Lo quiero todo

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¿En serio echaría a llorar delante de él? 

 
 

Horacio…no, no digas eso- su mano fue liberada, ahora su rostro era el que se hallaba entre las blancas manos del ruso. Tras su cabeza sentía la pared, su pecho el contrario y sus piernas un par más. 

 
 

No sabe en qué momento la distancia disminuyó, pero ahí estaba, a unos pocos centímetros del rostro de Viktor. 

 
 

Sintiéndose tan pequeño al tenerlo tan cerca. 

 
 

Yo…- más sin embargo, aquella valentía que aparento el ruso, al acorralarlo de tal manera, pareció que se había esfumado- yo… 

 
 

Se quedaba trabado cada vez que intentaba hablar. Abrió la boca dispuesta a decir algo, cansado hasta los pies, solo queriendo marcharse y olvidar todo lo ocurrido. 

 
 

Tal vez unos mimos por parte de su madre no vendrían mal para echarse a llorar un rato. 

 
 

De sus labios salió un pequeño “Volkov” transmitiendo con este simple apellido un “para, para” que no fue escuchado, al revés, en repuesta obtuvo un “¡Joder!” 

 
 

Escucha- demandó, apretando el agarre en su rostro. Se fijó en cómo los cachetes antes pálidos eran pintados de un suave barniz rosa- yo… 

 
 

Trago duro. 

 
 

Yo, te quiero ¿vale? - apartó la mirada rápidamente, y se volvió a fundir con la dispar. Aquella mirada ya no lucía insegura, sino que ahora lucía audaz y decidida- quiero estar a tu lado, quiero compartir más momentos agradables contigo, quiero tus abrazos. 

 
 

El tinte rosa subió a un tono rojo, cubriendo también sus orejas. 

 
 

Quiero tus besos, tus labios- la vista se bajó a los labios rojos, aquellos pertenecientes al bonito moreno de cresta pelinegra en hondas- quiero sentirte. 

 
 

“Quiero todo de ti” Esas palabras bastaron para que sus labios se juntasen.  

 
 

Un beso tímido que le sorprendió, pero que a los pocos minutos se hallaba siguiéndolo ¡Era lo que estaba esperando desde hace tiempo! 

 
 

 Ahora o nunca. 

 
 

Sus manos de a poco se pasearon a la espalda del mayor, sintiendo la tela del chaleco, perteneciente al uniforme que él odiaba usar, entre las palmas de sus dedos, deslizando estos mismos por lo largo de su espalda, tanteando el terreno de manera suave y gentil. 

 
 

Sin dejar arrugas a su paso. 

 
 

El beso era suave como el viento que se colaba entre ellos, meciendo sus cabellos. Un baile suave que transmitía tantos sentimientos.  

 
 

Horacio sintió como aquellas manos dejaban de sostener su rostro y, ahora, se encargaban de bajar por sus hombros en una suave caricia. De repente, quebrando el hilo de la velocidad, esas manos bajaron de golpe a su cintura, siendo apresada con fuerza y tirada hacia delante. 

 
 

Pegando aún más ambos cuerpos. 

 
 

Un jadeo salió de sus labios y sus manos se cerraron en puños… dejando, esta vez, arrugas en la ropa del soviético. 

 
 

Y tal como fue el arrebato lo fue la separación repentina. 

 
 

Debemos bajar, nos hemos perdido una clase, y puede que nos estén buscando- Viktor rasco su nuca nerviosa, con su respiración regular. Tratando de no mirarle fijamente a los ojos… para no caer en la tentación nuevamente.  

 
 

Lo observó sorprendido y lo vio salir por la puerta antes cerrada, dejándola abierta. Se encontraba aun procesando lo que había ocurrido… Había besado a Volkov… no, Volkov lo había besado. 

 
 

Eso no importaba… El punto es que se habían besado. 

 
 

Sintió sus labios húmedos, mojados, de fluidos que habían intercambiado. Una sutil sonrisa se dibujó en sus labios. 

 
 

 Una de sus manos, la derecha específicamente, se alzó a las comisuras de sus belfos, quitando de allí un poco de saliva acumulada. 

 
 

— ¡Por cierto! - la cabeza del rubio asomo por la puerta- te… te traje esas galletas que tanto te gustan. 

 
 

Era perfecto. 

ꨄ︎ 𝑺𝒖 𝒗𝒆𝒏𝒆𝒏𝒐 ꨄ︎ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora