༺♱ 𝑷𝑨𝑹𝑻𝑬 𝐈𝐈𝐈 ♱༻

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Kai Milton

El cielo gris de otoño se cernía sobre el cementerio como un manto de tristeza. Las hojas secas crujían bajo los pies de los dolientes, y el aire frío llevaba consigo el aroma a tierra húmeda y flores marchitas. Kai Milton, con su traje negro impecable y sus gafas oscuras ocultando sus ojos enrojecidos, se acercó a Marcus Goodwin, quien permanecía de pie frente a las dos tumbas recién cavadas, inmóvil como una estatua de dolor.

Kai posó su mano en el hombro de Marcus con un gesto reconfortante. El tacto cálido contrastaba con la frialdad del ambiente, como un recordatorio de que la vida continuaba a pesar de la pérdida. Marcus estaba enterrando a su esposa y a su hija a la vez, y Kai no podía ni imaginar el abismo de dolor en el que el hombre se encontraba sumergido. Él mismo estaba exhausto, agotado por la constante presencia de la muerte, por los interminables funerales y el peso de las lágrimas no derramadas.

De repente, Marcus se giró hacia Kai, sus ojos brillando con una mezcla de desesperación y rabia contenida.

—Voy a matar al que haya hecho esto—declaró, abrazando a Kai con fuerza, su voz quebrada por la emoción.

Kai solo pudo asentir, compartiendo la convicción de Marcus sin necesidad de palabras. Sintió cómo sus propias lágrimas amenazaban con desbordarse, y las secó discretamente por debajo de sus gafas oscuras. Miró alrededor, observando el mar de rostros sombríos y trajes negros. Reconocía a algunos familiares de los Goodwin, pero la mayoría eran extraños para él. Su mirada se detuvo en Emma, la única cara familiar entre la multitud. Notó con amargura que ni siquiera Neil, su mejor amigo, había acudido a dar el último adiós a Clarissa y Rose.

La ausencia de Neil le dolía profundamente, añadiendo otra capa de decepción a su ya abrumada mente. Vio a Marcus luchar por contener su dolor, y se sintió impotente. Quería apoyarlo más, pero no sabía qué más hacer. No podía devolverles a Clary y a Rose, y esa realidad pesaba sobre él como ladrillos.

Emma se acercó, aferrándose al brazo de Kai como si fuera un salvavidas en medio de una tormenta —¿Por qué está pasando esto?— se lamentó entre sollozos, su cuerpo temblando con cada respiración entrecortada.

Kai la envolvió en un abrazo, notando por primera vez lo cercanas que se habían vuelto Emma y Clarissa en los últimos años. Su propio dolor era tan inmenso que apenas había tenido espacio para considerar el de los demás.

—¿Has hablado con la policía?—preguntó Kai, su voz baja y cautelosa. No estaba realmente preocupado por ello, pero necesitaba saber.

Emma se apartó ligeramente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Sí, ayer. No pude decirles más de lo que ya sabían. Ahí me enteré de lo de Rose...— hizo una pausa, dudando antes de continuar—. Pero creo... ellos creen que fuiste tú.

Kai sintió cómo su estómago se contraía ante esas palabras, pero mantuvo la compostura. —Es lo normal— se dijo a sí mismo, su voz apenas un susurro. —Soy la pareja después de todo.

Emma lo miró con una mezcla de compasión y frustración.

—¿Vas a seguir con esta farsa? Clarissa está muerta después de todo— soltó, su tono más duro de lo que pretendía.

Kai se tensó visiblemente, sus músculos rígidos.

—No es una farsa, Emma. Que tú no lo entiendas es otra cosa— protestó, su voz conteniendo un deje de irritación.

Emma bajó la cabeza, arrepentida.

—Lo siento...— se disculpó, su voz apenas audible —No quise expresarme así— añadió, tomando la mano de Kai en un gesto conciliador.

𝗘𝗟𝗜𝗧𝗘 𝗖𝗥𝗜𝗠𝗜𝗡𝗔𝗟 ||©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora