Capítulo 4 Caras conocidas

5 0 0
                                    

Qué alivio es abrir los ojos en un lugar conocido, donde sabes que estás a salvo en un lugar al que puedes llamar hogar. Extrañaba mucho esta sensación de calidez, ese sentimiento de paz cuando abres los ojos por la mañana y sabes que al salir de la cama todo estará frío, así que solo te acurrucas entre las cobijas como un niño pequeño.

Después de un par de largos minutos, salí de la cama

y decidí comenzar a prepararme  para el día que me esperaba, tampoco es que tuviera muchas cosas por  hacer, pero ya tenía por costumbre hacer ciertas cosas cada mañana, así  que así lo hice, ducha, desayuno, vestirme, leer las noticias, y salir  ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

y decidí comenzar a prepararme para el día que me esperaba, tampoco es que tuviera muchas cosas por hacer, pero ya tenía por costumbre hacer ciertas cosas cada mañana, así que así lo hice, ducha, desayuno, vestirme, leer las noticias, y salir de casa.

Tenía que enfrentarme a aquello que me aterrorizaba y qué mejor que comenzar a hacerlo desde ya, desde antes de tener que encararlo nuevamente, así que bajé al taller para revisar el estado de la nave e intentar hacer memoria de todo lo que había ocurrido. Al llegar, lo primero que hice fue subir hasta la plataforma de la nave para revisar el gancho que debía haberme mantenido sujeto, después de un rato no encontré nada que pudiera satisfacer mi curiosidad, así que decidí subir para tomar el almuerzo.

-Trinidad, hola- Dijo Ana Camerona, una vieja amiga con la que pasé mucho tiempo en mi juventud dentro de la nave.

-Ana, hola, cuanto tiempo- Le respondí sorprendido.

-¿Oí que tuviste un accidente hace poco, estás mejor ahora? Preguntó ella con una voz muy suave y gentil que siempre la caracterizaba.

-Sí, estoy bien ahora, ya solo quedan cicatrices y recuerdos. ¿Tú como has estado? Pensé que no volverías aquí-. Le respondí con curiosidad.

-Pues, ya ves que uno siempre regresa a donde pertenece...- Dijo ella mientras se ponía el cabello tras la oreja derecha y luego continuó diciendo – ¿Te invito a comer y me cuentas como ha estado todo?-.

Subimos a la cafetería y me contó muchas cosas, al igual que yo a ella, hacía unos 6 años que no nos veíamos, ella había ido a la tierra para hacerse cargo de un orfanato, le hacía mucha ilusión, ya que ella misma pasó por la experiencia, nunca tuvo padres ni familia que cuidase de ella, sin embargo, recibió un muy buen trato en el orfanato donde paso la mayor parte de su infancia, hasta antes de ser reclutada por eso quería devolver el favor.

Al parecer, no le llenaba, por esta razón dejó preparado todo y enviaría supervisión constantemente, para asegurarse de que los niños estuvieran bien cuidados en su ausencia, ella ya no se haría cargo del lugar y en lugar de ello, volvería a hacer misiones, a arriesgar su vida como yo... no me alegraba demasiado oírla decir aquellas palabras, pero tampoco tenía derecho a prohibirle nada.

Me hizo muy feliz volver a verla y aunque me entristeció saber que querría volver a trabajar bajo las mismas condiciones de riesgo que yo, admiraba su valentía.

Finalmente, nos despedimos, la acompañé hasta el elevador y la vi despedirse con una sonrisa en su rostro.

Ya casi sería hora de mi cita con la doctora Piedad

EstrabasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora