Crush: El acto de estrellarse contra el suelo de forma abrupta y olvidar por completo cómo se ha llegado a ese punto.
Haechan apenas puede abrir los ojos sin marearse, incluso cuando la cantidad de luces a su alrededor se limita pobremente a una. No hay dolor en su cuerpo, por lo que respirar no debería ser una dificultad, necesita inhalar de forma profunda, pero no puede hacerlo.
—¿Qué? —Se toma a sí mismo por la garganta ante una desesperación natural. No siente nada entrando, ni siquiera puede que su pecho y costillas duelan para extenderse dentro de ese apretado corset.
—Está bien—dice una voz que no reconocería en absoluto, él sabe que no está bien, que nada duele y eso es peor que morir. Sin dolor no hay vida, sin aire ésta se extingue. Las flores no pueden extinguirse sin más, antes de todo tienen que mostrar su belleza y ser elogiadas.
—Hyung, ¿cómo te encuentras?
Es nuevamente el desequilibrio en su ser llegando a romperse en pedazos, otra vez ese hombre, llamándolo como si fuesen cercanos y ocupando un lugar que solamente las manos de Mark deberían tener.
—¿Quién eres?
Una vez se vista se acostumbra, nota a la muchedumbre a su alrededor, no es a quienes espera ver tras sufrir una caída, no ve a su familia alrededor.
—Tu prometido.
No lo conoce, no lo recuerda, por más que lo intente, ¿cómo puede haberse comprometido con alguien sin conocerlo de vista?
Tiene una memoria pobre, pero no tanto como para alucinar jóvenes apuestos, él no es Mark, ni tampoco Renjun o siquiera Taeil, no es ninguno de sus prometidos anteriores, no tiene el rostro incluso si ellos ya han muerto.
—No te conozco, —se las arregla para no tartamudear mientras retrocede, debe ser un sueño causado por el desmayo, tuvo que abstenerse de comer para poder entrar en el corset de manera delicada—despierta, Hyuck, despierta.
Cuando golpea su propia cabeza con una mano y se talla los ojos, nada cambia.
—No te muevas, vas a lastimarte—el corazón casi se le sale si no fuese porque apenas lo siente latiendo, al mirar la mano de ese hombre con el anillo ligero que tejió en el bosque. —Cálmate, cariño.
—¡No! ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando aquí?
Por más que se suplique a sí mismo que no debe llorar ante la menor provocación, siente los pétalos caer y escucha las voces enternecidas de quienes lo rodean. Tiene miedo de un lugar tan lúgubre y con rostros que poco a poco se distorsionan ante sus ojos para reflejar nada más que la muerte misma.
No puede ser. No pudo haber muerto, no puede ser la razón por la que respirar se siente tan extraño e impropio, debe ser su ansiedad jugando en contra de él y reflejando en su mente quejumbrosa una muerte tras la cena con los Lee. Hasta eso lo ha arruinado, ahogado por un trozo de pan.
Ya era hora.
—Es una historia larga...
—Y vaya, qué historia, —dice alguien más empezando mientras mira al joven que dice haberse propuesto a desposar tocarse el pecho con tristeza—nuestro Sungchan ha perecido a tan noble edad por un amor injusto.
¿Perecido?
Parece una flor, nada marchita en comparación suya.
—¿Sabes que es un atasco floral?
¿Cómo no saberlo si es su peor miedo?
La gente cuenta leyendas, de todo tipo y todo el tiempo; sin embargo, algo siniestro abraza ese mito de poca aparición, jamás ha presenciado o escuchado de un caso de atasco florar, ningún florista que conoce lo ha sufrido, ni siquiera es cercano a lo que un corazón roto puede ser.
—Tú no luces muerto—responde a la brevedad. Los atascos solamente suceden en historias de amantes dolosos, en novelas trágicas y poemas épicos, como Aquiles cuando Patroclo murió. No son leyes de la vida real.
Y ahí está, tristemente deslizando la tela de su camisa aún arreglada y nada deteriorada, para mostrar la fractura que recorre el nacimiento de su pecho hasta donde su cuello níveo protege los latidos del corazón.
No puede hacer otra cosa que aunar todas sus fuerzas en la palma de su mano y estrellarla contra su rostro, el puro sonido lo hace gritar de dolor y volver a llorar mientras sostiene su abollada mejilla.
—Deja de hacerte daño—se siente tan frágil cuando, a quien han llamado Sungchan, le sostiene en una posición floral.
De cualquier modo, eso lo ha hecho volver a respirar y sentir algo, el tacto helado de los dedos poco lánguidos del otro. En definitiva, ese hombre no puede estar tan muerto como se siente.
—Eres un florista, ¿cómo pude comprometerme contigo? No es lo correcto.
Ansía con todo su corazón volver a desvanecerse y aparecer entre las ramas húmedas del bosque, donde pertenece, en la realidad dura, mucho más que un cruel sueño sobre el destino de los no amados.
—No soy un florista, sé que parezco uno, pero soy humano, como todo aquel que es capaz de adaptarse, hyung.
Aún peor. Un humano. Un hombre que ha caído en la desgraciada, abandonado por los dioses poseedores de la razón, pues todavía siendo condenado a tener un alma corrupta, ha decidido caer por un come flores.
Los humanos son distintos a los de su naturaleza, ellos nacen egoístas y de múltiples parejas, así pueden ir por la vida probando nuevas tierras sin tener la carga de una flor muerta.
Entonces, ¿qué ha motivado a Sungchan a convertirse en alguien como él si quien lo ha abandonado apenas se ha tocado las raíces y lo dejó peor que plantado? Más bien, sepulcro.
A menos que...
—No estoy muerto.
—No lo estás y yo tampoco.
De entre todas las cosas que pueden existir, jamás creyó en el limbo, ese espacio entre la vida y la muerte que deja a sus muertos con vida y a los vivos casi muertos.
—Estoy comprometido con alguien más, lo siento.
Repite sus disculpas cual mantra religioso, pero eso no aleja al otro, no lo hace soltarle el rostro y, más bien, comienza a consolarlo de forma débil. Tan dulce y agradable.
—Ahora soy tuyo, me entregaste el anillo—reluce tan amable como eso puede escucharse, es decir, no lo hace. —Por favor, te lo ruego, no me dejes morir.
No otra vez.
¿Y quién es Lee Donghyuck para no tener un corazón que palpita ante el dolor de otros? Un dolor tan suyo, el de un alma estrellándose e implorando por una segunda oportunidad.
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LIMERENCIA [MARKHYUCK x 2CHAN]
FanfictionLa dulce y enfermiza obsesión por sentirse amado. Haechan no esperaba otra cosa, solamente le pedía a su corazón calmarse por su próxima boda con Mark, pero no esperaba recibir la invitación un día antes por parte de la muerte. [Basado en El cadáver...