Capítulo 01: En las calles de Orario.

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La luna empieza a ocultarse en el horizonte, y del otro extremo del mundo el sol aparece detrás de las montañas, su luz comienza a iluminar cada rincón, las aves salen de sus nidos y emprenden el vuelo, observando desde las alturas el paisaje, y un extenso campo donde los granjeros comenzaban a trabajar, donde una mujer de cabellos naranjas estiraba su cuerpo, y aquella ave descendió posándose en su brazo. Aquella era una hermosa mujer con un cuerpo de proporciones exuberantes, una dulce sonrisa que emitía una increíble calidez a los corazones de quienes la vieran.

Ella era la diosa de la cosecha, una de las más amadas, la diosa Deméter era la encargada de alimentar a la ciudad junto a la diosa Cibeles y el dios Emesh, otros dioses de la cosecha y amigos suyos, pero a pesar de eso, aún había mortales y dioses que los miraban como menos solo por no tener una gran fuerza de combate, algo que a Deméter poco le importaba, limitándose a cumplir con su trabajo, siendo también su mayor alegría, trabajando junto a su familia sin preocuparse de que su hermosa piel se ensuciara, ya que su deseo era alimentar al mundo, y no ver a nadie sufrir de hambre.

Aquel deseo era compartido por su familia, quienes dedicaban su vida a trabajar la tierra solo para ver la radiante sonrisa de su diosa brillar

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Aquel deseo era compartido por su familia, quienes dedicaban su vida a trabajar la tierra solo para ver la radiante sonrisa de su diosa brillar. Eran felices a pesar de las burlas de unos pocos estúpidos que buscaban sentirse superiores, ya que estos al compararse con los verdaderamente fuertes, eran menos que cucarachas, siendo su única escapatoria del fondo de ese abismo de humillaciones, reírse de quienes no pueden defenderse. Poco o nada le importa a Deméter lo que ellos puedan decir, ya que tarde o temprano tendrían que rendirle cuentas por esas burlas, a la familia de la diosa Astrea.

Apenas amanecía, pero cientos de viajeros comenzaban a recorrer aquellos caminos con rumbo a la ciudad de los aventureros, muchos de estos siendo comerciantes, otros quizás solo buscaban oportunidades de una vida mejor, y algunos más volverse en hijos de los dioses, pero entre ellos había uno que resaltaba más que otros, pero no por su apariencia, sino por la enorme escolta que lo acompañaba - diosa Deméter, ahí está de nuevo ese traficante de esclavos, seguro va con la familia Ishtar como siempre - dijo uno de los hombres que se encontraban cerca, haciendo que la diosa entrara de nuevo en la casa.

Estaba asustada, sabía del peligro que representa ese sujeto, tanto que incluso Astrea no podía hacer algo sin una buena razón, y Deméter sabía que tratar de arrestarlo sin pruebas provocaría una guerra. La nación de la que ese hombre venía era poderosa, Astrea tan solo se limitaba a vigilarlo, ya que no se podía dar testimonio de algún crimen que ameritara su detención - maldito bastardo ¿Cómo se atreve a pedirle que sea su amante? ¿Qué clase de imbécil cree que puede comprar a nuestra diosa? - se decían en voz baja las personas que llegaban a verlo, pero cuando los escoltas de aquel comerciante giraban sus miradas hacia ellos, sentían un escalofrió que casi les paraliza el corazón.

Aquellos sujetos eran extraños, nadie sabía quiénes eran, pero ya habían sido testigos de su fuerza, cada uno de ellos sería comparable con un nivel 4, y había rumores circulando, que decían que había miembros más fuertes en la familia a la que ese comerciante servía, y justo delante había alrededor de 50 de ellos. Eso sería un asunto sin importancia para las grandes familias, pero ellos siendo en su mayoría personas sin bendición, y solo algunos que apenas eran de nivel 1, no se atrevían a tan siquiera mirarlos, ya que sabían que de hacer algo imprudente no podrían salvarse.

Mi amado Odr.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora