Capítulo 10

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Marela


—Pues, por lo que veo las quimioterapias están respondiendo bien, Marela —dice el Dr. Hernandez mientras observa algo en su computadora.

Hace unos clics con el ratón y lo mueve de lado a lado antes de seguir hablando.

—No veo nada fuera de lo normal, pero te voy a recetar una mamografía o una sonomamografia, ¿cuál prefieres? —me pregunta alzando sus ojos hacia mí.

Me encojo de hombros.

—Cualquiera, las dos son igual de incomodas.

Una risa corta se le escapa al doctor y comienza a escribir algo en una libreta pequeña.

—También unos análisis de sangre, orina y eses para ver si todo está bien. Y otra cosa, siempre se lo recomiendo a todos mis pacientes —dice extendiéndome el pequeño papel que, para mí, solo tiene garabatos escritos—. Ejercítate, puede ser yoga o cualquier otra cosa, estiramientos también, eso es muy bueno para los músculos; tengo una amiga que se dedica a eso y da talleres cerca de aquí.

Me da una pequeña tarjeta en donde hay un número de teléfono y una foto de una mujer con ropa deportiva.

—Y eso es todo, Marela. Tan rápido como puedas hazte las pruebas y tráeme los resultados.

Asiento lentamente.

—Claro doctor, que tenga un lindo día —digo poniéndome de pie.

—Igualmente —dice haciendo un gento con la cabeza.

Salgo de la oficina y entro a la sala de espera donde mi madre está sentada mirando su teléfono. Cuando me ve levanta la vista y se pone de pie.

—¿Qué te dijo? —pregunta acomodando su bolso sobre su hombro.

—Que las quimios están respondiendo bien, me mandó a hacer una mamografía y análisis de sangre, orina y eses. También me recomendó hacer ejercicio o yoga, que es bueno para los músculos o que se yo —resumo lo que me dijo el doctor.

—Ok, no está mal.

Caminamos hasta el auto y mamá lo enciende cuando entramos. El calor que hay dentro me hace sudar en segundos. Como odio el calor.

Minutos después llegamos a casa y cuando abro la puerta, entro y suelto un suspiro al sentir el aire acondicionado.

Soy de las team frio.



—¿Qué?

—Eso, léelo —dice Xio dándome su celular.

Miro la pantalla y leo el título del artículo.

Se ve a Marela Alfaro entrar a una tienda de tatuajes, ¿se va a tatuar? ¿Se puede tatuar? ¿La tienda será acusada por negligencia al tatuar a una persona con cáncer?

—Pero... ¿Qué coño es esto? —digo señalando la pantalla del celular con la mano—. Ni siquiera me tatué yo.

—Lo sé, pero sabes cómo es la prensa —dice mientras se tumba bocabajo a mi lado.

—Esto le puede traer problemas a la tienda, Xio. Tengo que hacer algo, hay que desmentir eso —digo poniéndome de pie y tirando el celular en mi cama.

—Sí, ¿viste los comentarios?

—No.

—Mira, los leo —dice y veo como pasa su dedo por la pantalla—. Espero que por lo menos les den una multa, se lo merecen. Son unos irresponsables. Gente sin principios ni modales que hacen lo que se les da la gana. A mira, este es bueno. En esa tienda siempre preguntan, yo fui hace años y padecía de cáncer y me preguntaron, dejen de creer todo lo que ven en internet —dice y apaga el celular dejándolo a un lado.

—Por lo menos.

Ella suelta el teléfono y entierra su cara en la almohada. Suelta un pequeño grito que casi ni se escucha.

Niego con la cabeza.

—¿Tienes el numero de la tienda, verdad? —le pregunto.

Asiente sin despegar su cara de la almohada.

—Los voy a llamar.

Me muestra el dedo pulgar y se me escapa un bufido.

Enciendo el teléfono de Xio y le pongo la contraseña. Entro en contactos y busco el de la tienda. No tardo en ver el nombre Perfect en la lista.

Lo marco sin dudar y espero a que contesten. Se tarda tanto que dirijo mi dedo al botón de colgar, pero justo escucho una voz.

—Buenas, hablamos desde Perfect, ¿en qué podemos ayudarle?

Me suena su voz.

—Hola sí. Este... —me bloquero por un segundo—. Soy Marela Alfaro y...

—¿Marela? —pregunta y noto su tono de voz diferente.

—Sí, acabo de ver el artículo de la tienda y... y quise llamarlos para decirles que no se preocupen. Voy a desmerítelo en las redes. La prensa a veces es una maldita —digo pasándome la mano por mi cuello.

Lo único que escucho es silencio. Bueno... y su respiración.

El chico suelta un suspiro antes de hablar.

—Gracias por llamar. Estaba como loco tratando de contactar con usted.

Arrugo las cejas.

—¿Pasó algo? —pregunto preocupada.

—Sí, la policía vino hace unas horas a ponernos una multa por negligencia, pero les dije que todo era mentira. Por supuesto no me creyeron y luego, no pensé, les dije que te iba a llamar para que vinieras y dijeras tu parte de la historia y que si no venias nos podían multar.

—Oh.

—Sí... lo siento, no pensé —dice y se le escapa una risa nerviosa.

—Está bien, no te preocupes... ¿Cuál es tu nombre?

—Yarai.

Sí es, es él.

—No te preocupes, Yarai. Iré, dime que día y ahí estaré.

—Ehmm, me vas a matar —dice.

—No tengo por qué hacerlo —digo con una sonrisa en la cara.

—Sí, yo creo que sí —toma una profunda respiración—. Mañana.

Mierda

—¿Mañana? —pregunto con los ojos super abiertos por la sorpresa.

—Sí, lo siento de verdad. Sé que no debí hacerlo y...

—Iré.

—¿Sí?

—¿A qué hora puedo llegar?

—Pues a eso de las tres está bien, ellos dijeron que volverían a eso de las cuatro y media de la tarde.

—Pues perfecto. Espérame a eso de las tres.

—Gracias, Marela. 

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