Esta figura, encerrada en el reflejo de los ojos color turquesa, no podía verse cómo se movía, pero podía notar que lo hacía.
Los ojos parpadearon. En ese pequeño parpadeo esa figura a contraluz pasó de estar de lado a estar mirando a Samuel.
Ese giro le asustó, claro está, y se echó para atrás. Estaba casi en la isla, y al echarse para atrás, por poco se da con una roca de la pequeña pila que estaba en esa isla.
No podía ver su expresión facial, ni siquiera podía ver su cara, pero sabía lo que pensaba de él. Que era pequeño, diminuto.
Con cada parpadeo de esos ojos, la figura se comenzó a acercar. Cada vez más.
Su silueta dejó de caber en esos ojos turquesa, pero no era necesario verlo ya. Samuel ya sabía que, daba igual lo mucho que le mirara, no lo comprendería.
Con suerte, conseguiría olvidarse de esta experiencia, llamarlo nada más que una pesadilla de las cientos que ha tenido durante los años.
La figura empequeñeció un poco, o se alejó de Samuel. Era complicado de saber.
Pronunció dos palabras, que asustaron al Escultor incluso:
"Mike Thornwood."
Entonces, una ola se llevó a esta silueta, cubriéndola por completo.
Se despertó, cubierto en sudor. O agua de mar. Aunque seguía siendo de noche, no podía saber con total seguridad la noche de qué día era. O si era de noche siquiera.
Mike Thornwood era un amigo de la infancia de Samuel, con el que veraneaba todos los agostos. Hasta que cumplieron los 12.
Mike y Samuel estaban viendo quién nadaba más rápido. Samuel solía ser quien ganaba estas carreras, debido a su relativa fuerza comparada a su complexión delgada, que aún conservaba, solo que no tan extrema. Pero Mike, aunque más robusto, tenía una ventaja, y era su competitividad y eficiencia.
Tristemente, en una carrera, la competitividad no servía de mucho. Pero, al menos, gastaba mucha menos energía que Samuel, que salía del agua jadeando, mientras que Mike podía continuar por otras 3 o 4.
Cruzaron la bahía a nado. Samuel se cansó por la mitad. Mike, con ansias de ganar por primera vez a Samuel en una carrera de forma completamente legítima, dijo de llegar al malecón y parar. Samuel aceptó.
Mike, al llegar al malecón, se puso a escalarlo. No era muy alto, pero estaba hecho con rocas bastante difíciles de escalar. El mar estaba muy calmo, pero, debido a una ola débil, Mike se hizo un corte en la mano.
Continuó escalando hasta que se pudo poner de pie y proclamó que era el vencedor, dándole la espalda al mar. Volvió a bajar, esta vez haciéndose daño en el pie.
Samuel, a unos 50 metros de él, se comenzó a reír, mientras buscaba donde se podía poner en pie. Notó arena muy extraña antes, peor incluso que caminar sobre barro, desagradable el simple hecho de tocarla, así que fue a por arena más normal, más cerca de la orilla.
Pero una ola, preocupantemente grande, como nada que se hubiera visto antes, vino. Samuel ya estaba a 100 metros de la orilla cuando esta vino, pero Mike estaba a 120.
Como las carreras que tuvieron antes, Samuel comenzó a nadar lo más rápido posible. Le daba igual no poder volverse a meter en todo el verano del cansancio, si eso significaba que lo iba a poder hacer el siguiente. Cuando la ola rompió, se dio con una de las piedras del malecón, bastante afilada, haciéndose un corte del que aún conservaba la cicatriz.
Mike lo dio todo cuanto pudo. Comenzó a nadar como jamás lo había hecho, desesperado por su vida. Gritó de desesperación mientras veía como la Ola se acercaba más y más, aunque la orilla también lo hacía.
Al llegar Samuel a la orilla, vio como la ola recedía, para dar paso a las mismas olas de antes. Pero lo que le preocupaba más era lo que no veía.
No veía a Mike. Su cuerpo no llegó a ser hallado, y fue la única víctima mortal del mar ese día.
Algunos dirían que por suerte fue él el único, ya que ahí habían cientos de personas bañándose, niños pequeños, ancianos, incluso un perro.
Pero todos salieron con heridas menores, la peor fue la que sufrió una mujer, cuyo brazo se partió en 2 en el impacto contra una roca.
Costó mucho trabajo y dinero hacerle olvidar ese evento. Ya no se acordaba siquiera de que veraneaba allí. Esa cicatriz era de haberse caído en un tobogán en una de sus clases de guardería.
Pero esas palabras hicieron que lo recordara todo otra vez.
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La Ola
Mystery / ThrillerDr. Samuel Wellesley descubre una figura del periodo micénico, sin saber lo que le iba a traer esta.