Un pequeño peluche de taiyaki descansaba sobre las sábanas amarillas de la cama, estaba rodeado de cojines blancos que hacía que el peluche resalte por su tela color ocre.
Todos sabían la importancia de ese pequeño pez, teniendo en cuenta que lo tenía desde que Draken y él se conocían, era su peluche de la suerte, ese que lo ayudó a dormir cuando feas pesadillas lo atacaban, o cuando las noches de tormenta no lo dejaban dormir por los truenos.
El olor a canela y chocolate invadía el cuarto gracias al pequeño taiyaki, haciendo que el cuarto tuviera una cálida armonía que lograba un ambiente de relajación.
A pesar de que era lo suficientemente grande como para no dormir con peluches, Mikey era completamente feliz por acostarse a dormir abrazado a el taiyaki, siempre llevándolo a cualquier parte donde se quedara a dormir. Era su bebé, su mayor tesoro, el recuerdo más lindo que tiene de su Ken-chin de pequeños.
dude, que soft todo.