Emily Grayson
El viento otoñal, implacable y cortante, azotaba el parque con furia, agitando las hojas caídas en remolinos caprichosos. Evelyn, con sus cabellos dorados danzando salvajemente alrededor de su rostro, caminaba con determinación por el sendero de grava. Su intención de dar un tranquilo paseo se vio frustrada al toparse con las cintas amarillas de la policía que acordonaban una sección del parque, prohibiendo el paso.
Los oficiales que custodiaban la escena reconocieron de inmediato el rostro familiar de Evelyn. Con una mezcla de resignación y complicidad en sus miradas, fingieron no verla mientras ella se escabullía ágilmente bajo las cintas, adentrándose en la zona restringida. El aroma a tierra húmeda y hojas en descomposición se mezclaba con la tensión palpable en el aire, creando una atmósfera inquietante.
A lo lejos, Evelyn divisó la figura alta de Enzo, el detective a cargo del caso. Con pasos decididos, se acercó a él, una sonrisa traviesa dibujándose en sus labios.
—¡Enzo, qué bueno verte por aquí! —saludó con un entusiasmo que contrastaba con la seriedad del entorno.
Enzo se giró, sorprendido por la repentina aparición de Evelyn. Sus ojos, cansados por las largas horas de investigación, se entrecerraron con una mezcla de irritación y curiosidad.
—¿Hay algún cadáver aquí o me estoy perdiendo de algo? —preguntó con sarcasmo, alzando una ceja.
Evelyn rio suavemente, ignorando el tono mordaz del detective —Solo quería pasar a saludar... y de paso contarte que la prueba de paternidad dio negativa. Milton no es el padre, ya lo sospechábamos, después de todo.
—¿Sospechábamos? —Enzo frunció el ceño, su voz cargada de reproche—. Creo que te estás equivocando, tú no haces esas cosas. Limítate a abrir gente muerta.
—Hey, este caso está bueno, déjame disfrutarlo —se quejó Evelyn, con un deje de diversión brillando en su mirada. El viento jugaba con su cabello, dándole un aire despreocupado que contrastaba con la seriedad de sus palabras—. Y esa pistola no mató a Clarissa. Buscamos una Colt, ¿acaso pensabas que tendrías tanta suerte?
Enzo se regañó a sí mismo en silencio. Era cierto, se había hecho demasiadas ilusiones con poder avanzar en el caso de Clarissa, olvidando que resolver un caso podía tardar meses e incluso años. La frustración se reflejaba en la tensión de sus hombros y en la forma en que apretaba la mandíbula.
Evelyn, notando el desánimo del detective, continuó con un tono más suave: —Pero no todo es tan malo. Hicimos una lista que se redujo bastante, con los sospechosos...
—Personas de interés —la corrigió Enzo automáticamente, su instinto profesional saliendo a flote.
—...que tienen registrada el arma que coincide con la que mató a Clarissa —prosiguió Evelyn, ignorando la interrupción—. Solo uno: Marcus Goodwin. Pero es muy probable que él le haya dado esa pistola y que el verdadero asesino la haya utilizado en su contra —razonó, sus ojos brillando con la emoción de la deducción.
Enzo suspiró con pesar, sintiendo cómo el caso volvía a un punto muerto y sus ánimos decaían. El viento frío parecía reflejar su estado de ánimo, colándose entre su ropa y erizando su piel. Por el momento, se concentraría en el ordenador de Clarissa y sus sospechosos. El arma y el verdadero lugar en que se dio el crimen eran otro asunto. Ni siquiera tenía una sospecha sólida de nada; solo resolvería el caso con un milagro, o con ayuda de alguien que supiera más de lo que realmente decía.
El silencio se instaló entre ellos, roto solo por el susurro del viento entre los árboles y el lejano murmullo de los oficiales trabajando en la escena. Enzo estaba a punto de despedirse cuando un joven oficial se acercó apresuradamente, su rostro enrojecido por el esfuerzo y el frío.
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𝗘𝗟𝗜𝗧𝗘 𝗖𝗥𝗜𝗠𝗜𝗡𝗔𝗟 ||©
Bí ẩn / Giật gânEn las impecables praderas del club de polo, un grito estremecedor rasga la quietud de una mañana estival. El cuerpo brutalmente mutilado de Clarissa Goodwin, hija de una de las familias más poderosas de la ciudad, yace en el campo. Su brazo ha sido...