CAPÍTULO 4

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Llevaba una semana de clases y tampoco me había ido tan mal, quitando las barreras del idioma. El sábado, mientras punteaba una guitarra que Mat me había dejado, Alan entró a mi cuarto sin llamar. Al parecer había cogido la costumbre, y yo también de hacérselo a él, todo hay que decirlo. Llegó con Ride Out puesta en el altavoz portátil. Y comenzó a bailar mientras sacaba palabras sueltas de la letra mientras yo me partía de risa. En el instituto tenía un amigo, Phill, que rapeaba de lujo y más de una vez se habían metido con él por su condición de tener un padre negro, y una madre blanca. A mí aquello me pareció una idiotez, no puedes considerar a alguien "sucio" por ser mulato.

Volviendo a Alan, se había quitado el pañuelo que llevaba en la cabeza y ahora me miraba mientras cantaba desentonado.

-Ry de mi corazón, ¿Te gustaría salir esta noche de fiesta?

-Alan, mi vida, por supuesto. ¿A dónde iremos?

-No te preocupes, Regnault tiene una casa en el campo y tenemos pensado quedarnos hasta el domingo, aprovechando que no hemos empezado los exámenes y esas cosas. Mamá ya lo sabe, y dice que sí, no le toca trabajar.

-Bien, perfecto, haré la mochila. ¿Cuánto hay que pagar? Ya sabes, comida y esas cosas...

-No te preocupes,-me guiñó un ojo- invita el señor Dagron. Nos vamos en una hora y media, más o menos, y lleva mochila porque vamos en moto.


Salió de la habitación bailando y cantando la siguiente en su playlist. Y con la misma que el salió, Manon pasó a darme cupcakes, mientras Sylvie se sentaba a mi lado vestida con una camiseta desgastada de Star Wars que le quedaba algo grande. Le enseñé lo más básico para que aprendiera a tocar la guitarra para yo hacer la mochila y degustar aquella obra culinaria con sabor a cielo que Manon me había traído.

Cuando estuve lista bajé al comedor, donde me esperaba Alan con su mochila y unas llaves. Manon también estaba allí para despedirnos.

-Bueno...-comenzó Manon- Portaos bien y no bebáis mucho, disfrutad, y Alan-hizo una pausa- no quiero que pase lo que pasó aquella vez.

-Vale mamá, todo controlado.

Nos abrazamos todos y salimos directos al garaje.

-¿Qué pasó aquella vez?-pregunté.

-Quizás me pasara con la ginebra. Quizás llegara a casa a las 12 a.m. Y quizás me trajera la policía desnudo.

Me reí tras su respuesta. Abrió el garaje y mis ojos se emocionaron esperando ver una gran moto negra, de pista. En cambio me encontré con una Vespa vieja y blanca que no estaba segura de que fuera a durar mucho más de un mes. Sonreí de lado con aquella sonrisa que Kate llamaba "la sonrisa del tiburón" y subí. La llamaba así porque insistía en que cada vez que la ponía, algo malo o gracioso iba a pasar. También porque parecía que iba a comerme a quien miraba.

El viaje en moto fue lento y caluroso. Más lento que caluroso, si cabía. La casa de campo estaba a unos cinco km, en una explanada verde, con piscina y todo en el patio trasero. No había cuartos para todos, como era obvio, así que mientras caminábamos hacia el porche Alan me comunicó que seguramente acabaríamos apilados en alguna. Tocó en la puerta y Regnault nos abrió. Si algo me llamaba la atención de aquel chico era su sonrisa de tiburón, porque a su lado me sentía como una sardina. Era como si tuviera todo controlado.

Pasamos al salón-cocina, que ocupaba prácticamente todo ese piso. Regnault nos condujo escaleras arriba, y nos dejó elegir cuarto, porque nadie había llegado. Alan me agarró del codo mientras yo chillaba.

Hasta siempre, Ryley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora