Capítulo 3.

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GRACIAS POR LEER.

Las mañanas son mejores cuando escuchas buena música. Pablo me había recomendado un grupo llamado Fito & Fitipaldis hacía un tiempo, y me había enganchado. Era un grupo español, como Pablo. La escuchaba en el autobús, de camino al instituto público de La Fontaine. Mat,que iba a mi lado, me pidió un auricular. Se lo dejé y sonrió mientras levantaba el pulgar. Detrás teníamos a Alan, que se había conversaba con un chico que ya estaba en el bus cuando nos subimos. El vehículo dio un frenazo y el conductor gritó "suerte, chicos".

El instituto era un edificio blanco, completamente normal. Con jardines alrededor y un pabellón un poco más a la derecha, nada de portones de madera y antiguos edificios de piedra. Me imaginaba encajando allí. Seguí a Mat y a Alan hasta secretaría, Mat se despidió y nosotros nos quedamos esperando por mi horario. Una señora delgada y morena me lo dio. Tenía Inglés a primera.

-Empezamos suave la semana...-comenté. El hecho de que me tocase mi lengua natal como primera clase era una suerte, no me pondría nerviosa.

-Yo también tengo inglés, y francés a la misma hora que tú. Oh, y educación física. ¡Chócala!

Juntamos los puños y nos dirigimos a la clase. Faltaba un minuto para que tocara y nadie había entrado, sólo un par de personas. Nos sentamos juntos en la penúltima fila. No quería ser pesada, pero Alan era la única persona de mi edad que conocía en el país. El timbre sonó y una mujer rubia y bajita entró al aula, seguida del resto de la clase. Llevaba un vestido floreado y unas grandes gafas de pasta, que hacían que sus ojos parecieran enormes lupas azules.

-Hi, dear pupils... ok, maybe not dear but...- siguió hablando en inglés.- Bienvenidos otro año más a nuestra clase, soy la señora Gibbs, ya veo alguna cara nueva. Bueno, una cara nueva, a los demás ya os he visto o en clase o en detención, ¿O no, señorito Regnault?- Sus ojos se dirigieron al fondo de la clase, donde un chico la miraba con sonrisa cómplice.- Bueno...-Echó una mirada alrededor de la clase y se paró en mí.- Querida, ¿Quieres venir a presentarte? En inglés, obviamente.

Me levanté y todos me miraron, habrían 30 personas en la clase. Caminé despacio hasta la pizarra y encaré a la clase.

-Bueno... Me llamo Ryley, estoy aquí porque he recibido una beca de idiomas. Vengo de Arizona.

Aunque mi vista apuntaba al resto de la clase, realmente yo no les estaba prestando atención. No soy de esas chicas tímidas que creen que van a ser comidas por un grupo de divas populares y rescatadas por un gigoló con fama de Don Juan que luego se enrollará con otra y volverá para pedir perdón y ser felices. Los libros son eso, libros, todos tienen un poco de verdad pero sería mucha casualidad que ese cliché fuera tan frecuente en la vida real. Oh, dios, ni siquiera en Arizona, plena América, pasa eso cada año.

Me senté de nuevo y pasé el resto de la clase respondiendo a todas las preguntas que hizo la señora Gibbs, que era británica. Al parecer, por ser nativa, era el ejemplo perfecto para contrastar términos y acentos entre ambos países, esto hizo que, involuntariamente, me convirtiera en el centro de atención, pero fue divertido. La señora Gibbs era una mujer con un gran sentido del humor y te trataba con tanta familiaridad que resultaba extraño que fuera una profesora.

Las tres primeras horas transcurrieron lenta y dolorosamente. Después de Inglés, había tenido Economía e Historia, ambas sin Alan. Cuando sonó el timbre del recreo me encontraba asustada entre la marea de gente, cuando una mano se posó en mi hombro.

-Alan, te debo la vida.-El se rió por mi comentario y me llevo en todo momento agarrada del hombro a la cafetería.

Cuando entramos pidió dos bocadillos de vegetales y zumos, y me dirigió a una mesa con gente. La verdad, no me había parado a pensar en lo de hacer amigos aquella mañana, ni si iba a encajar en el grupo de Alan, pero me daba igual. Él no era el guaperas de la institución, de eso me había dado cuenta desde el primer momento. Más bien se veía como otro chico simpático normal, con un grupo de amigos normal y sus pequeñas peculiaridades.

Nos sentamos y todos saludaron. Alan habló.

-Bueno, chicos, ella es Ryley, va a vivir en casa un tiempo, ya sabéis, está de intercambio. Él -Se dirigió a mí- es Jean, se lo tiene un poco creído, pero te va a caer bien.

-¡Eh!- protestó Jean. Era un chico delgado y alto, me sonaba su cara...

-Regnault- dije. Él sonrió y asintió, "el mismo", dijo.

-Je m'appelle Gabrielle, un plaisir-La chica que había hablado era delgada, con el pelo rubio y aparato en los dientes. Tenía una sonrisa muy amplia y simpática.

-Elliot, encantado. Suerte con eso de vivir en la misma casa que Alan, intenta que no te mate del aburrimiento-Alan le pegó y rió.

Y eso era todo. Estuve el resto de la comida respondiendo preguntas, intentando meterme en la conversación y aguantando el cacao de idiomas que teníamos, ya que pasábamos del francés al ingles y viceversa a mitad de frase. Eran simpáticos y la conversación no se acababa. A demás, dijeron, faltaban más en el grupo.

Cuando solté la mochila en mi cuarto me supo a gloria. Me habían dado los libros de préstamo hoy, aunque no esta segura de si de verdad los quería. Me había concienciado de que me iba a costar bastante ponerme al día en muchas materias, porque no es lo mismo una clase de Economía en inglés que en francés, te lo aseguro. Manon estaba en Toulouse con un grupo de turistas asiáticos, así que le tocó cocinar a Mat. Preparó pasta, y habría podido vivir de la pasta de Mat toda la vida. Tenía un talento alucinante para la cocina. A las cinco pasé con Alan a recoger a Sylvie al colegio.

Cuando estuvimos de vuelta, a eso de las cinco y media la casa reverberó con el sonido del timbre. Mat corrió escaleras abajo mientras se ponía una camiseta diferente a la que llevaba antes y Alan fue detrás haciéndome señas. Nos asomamos desde la escalera, por donde se veía la puerta, y vimos que Mat la abría. Intercambió unas palabras con la persona que estaba fuera y pasó. Alan me dio un codazo que casi hace que me quedara sin estómago. La chica era la vecina pelirroja, la de la melena. Mat, que era, por poco, más alto que ella, la miraba nervioso.

-Sube, Agatha, -Dijo- el cuarto está arriba.

En seguida Alan y yo corrimos a escondernos en la escalera de Alan entre risas. Quién tuviera quince años de nuevo... En seguida nos pegamos a la puerta de la habitación de Mat. Hablaban de química, y nos decepcionamos. Esperabamos algo mucho más emocionante, suele pasar cuando traes a casa a una chica y no está tu madre, así que dediqué el resto del día a hacer tarea con Alan y a jugar con Sylvie.

Hasta siempre, Ryley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora