𝗘𝗟𝗜𝗧𝗘 𝗖𝗥𝗜𝗠𝗜𝗡𝗔𝗟 ||©

༺♱ 𝑷𝑨𝑹𝑻𝑬 𝐕 ♱༻

Neil Greene

La noche se cernía sobre la ciudad como un manto de terciopelo negro, salpicado de estrellas distantes. En la penumbra de la habitación de Kai, la tenue luz de la luna se filtraba a través de las cortinas entreabriertas, proyectando sombras danzantes sobre las paredes descoloridas. El silencio era casi palpable, roto solo por el sonido ocasional del susurro del viento.

Jason, con el corazón latiendo desbocado en su pecho y las manos temblorosas por la adrenalina, cargó el cuerpo inerte de su amigo hasta la cama. El peso de Kai le sorprendió; era liviano, demasiado liviano. Mientras lo depositaba suavemente sobre las sábanas arrugadas, Jason no pudo evitar notar cómo los huesos de Kai se marcaban bajo su piel pálida, casi traslúcida. La preocupación se instaló en su estómago como un nudo frío y pesado.

Con movimientos frenéticos, Jason corrió al baño contiguo. El eco de sus pasos resonaba en el silencio sepulcral de la casa, amplificando la sensación de urgencia que lo embargaba. El baño, extenso y luminoso, albergaba el aroma de de suaves perfumes y cremas costosas. Rebuscó entre los estantes y gavetas hasta encontrar un pequeño frasco de alcohol. Sus dedos temblaban mientras lo agarraba, casi dejándolo caer en su prisa.

Regresó apresuradamente a la cama, donde Kai yacía inmóvil. Su rostro, normalmente lleno de vida y expresión, era ahora una máscara de palidez enfermiza. Las sombras bajo sus ojos parecían más pronunciadas que nunca, como si la vida misma se estuviera drenando de él. Jason acercó el frasco a la nariz de Kai, conteniendo la respiración mientras esperaba una reacción. El olor acre del alcohol llenó el aire, mezclándose con el aroma a sudor frío y miedo que emanaba de ambos. Los segundos se arrastraban como horas, cada instante una tortura de incertidumbre. Jason observaba el pecho de Kai, buscando con desesperación algún signo de movimiento, alguna indicación de que su amigo seguía con él.

Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, los párpados de Kai comenzaron a temblar. Un suspiro de alivio escapó de los labios de Jason, el sonido resonando en la quietud de la habitación.

—¿Clary...? —murmuró Kai, su voz apenas un susurro ronco, como papel de lija contra la garganta. Sus ojos, aún desenfocados y nublados por la confusión, buscaron algo en el rostro de Jason. Con dedos temblorosos, Kai enredó un mechón del cabello de Jason alrededor de su índice.

Jason sintió una punzada de dolor en el pecho, una mezcla de celos y tristeza que amenazaba con ahogarlo. —Soy Jason —aclaró con voz suave, tratando de ocultar la amargura que le provocaba ser confundido con alguien más, especialmente con ella—. ¿Cómo te sientes?

Kai parpadeó lentamente, su mirada aún perdida en algún punto indefinido del espacio. Las luces y sombras jugaban en su rostro, acentuando los ángulos afilados de sus pómulos y la palidez de su piel. —Como si estuviera drogado... —respondió, su voz arrastrándose como si cada palabra fuera un esfuerzo monumental, cada sílaba una batalla contra la inconsciencia que amenazaba con reclamarlo una vez más.

Jason asintió, sentándose al borde de la cama. El colchón se hundió bajo su peso con un crujido apenas audible, y pudo sentir el calor febril que emanaba del cuerpo de Kai, contrastando con la frialdad de la habitación.

—Es normal... —dijo Kai, su voz apenas audible, más para convencerse a sí mismo—. Sólo un mal día, lo juro.

En su mente, sin embargo, una voz gritaba: "No hay forma de que esto sea normal". Las palabras se le atascaron en la garganta, formando un nudo que amenazaba con asfixiarlo. No sabía cómo abordar el tema sin abrumar a Kai en su estado vulnerable. El miedo a decir algo equivocado, a empeorar la situación, lo paralizaba. En su lugar, optó por mantenerlo despierto con preguntas suaves, esperando que la conversación pudiera anclar a Kai en el presente.