Cáscaras, o una imitación de lo que él solía llamar amistad

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Al día siguiente, Antonio pretende quedarse el último de nuevo, pero sus compañeros se acercan a su escritorio. Antonio se pone nervioso, y una parte de él no puede evitar odiarlos un poco.

Ellos le invitan a tomar unas copas. Antonio no suele aceptar a esta clase de cosas, pero de repente se siente tan sólo, que decide ir sin pensarlo dos veces.

Van en un tren distinto, y por fin llegan al local. Están todos sus compañeros... y Ángela.

Está acompañada por un hombre. Uno mucho mejor que él. Uno mucho más hablador, mucho más gracioso y probablemente mucho más amable que él.

En el fondo, Antonio se alegra. Sabe que igualmente nunca hubiera tenido la valentía de acercarse a Ángela.

Y siente unas ganas increíbles de olvidar. Lo necesita.

Le ofrecen cerveza. No suele beber, pero necesita olvidar.

Bebe una copa.
Dos.
Tres.

Al cabo de poco tiempo está borracho como una cuba, y ya no ríe con sus compañeros.

Ahora sólo se siente peor que nunca.

A pesar de que el resto le pide que se quede, él insiste en volver a casa. Sale al aire congelado de la noche.

Tal vez hoy haya otra helada, piensa.

Quiero ser escarchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora