¿Quieres saber?

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¿Quieres saber cómo me enamoré de Lena?

Muchos piensan que mi amor se debe a todo lo que me ha llegado a dar, otros piensan que es su dinero lo que me atrae, unos más creen que no es amor lo que siento y otros llegan a decir que realmente no la amo. Lo cierto es que todos se equivocan, su dinero no me importa, lo material que me ha llegado a dar no es nada en comparación a lo que me da y me ofrece como persona y los que dicen que no la amo no tiene ni idea de lo que es el amor y lo que es amar.

No puedo decir que me enamoré de ella en el primer instante que la vi, eso sería absurdo, lo que si puedo decir y asegurar es que la primera vez que la vi sentí algo que no puedo explicar. Me impresionó, me intrigó y me cautivó, el amor que nació en mí vino cierto tiempo después. Fueron sus acciones, sus gestos de atención y amabilidad, fue su mirada profunda y tierna; la mirada que nadie más ha visto, fue su sonrisa; aquella que solo es sincera cuando platica conmigo, fue su sinceridad y vulnerabilidad. Fue todo aquello que me hizo sentir especial y única en el mundo, fue su calidez y autenticidad de mostrarme su enojo, felicidad, tristeza y angustia; porque no creo que allá algo más puro y verdadero que poder ser tú mismo.

Tengo muchos recuerdos con Lena, pero hay uno de tantos que siempre suele volver a mi memoria. Es un recuerdo demasiado simple que podría ser catalogado como insignificante o no tan importante y este recuerdo es tan significativo para mí por el hecho de que, por ser quien soy y por mi condición no humana yo no solía experimentar lo que otros humanos y los que me rodeaban y sabían de mi condición no prestaban esta atención a los detalles. Así que cuando conocí a Lena ella en un principio no sabía de esto y cuando llegó a saberlo no cambió su forma de tratarme y jamás cambiaron esos pequeños detalles.

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Aún era invierno y el frío parecía calar en los huesos, las personas se ocultaban tras gruesas bufandas y cálidos abrigos. Ella no era la excepción, estaba igual a todos los demás, bufanda blanca, abrigo negro y guantes de piel negra, yo esperaba su llegada en la cafetería, mi abrigo no era tan pesado como el de los demás, mis guantes eran un chiste comparado al de otros y no usaba bufanda, para mí eso era lo normal ya que no podía sentir el frío como tal. Ella llegó al lugar con las mejillas sonrosadas, quitándose todo aquel caparazón de protección contra el frío, dentro del establecimiento era cálido, pero esa calidez no se puede comparar con lo que me hizo sentir después.

Fue una merienda tranquila, no había tanto bullicio y la tarde estaba cayendo dejando un cielo nublado y oscurecido. Platicamos de todo y de nada y cuando llego la hora de irnos ella pago por ambas y me ofreció llevarme a casa, ese día no llevaba a su chofer y su auto estaba estacionado relativamente lejos y es aquí donde mi corazón vuelve a latir con fuerza y rapidez, hincándose con amor ante el recuerdo. Ambas tomamos nuestros abrigos y salimos a la intemperie con un aire gélido chocando en nuestros rostros y fue en ese momento en el que ella me volteo a ver con cierta sorpresa y alarma en sus ojos, y sin decir nada se quitó su bufanda y la puso alrededor de mi cuello con una sonrisa que no puedo definir su significado.

— ¿Olvidaste tu bufanda? — Me preguntó en tono bajo e íntimo.

— No creí necesitarla, Lena. — Le contesté de igual manera.

Sentía que el corazón escaparía por mi boca y puede sentir mis manos temblar al oler su esencia en aquella prenda, puede ser que ese temblor ella lo interpreto como si temblara por el frío, entonces negó para sí misma y tomó mis manos dándoles calor con sus labios para después sacarse un guante y ponerlo en una de mis manos para guardar la otra en su abrigo entrelazada con la suya.

— Será mejor irnos rápido, antes que el frío nos congele en este lugar. ¿No lo crees?

— Por supuesto. — tartamudee

Ella sonrió y vi cómo se estremeció, estoy segura que ella si fue por el frío y no por otra emoción.

— Tienes las manos frías, Kara, pero tu rostro esta tomando color. Vamos.

Ella no sabía que era inmune al frío en ese momento, pero incluso cuando lo supo esos pequeños gestos nunca cambiaron. Tiempo después paso algo similar, esta vez ella ya sabía sobre mi condición no humana y todavía no inventaba los inhibidores de sol rojo para poder vivir como un humano a su lado, sin embargo, volvió a protegerme del frío y a darme calor con su cuerpo.

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Como este tengo varios recuerdos, que varían en tiempo, situación y acontecimientos, pero por ahora puedo decirte que esta es una de las tantas cosas que me hizo enamorarme de Lena. 

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