CAPÍTULO 2.

15 2 0
                                    

El avión aterrizó con el movimiento brusco de rigor. Y la maleta salió con el retraso de rigor. Y el bus.. bueno, el bus era algo nuevo. Estaba hasta los topes de chicos de más o menos mi edad, cargados de bolsos de viaje y cosas así. Todos teníamos el mismo destino, cada uno en su rincón de Francia. A mi lado se había sentado una chica de color. Sentía la necesidad imperiosa de hablarle, es decir, soy extrovertida, y me iba a aburrir (bueno, no lo sabía, pero casi seguro que sí) hasta que llegara. De pié en el pasillo del bus había un hombre con un megáfono soltando idioteces. "Llegaremos en nada, los dejaremos justo en la puerta de sus casas de acogida y todo irá fantástico". Claro que sí, campeón. Touchée. Saqué mis cascos y puse la música hasta el tope. Dos segundos más tarde, mi compañera de asiento, la chica de color, me tocó el hombro.

-Eh, ¿Sabes jugar?-me sonrió sujetando una baraja de Uno!. Claro que sabía, me pasaba horas jugando a eso con Pablo mientras Kate elegía vestidos.

-Claro, pero te deseo suerte, yo me gradué con honores en este juego.

Me pasé una hora de trayecto jugando con la chica de color, que se  llamaba Zene, y venía de Sudáfrica, y me dio hasta pena cuando, dos o tres horas más tarde, gritaron mi nombre por el megáfono. Me despedí de ella con la mano y bajé. Estaba en un vecindario lleno de casas. Todas eran diferentes, y en frente de mí, se encontraba una de color blanco. El jardín estaba cuidado y todo lucía la mar de bien. Me adentré. Si ese iba a ser mi hogar, podía quedarme toda la vida. Hasta el timbre brillaba. El din-dón resonó por el interior y una chica peliroja que tendría catorce años me abrió la puerta. El pelo ondulado la caía hasta las caderas y sentí una profunda envidia. Compuse mi mejor sonrisa y le hablé en francés.

- Hola, soy Ryley, ¿Es la casa de los Dagron?

-Oh, no. Disculpa. Su casa es justo la de la derecha, esa de ahí.- me la señaló con la mano.

- Mierda, bueno, gracias igual, ya nos veremos. - Me despedí con la mano y salí casi corriendo. Estas cosas sólo me pasan a mí. Miré la que sí era mi nueva casa, y, bueno... Era todo lo contrario a la anterior. Teja roja, césped descuidado, un martillo tirado aquí, un corta-césped volcado allá, y un enorme labrador durmiendo a pierna suelta. Atravesé la entrada y volví a tocar. Una vez. Dos veces. Se oía mucho ruido desde fuera, entonces alguien gritó "oh, ya voy, mierdamierdamierda" y la puerta se abrió de golpe. 

-Perdona, debes de ser Ryley, ¿no? Oh, claro que eres Ryley, eres un encanto, te esperaba más bajita. Disculpa que no te hayamos abierto, se nos fue de las manos eso de recoger para parecer personas normales.- Dijo todo eso de un tirón y me dio un abrazo- Soy Manon Dagron, técnicamente tu madre.

Me reí, aquella mujer decía mi nombre de una manera extraña pero bonita, y todo en ella parecía alegre y vital. No esperaba que tuviera hijos, parecía joven, treinta y cinco, quizá. Me invitó a pasar en inglés, y me dijo que podía hablar con ella en el idioma que deseara, se dedicaba a dar tours a turistas por Toulouse y hablaba más idiomas de los que podía contar. Me llevó hasta la planta alta para dejar mis maletas. Mi cuarto estaba al fondo del pasillo, y no estaba mal. Era azul, tenía un escritorio y un armario empotrado, a demás de un espejo. Me sentí bien desde el primer instante, Manon era divertida y habladora. Me comentó que iría al instituto público de allí, y que sus hijos me lo enseñarían. Sí, tenía hijos. Concretamente, tres. Matéo, Sylvie y Alan. Todos en sus habitaciones como chicos responsables hasta que mamá Manon los avisara.

-Bueno... vamos a ver a Sylvie. Es la más pequeña, intento que sus hermanos no la corrompan.

Manon toco en la puerta a la izquierda de la mía. Entró sin esperar respuesta. El cuarto era blanco, lleno de piezas de Lego y libros por todas partes, encima de la cama se encontraba Sylvie. Tenía el pelo marrón oscuro y los ojos más azules que he visto en mi vida. Era la personificación del estereotipo de niña francesa, sólo que con pijama de batman. Me miró con cara asustada y se metió debajp de las mantas. Manon rió.

-Bueno Sylvie, esta es Ryley, la chica de la que te hablé. Sal y salúdala, esta tarde parecías mucho más emocionada porque viniera.

Poco a poco Sylvie sacó sus ojos de debajo de la mata y me miró. "hola" susurró. Salimos de allí y fuimos a por Matéo, que tenía quince años, que dormía en el cuarto de la izquierda y que nos recibió en albornoz. Cuando me vio se quedó como el papel, y no paraba de decir "Pero... pero...¿Mamá, no venía más tarde?". Nos cerró la puerta en las narices y nos dejó con la promesa de que cuando tuviese calzoncillos, iría a buscarme. Por último quedaba Alan. Su cuarto era el ático, al que se subía por unas escaleras demasiado estrechas como para que un angel de VS pasara. Y empinadas, peligrosamente empinadas. Anoté subir ahí lo menos posible. Manon tocó y alguien abrió la puerta. No lo veía porque aún estaba en un escalón, y no podía ponerme al lado de Manon por la simple razón de que no cabíamos.  Entró a la habitación y yo detrás de ella. Alguien cerró a mis espaldas, me giré.

-Ryley, este es Alan. En tu ficha pone que vas a último año, y..

-¿Tengo una ficha?-solté sin pensar.

-Oh, sí, el colegio nos la mandó, con datos escolares, asignaturas en las que te va mejor, actividades extra-escolares y esas cosas. Bueno, Alan también va a último curso, así que a lo mejor podrías presentarle a tus amigos o algo.

-Claro,mamá.- Alan, que era un chico alto y delgado, puso cara de fastidio.

-Perfecto, bueno, me voy, los dejo para que hablen.- Saludó con la mano y se fue con sonrisa cómplice. Manon era un demonio adorable.

-Bueno... Esto... ¿Quieres sentarte?- me señaló un puff negro. La habitación era, en toda su extensión, de madera. Pared de madera, techo de madera, suelo de madera. Una persiana recorría la pared, que en un punto se inclinaba, dando la forma del tejado. Y la cama era un colchón en el suelo, lleno de mantas. Había posters por todos lados, muchos de grupos que me gustaban. Me senté donde me había dicho  y él en la cama. -¿De dónde vienes?

-Eh, Arizona, Estados Unidos... Es la primer vez que salgo del país. Bueno, he ido a Canadá, pero, hazme caso, fue una mierda, así que no cuenta. ¿Has ido a América?

-No, pero me gustaría.

-Si salgo viva de aquí, puede que vayas.- el rió. Tenía los ojos verdes, como Manon. Y la misma sonrisa abierta y sincera.

Seguimos hablando un rato, luego entró Matéo y bajamos a cenar. Mañana empezaría el instituto, será divertido, pensé irónicamente.


Hasta siempre, Ryley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora