¿Qué pasaría si Beatrix no fuera la mamá de Reiji? ¿Y si Karl no fuera su padre biológico? Y....¿si toda su vida fuera una cruel mentira?
Verdades dolorosas saldrán a la luz, mentiras ocultas que creyeron olvidas reaparecerán, pero ¡oh!, la vida no...
Había pasado un día desde que Reiji llevó a la mujer a su laboratorio. La misma pregunta se repetía una y otra vez:
¿Quién será está mujer?
Era un tanto curioso que estuviera en la mansión, más aún si se encontraba con mucha seguridad y escondida entre tantas paredes.
¿Alguien sumamente importante?
Quizás no esté equivocado. Quizás sea alguien de la alta cuna, o quizás solo lo está pensado demasiado...
Reiji sacudió la cabeza. No. Esto no se puede quedar así, decidió. Se levantó bruscamente del asiento y se dirigió al sótano.
Cuando llegó al mencionado lugar frunció el ceño. Definitivamente mandará a esos inútiles de sus hermanos a limpiar ese asqueroso lugar.
Caminó derecho, buscando algo que ni él mismo sabía. ¿Talvez alguna pista de quién es esa mujer?
Cuando llegó a una estantería vió un libro interesante y peculiar. Levantó una ceja y acercó poco a poco su mano a él. Cuando el guante tocó su cobertura; un chirrido irritante se escuchó de inmediato. La pared se movió, dando paso a un cuarto secreto.
¿Más secretos?
Se adentró con calma, encontrando la estrecha habitación polvorienta. En ella se encontraban varias cajas cubiertas de polvo y telas de araña. Cuando abrió una encontró prendas de lujos, joyas y cosas de uso personal.
Interesante, ¿no?
En la caja cerca de esa se encontraban varios discos viejos y rallados, en muy malos estados a decir verdad. Con ellos se encontraba un libro, específicamente un diario.
"¿Por qué estaría ocultado?"
Se preguntó Reiji a si mismo. Suspiró, agarró la caja y se teletransportó a su habitación. Ahí tenía un viejo televisor, al fin le daría uso.
Le quitó el polvo y puso un disco, rápidamente la pantalla transmitió una imagen en blanco y negro, donde aparecía una mujer bella y elegante sentada en lo que parecía una mesa de té.
El que sujetaba la cámara se movía constantemente de un lado a otro, hasta que la mujer suspiró profundo y habló con una voz delicada, no empalagosa y chillona, si no, elegante.
"Karl, te pido de favor que dejes de grabarme. Respeta mi privacidad"
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