Te arrepentirás cuando desaparezca [Mitake]

Depresión

Manjiro recuerda como su dolor se volvió en algo peor.

En una depresión que casi lo lleva a su muerte.

Y su piel demostraba el dolor acumulado.

Desde ese día en que Mikey vio las noticias, no podía dormir, tenía pesadillas, lloraba todos los días, se lamentaba y se jalaba los cabellos.

Todos sus amigos intentaron animarlo, pero nada parecía ayudar, todo lo contrario empeora y tal parece que Mikey pensó que era lástima lo que sentían por él y estalló.

—¡No quiero su maldita lástima!– grita furioso de esas miradas que siempre odió en las personas– ¡Lárguense y no regresen con sus hipocresías! –al terminar de gritar lleva su mano a su cabello y nota como un puñal de su cabello queda en su mano, Emma grita llena de miedo y Shinichiro al oír a su hermana menor gritar, corre a ver lo que pasa y también queda horrorizado como los demás.

Shinichiro se acerca a Mikey y lo abraza mientras llora por lo que le estaba pasando a su hermanito.

—Te llevaré al médico y buscaremos una solución, todo saldrá bien– Shinichiro intenta ser positivo, pero Mikey no reaccionaba y solo miraba su mano llena de su cabello– por favor retírense, necesitamos un momento en familia– los amigos de Mikey lo entienden y se retiran pidiéndole disculpas al afectado.

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Manjiro no le prestaba atención al médico, no le importaba lo que hablaba con su hermano mayor, Shinichiro.

—La pérdida del cabello entonces fue a causa del estrés acumulado –dice Shinichiro y el doctor asiente.

—Si y las manchas que tiene en su piel es por la depresión, no deberían dejarlo solo y tampoco muestren lastima por su sufrimiento, solo sean ustedes mismos –el doctor le recomienda al pelinegro– aquí están unos medicamentos, por favor que no se salte ninguno.

—Lo tendré en cuenta, muchas gracias, Doctor.

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—Mikey-nii, aquí están las pastillas que te tienes que tomar todo, no las botes, ahora regreso con un vaso de agua- Mikey solo espera hasta no ver a su hermana y agarra uno de los frascos de pastillas.

—Dijo que me tomará todo, eso haré– se dirige al baño y lo cierra con seguro, abre el frasco y agarra un puñal de pastillas, no espera, solo traga, escucha a Emma regresar, pero no le presta atención y vuelve a ingerir otro puñal de pastillas.

Se recuesta en la pared, hasta sentarse en el piso.

Siente la voz de Emma exaltada y luego la puerta abriéndose de una patada, en ella aparece Izana y detrás Emma.

Ni para morir servía.

Hoy en día le agradecía a Emma e Izana sus rápidas reacciones.