– ¿Y tú la mereces a ella? – preguntó.
– Sí, merezco cada célula de su cuerpo.
– ¿Y por qué yo no?
– Créeme que, cuando se habla de acuerdo a vivir con los instintos, no es para todo tipo de personas –sonreí, apreciando cómo el placer de torturarme se desvanecía en su rostro –. Hay muchos instintos que deben ser reprimidos porque están desventurados, malignos. Algunos tenemos la gracia física y mental para llevarlos acabo; tenemos las líneas perfectas para ser malvados. Míranos a Suellen y a mí, ¿pero tú? Tú pareces haber nacido para ser la víctima, condenado a la miseria innecesaria. Así que te invito a que no quieras intimidarme y mucho menos burlarte de mí, claramente tú tienes las de perder. Eres aburrido, inocente y estúpido, ¿ó sea? Predecible. Ella no te querrá así por mucho tiempo.
Bernard inquisitivamente a Suellen, esperando ser defendido, pero ella permaneció tendida en la cama, medio queriendo hacerse la dormida, haciéndose la muerta. Yo había levantado una fortaleza contra la invasión de ideas, contra la deseable candidez de Bernard. Sonreí, regresando la atención al cuaderno y a la pluma, escribiendo con la inspiración que la perversidad me había regalado. Y empecé a pensar y yo no quiero comprender: Suellen había destruido la realidad. Cada caricia, cada susurro, cada beso era una mentira. Vivía en una ilusión.
– Yo sólo quiero preguntarte algo Brett – habló Bernard.
– ¿Cómo sabes que ella no me prefiere a mí? ¿Cómo sabes que ella no quiere algo de inocencia en su vida? ¿No crees entonces que, con tantos años, se aburriría de tanta perversidad? ¿Estás seguro de que, cuando te encuentras entre sus piernas, ella no piensa en mí? Puede que así sea... Yo no le he entregado todo de mí a Suellen, soy una novedad, ¿y tú qué eres? Si hasta le has confesado tu amor.
Herir y ser consciente de que se hiere. Él tuvo la última palabra. No tuve la valentía para hablar devuelta. Luché por no aproximarme a Suellen y preguntarle. No quería sufrir una humillación. Bernard había atropellado mis sentimientos. La autocompasión fue mayor que la pasión y guardé silencio.
«With ice in her blood»
«And a Dove in her head»
«Well, how does she feel when she's in your bed?»
Una lágrima escurrió por mi mejilla mejilla y cayó sobre el papel.
«When you're there in her arms»
«And there in her legs»
«Well I'll be in her head»
A la mañana siguiente, desperté con un buen desayuno. Me despertó el aroma. En una bandeja plateada habían traído café, leche caliente, fruta, pan, galletas, mantequilla fresca y cigarrillos. Suellen se sentó sobre el brazo del sillón y me besó la sien. Usaba una bata como la mía, estaba desnuda por debajo. Me sentí celoso. Hice a un lado la comida y fui directamente por el tabaco. Ella me acarició el cabello, sonriendo con dulzura. Pensé que carecía de capacidad para apreciar lo que a uno le aquejaba, no le importaba nadie más que sí misma, sólo eso. Sin embargo, yo estaba seguro de que podía parar en la mierda un centenar de veces, pero siempre saldría a flote y recuperarme con dignidad. Volvería de nuevo a mi trono de orgullo y miraría con altivez a cada uno de los seres existentes del mundo. Suellen era un momento, un bello momento que se superaría como todos los amores que ya había dejado en el olvido.
– ¿Dónde está Bernard? – pregunté.
Me arrebató el cigarro de entre los dedos y se lo llevó a los dulces labios. Me incliné humildemente ante su fantástica faz y recibí el humo que abandonaba su boca.