Capítulo 5

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Todo a mi alrededor es blanco.

Las cortinas, las butacas, las sábanas, las batas, los guantes... todo. Eso es normal cuando estás en un hospital... todo es blanco.

Hoy es viernes y eso significa que me toca quimio.

—Hola Marela, ¿cómo estás? —me pregunta Ashley, la enfermera que siempre me atiende, con emoción.

Yo hago una mueca.

—Igual de mal que siempre —le contesto mientras me limpia mi antebrazo con alcohol.

—¡Ay! No seas tan negativa —dice y agarra la aguja introduciéndola en mi vena. Hago una mueca por la molesta sensación.

—No puedo evitarlo, es la verdad —digo y la miro a los ojos.

Ashley es de las pocas enfermeras que me caen bien. Ella siempre me ha tratado con una delicadeza y dulzura, no como algunas por ahí que piensan que uno no siente dolor.

A veces logra sacarme una sonrisa genuina y en el fondo se lo agradezco, cuando echo de menos a mi yo del pasado Ashley se encarga de hacerme sentir como hace cinco años atrás.

Sana, sin este maldito monstro en mí.

Ella es africana, o tiene ascendencia de ese país. Su pies es muy oscura, su cabello super rizo y oscuro al igual que sus ojos. Ni siquiera puedo diferenciar la pupila de su iris.

Es algo rellenita y sus rasgos son muy delicados y redondeados... en conclusión... es hermosa.

—Bueno, ya sabes, voy a estar por ahí. Grítame si me necesitas, ¿ok?

Yo asiento.

Ella me dedica una hermosa sonrisa antes de salir de la sala y dejarme sola entre desconocidos, pero no por mucho tiempo porque Xio llega a hacerme compañía.

Ya son casi las ocho de la noche y ya me está dando dolor de cabeza y sueño, sé que son los efectos de la quimio, pero nunca voy a acostúmbrame... es horrible.

Estoy en la sala de mi casa, concretamente recostada en el sofá con mi cabeza en los muslos de mi hermano mientras me hace caricias suaves en mi cabeza.

Suelto suspiros de relajación cada cinco segundos, pero haría falta mucho más para que este dolor de cabeza se me quite.

Puedo escuchar a mamá y a papá hablar a lo lejos de algo, pero no logro diferenciar las palabras. Siento los pies fríos y eso que el aire acondicionado no está a la máxima potencia.

—¿Estás bien, Mare? —pregunta Alex.

—Mhm. —Es lo único que puedo decir.

—¿Segura? —pregunta sin dejar de pasar sus manos por mi cabeza.

—Sí, solo algo cansada...

—¿Quieres subir a tu cuarto y dormir?

—Si me llevas en brazos te digo que sí —digo medio en broma y no tan en broma a la vez.

—Como diga la reina.

Estoy tan ida y en mi mundo que casi ni sentí cuando me alzó en brazos y me llevó hasta mi cama. Tampoco sé como pudo encender la luz si sus manos estaban ocupadas.

Me deja en la cama con delicadeza y me cubre con la sábana.

—Descansa —dice dándome un beso en la frente.

Intento sonreír, pero solo me sale una mueca.

—Que sonrisa más fea —dice y suelta una pequeña carcajada.

Yo lo imito.

Luego de unos minutos él sale de mi habitación y yo me quedo mirando el techo como siempre hago cuando me voy a dormir.

Contando las estrellas siento como una lágrima traicionera se me escapa, la limpio y me acomodo de lado... así me quedo dormida.

—Me duele la cabeza, ma —le digo e instantáneamente siento como su mano hace contacto con mi frente.

—Es normal, estas haciendo fuerza cuando vomitas —dice mientras me acaricia suavemente.

—Lo odio —digo cerrando los ojos y recostando mi cabeza contra la pared.

Llevo casi ya una hora encerrada en el baño con mamá. Las náuseas empezaron y no han parado en ningún momento.

Estoy sentada en el suelo, mis nalgas ya ni las siento. Respiro hondo e intento controlar las náuseas, pero se me hace imposible.

Termino encorvada delante del inodoro una vez más... ¿Cuánto tiempo va a durar esto? ¿Cinco años más?

—Es martes —me dice Xio desde mi cama donde está sentada.

La miro y arrugo las cejas.

—Lo sé... ¿Por qué me lo dices?

—¿Se te olvido? —pregunta alzando las cejas.

Busco entre mis recuerdos, pero nada me suena a que hoy, martes, fuera una fecha importante.

—No recuerdo que...

—Se te olvido... lo normal, está bien, no te culpo, pero como quiera vas a venir.

—¿A dónde? —pregunto sentándome en la orilla de la cama.

—A mi cita para hacerme el tatuaje —dice y mueve las manos constantemente a su alrededor.

Ay... cierto.

Hago una mueca al recordarlo y ella al verla me señala con su dedo.

—No, no, no quiero muecas, ni quejas, ni berrinches. Me vas a acompañar porque es algo muy especial para mí y quiero que vayas.

Abro la boca para decir algo, pero Xio se me adelanta.

—Así que, por favor, vístete con ropa cómoda que en diez minutos nos vamos.

Suelto un suspiro de resignación mientras me levanto y camino hasta mi armario.

Lo abro y saco las prendas de vestir más cómodas que hay.

—¿Feliz? — le pregunto ya vestida con las manos sobre mis caderas.

—Buena chica, vamos —dice tomándome por la muñeca.

Perfect, así se llama la tienda de tatuajes donde mi querida mejor amiga me ha traído. Cruzamos la puerta de entrada y lo primero que escucho es la música, bastante alta para mi gusto.

Hay muchas personas. Es normal que este lleno, está tienda es de las más famosas y con mejores críticas de la cuidad.

Detallo todo a mi alrededor y luego de unos segundos, una chica de pelo corto se nos acerca.

—Hola, buenas tardes, ¿es que les puedo ayudar?

—Hola, si... este tengo una cita para hoy, mi nombre es Xiomara Cruz.

La chica busca en la tableta que tiene en las manos y asiente rápidamente.

—Perfecto. Justo ahora uno de los tatuadores se ha desocupado, puedes pasar a la sala cuatro —dice señalando detrás suya—. Bienvenidas y que disfruten —dice y se aleja hacia otros clientes.

—¡Ay, que emociooon! ¡Mi primer tatuaje! Vamos, Mare, no tenemos tiempo que perder. 

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