28│You kill him

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Las luces apuntaban directamente a su rostro, como si los interrogadores intentaran quemarle con estas con el fin de eliminarlo por completo. La habitación era oscura, fría y sofocante, con un tamaño tan diminuto que tocaba los límites de lo ridículo y un gran espejo que reflejaba al cadáver viviente amarrado a la silla.

Uno de los interrogadores (investigador privado del orfanato que buscaba la verdad detrás del incendio que destruyó el edificio) se acercó hasta la mesa, donde el chico tenía la mirada fija y lanzó un golpe contra esta buscando atrapar su atención.

Ni siquiera se inmutó.

—Cuéntanos, Mark Lee —dijo con voz ronca y profunda, mirando con sumo desprecio al chico—. ¿Cómo mataste a Lee DongHyuck?

Mark tragó saliva, recordando el momento donde volvía a su hogar después de atender sus encargos, encontrándose con toda la calle rodeada por policías y ambulancias que hacían y deshacían en la casa que compartían con el chico. Él permaneció escondido detrás de varios arbustos antes de siquiera pensar en acercarse, tratando de entender qué estaba ocurriendo.

Y varios paramédicos salieron por la puerta, cargando un cuerpo embolsado y su propia mente perdió el control cuando escuchó por las bocinas el nombre de DongHyuck y como lo declararon fallecido por haberse desangrado gracias a las múltiples puñaladas que le habían dejado.

A Mark no le importó en lo absoluto que todas aquellas patrullas querían atrapar su pellejo, él corrió hasta la casa y luchó con varios oficiales para acercarse al cuerpo. Porque necesitaba verlo, asegurarse de que no era su Hyuck, que todo aquello solo era una broma de muy mal gusto y que el chico se encontraba escondido en algún lugar de la casa esperando por él.

Entonces, vio los mechones tan oscuros como el café mezclándose con pétalos de ciclamen y sus rodillas fallaron contra el asfalto.

—Yo no lo maté —su voz era lejana y sin aire, el resultado de permanecer en silencio por trece días enteros—. Yo no podría hacerle daño jamás y nunca.

—Has matado a más de doscientas trece personas y es lo que sabemos antes de que cumplieras dieciocho, todos a sangre fría, robado más de trescientas tiendas, asaltos por montón y fuiste miembro de una de las pandillas más buscadas en todo Busan, ¿y pretendes que creamos que no eres capaz de matar a Lee DongHyuck? Si hasta conseguiste su custodia completa con tal de tener absoluto control sobre él.

Ellos no lo sabían.

—Tu único amigo —recalcó el otro investigador—, hasta donde tenemos entendido.

Todo lo que hacía para protegerlo.

—Nunca podría hacerle daño.

DongHyuck era más que su amigo, era su hogar.

Las palabras salían robóticas y filosas como un cuchillo, rasgando su garganta al igual que los recuerdos de DongHyuck corriendo a su alrededor, quejándose de lo hostil que llegaba a ser y luego riendo por lo mismo.

—Eres capaz —acusa el primer investigador, Mark eleva solo un poco su mirada y nota que es rubio, pero del tipo oxigenado y mal teñido. El otro era pelinegro y observaba a su compañero con algo de miedo.

—Y nunca lo haría —dice Mark—, a pesar de todo.

—Joder, ¿puedes dejar de hablar sobre él como si estuviera vivo? —gruñe el pelinegro.

Mark aprieta sus puños encima de la mesa.

—DongHyuck está vivo —mira directamente al pelinegro—. Ese cuerpo no es el suyo.

El rubio oxigenado bufó.

—Estoy seguro de que si esto se tratara de una trampa, no hubieras reaccionado de la forma en que lo hiciste cuando lo viste. 

La última vez que Mark lloró fue cuando se incendió su hogar durante su niñez. Incluso si no tiene recuerdos claro, sabe que el fuego hizo que perdiera a las únicas personas que tenía en el mundo. Pues, eso dolor no era para nada comparado cuando vio el cuerpo en la bolsa. En ese momento era un niño con emociones apagadas, ahora es un adulto que puede sentir.

Puede amar.

Incluso cuando los policías lo golpearon para que se detuviera, Mark lloró más fuerte.

Aún llora más fuerte.

—La única verdad es ésta —el oxigenado añadió—; mataste a Lee DongHyuck porque eres un maldito psicópata y no pudiste controlar la culpa de haberle hecho daño al que le habías prometido jamás ponerle un dedo encima. Aceptalo o no, tenemos un montón de otros cargos que te encerrarán tras las rejas de todos modos.

Mark tragó saliva.

—Yo no lo maté.

—¡Sí lo hiciste! —gritó el pelinegro, harto de su actitud.

—¡Yo no lo maté! 

El rubio oxigenado pierde los estribos tomándolo de su cuello y alzándolo en el aire. Mark está tan débil que agarrarlo es como tomar un papel.

—¿Por qué mataste a Lee DongHyuck? 

—Jamás le haría daño —dice sin fuerzas.

—¿Era un mal compañero? —preguntó—. ¿Hacía las cosas mal? ¿No podías confiar en él? ¿Estás consciente de que era un niño aún? ¿No quería entrar en alguno de tus sucios juegos?

Mark niega de inmediato.

—¡DongHyuck no es nada de eso! —le molestaba que hablaran de él como si no fuera nada—. DongHyuck es todo lo bueno que hay, todo lo bueno que existe...

—¿Entonces por qué lo mataste?

—Yo no lo maté.

—¿Por qué lo mataste?

—Yo no lo maté.

—¿Por qué lo mataste?

—¡Lo amo y jamás podría hacerle daño! —confiesa sin aliento. Las expresiones de asombro de ambos investigadores aparecen al instante—. Lo amo y jamás podría hacerle daño. Lo amo y jamás podría hacerle daño. Lo amo y jamás podría hacerle daño...

El hombre lo suelta apenas su rostro empieza a empaparse con sus lágrimas, Mark aterriza sobre sus rodillas contra el suelo y permanece inmóvil sollozando despacio.

Los investigadores se observan entre sí, luego al chico que lloraba desconsolado.

—Amo a Lee DongHyuck y jamás podría hacerle daño —dice una vez más—. Prefiero ser yo quien recibiera aquellas puñaladas antes de que alguien se atreviera a borrar su preciosa sonrisa... —un sollozo le interrumpe— Antes de alguien me quitara a la única persona a la que le he importado. 

Brave Boys│MarkHyuck Donde viven las historias. Descúbrelo ahora