapaz de hacerlo.

—Estás muy seguro, ¿verdad?

—Sí señora.

—¿Qué te da esa seguridad, Dimitri?

—Usted. Lo que más aprecia es la lealtad y usted no traiciona a quien le es leal.

—Lamento haberte hablado así.

—No es problema, señora, sé que tuvo un día difícil.

—¿Qué te hace quedarte a mi lado, Dimitri? ¿Es por qué te pago bien?

—El dinero no puede comprar el aprecio o el amor, señora Luthor.

—Entonces, ¿qué es?

—No creo poder explicarlo en palabras simples, pero puedo decirle que le tengo un afecto especial.

El silencio reinó, una sensación de calidez se filtro por mi cuerpo y me dejé vencer por los brazos de Morfeo. A la mañana siguiente desperté en mi cama, envuelta entre cobijas de plumas y espuma, estaba vestida con una sudadera tres veces mi tamaño, que definitivamente no era mía. En la mesa de noche había una nota que decía "BÉBALO" y un enorme vaso de agua a un lado. —¿De dónde carajo salió está sudadera? —Salí del cuarto encontrándome con el dueño de dicha sudadera, sentado en posición de vigilia, con la mano a un milímetro de su arma, parecía estar dormido, pero no estaba segura de ello.

Es algo común de Dimitri el quedarse en mi apartamento cuando bebo, sé que lo hace para asegurarse que me encuentro bien y es curioso verlo de aquella manera. El hombre parece un oso grizzly, tiene una altura de casi dos metros y una estructura física que parece ser de piedra y su colección de cicatrices que tiene a lo largo del cuerpo lo hace parecer como el ser mas desgraciado de la tierra. Repentinamente abrió los ojos, me observó como desquiciado, sujetó el arma con fuerza, tensionó el cuerpo y suspiró relajando cada músculo, ni siquiera me inmutó su reacción, lo conocía desde niña y es algo bastante común en él esa reacción. Eran las 6:30 de la mañana y no parecía que haya dormido ni un poco.

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