Epílogo

800 43 25
                                    

—¿Por qué me miras así? —pregunta mirándome, procurando bajar la voz—. ¿Lo estoy haciendo mal?

No puedo hacer más que reírme al verlo frunciendo el ceño, mirándome expectante, con la botella de talco en una mano.

—Bueno..., —me siento sobre la cama, me tallo los ojos—. ¿Cuántas veces debo explicarte que el talco no se pone así? Ya han pasado seis meses, pero insistes siempre en hacerlo a tu modo.

Él baja la mirada, sigue sosteniendo las piernitas de Rye en lo alto, mientras el pequeño rubio mira desde abajo lo perdido que está su padre.

Esto de cambiar pañales no es lo suyo, en definitiva. Eso, a pesar de que es él quien se ocupa de hacerlo por las noches. Por salud mental, suelo no fijarme en su metodología.

Hemos intentado organizarnos lo mejor posible y adecuarnos a esta nueva etapa de nuestras vidas. Dos hijos no es nada fácil, pero de ninguna manera podría arrepentirme de ello. Y sé que Peeta tampoco, no a pesar de que en este momento parece estar a punto de soltar un grito de desesperación.

—Mierda —maldice en voz baja, mirando el talco—. Sabía que debía hacer esto antes de que tú despertaras.

Me levanto, y lo ayudo a terminar de cambiar a Rye, quien ya ha comenzado a inquietarse.

—¿Qué? —echo el talco y cierro el pañal—. ¿Te pongo nervioso?

Escucho su risa.

—Siempre —me mira—. Pero, ahora me siento más juzgado que otra cosa.

Le sonrío.

Él recoge las cosas y se va al baño. Yo me quedo con Rye, quien pone la mano en el borde de mi blusa e intenta bajarla mientras se queja.

Me acomodo y le doy de comer. Eso consigue calmarlo. Me mira con sus grandes ojos oscuros, mientras pone la mano sobre mi pecho.

Le acaricio el cabello, y le sonrío. Él, al igual que Willow, es como una pequeña copia de su padre. No puedo creer todas las alegrías que nos ha traído en tan poco tiempo.

Esta nueva etapa sin duda ha sido bastante especial para Peeta, ya que ha podido vivir todo este proceso conmigo, desde el embarazo hasta el parto. Algo que sin duda le atemorizó bastante, pero, aun así, estuvo conmigo a cada momento, sosteniéndome la mano. Tal como deseaba que sucediera cuando nació Willow.

Mentiría si dijera que no han sido meses difíciles. Desde que llegó Rye, todo nuestro mundo dio un giro vertiginoso. Tuve que dejar mi empleo por un tiempo; con dos niños que cuidar, todo mi tiempo y energía se va en ellos. Pero, pienso regresar pronto. Peeta es quien ha intentado convencerme de que no abandone las bienes raíces, que no abandone por lo que tanto he trabajado durante estos años. Suele decirme que, si de verdad es lo que quiero, encontraremos la manera de adaptarnos.

Adoro pasar tiempo con mis hijos, pero una parte de mí anhela volver a mi vida, trabajar en lo que he descubierto que me desenvuelvo mejor. Sentirme independiente y capaz de superar los desafíos que conlleva ser agente de bienes raíces.

He estado mucho tiempo lejos de la oficina, pero vaya que han habido muchas novedades; Johanna ha comenzado a salir con un hombre que conoció una noche un bar, y por más sorprendente que parezca, parece que las cosas entre ellos van enserio. Desde hace tiempo se han ido a vivir juntos, su relación luce bastante estable. Y por desgracia, Annie y Finnick aún no han podido tener hijos, su futuro no se ve demasiado alentador para poder cumplir su sueño de tener un bebé propio. Pero, por lo que me han contado, ya han comenzado con los trámites para adoptar a un niño que está en busca de un hogar.

No he sabido de Leah en todo este tiempo. Pero seguro ha regresado a Nueva York. Quizá sea mejor así, que sigamos sin hablarnos. Dudo que si quiera se haya planteado la idea de intentar perdonarme.

Nosotros no [Everllark] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora