CAPÍTULO XVII

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POV ALEC:

Esa tarde, luego de salir de la universidad, decidió dar un paseo por las calles de Londres, a las que era ajeno, a pesar de haber vivido allí desde los 16 años. La razón era que odiaba salir y más aún por un lugar lleno de gente, pero ese día hizo una excepción, por su bien y el de su salud mental.

Caminó con lentitud, sin apuro alguno, y de un momento a otro se sumergió en la bruma de sus pensamientos. Días anteriores había invitado a Adela a su lugar secreto, ese que había sido el primer regalo que le dieron luego de que "ella" lo salvara, su compañero de juegos, secretos y muertes, y también, su cementerio personal.

Olvidó todo lo que pasaba por su mente de un momento a otro en cuanto vió a Diana, la amiga de Adela a lo lejos, y sonrió, con un plan en mente que le parecía grandioso, por lo menos en ese momento. Se le acercó con cuidado, hasta ser visto por la rubia, quien le miró con alegría y llegó con rápidos pasos a su lugar.

-Alec, hola- dijo, una vez a su lado.

- Eres Diana, ¿verdad?

-Si- le sonrió con coquetería.

- Eres muy linda. Te invito a una cita.- dijo imitándola.

Los celos son un sentimiento incontrolable.

-¿Una cita?

El asintió, y ella se sonrojó segundos después de imaginarse en una cita con él, pero luego preguntó, con curiosidad.

-¿Cuando?

-Mañana.

- ¿A donde me llevarás?

Alec se estaba hartando de las preguntas, así que solo se encogió de hombros con desinterés.

-Te digo mañana. Nos vemos aquí mismo a las 9- Le guiñó un ojo y se dió la vuelta, casi huyendo de ella, mientras la chica solo asentía sin ser vista.

Luego de unos minutos, el peliblanco llegó a su apartamento y se tiró en su viejo sofá. Miró fijamente a la pared, detallando la pequeña grieta que en ella se hallaba, para luego quejarse de su acción anterior.

-¿Qué carajos hice?

Cada vez que pensaba en la cita se decía a sí mismo que no la pasaría bien con Diana, después de todo, ni siquiera le caía bien. Pero luego se calmó, desvió la vista al suelo y sonrió, pensando que, quizás, no sería tan malo.

Si lo fué, más o menos.

Al día siguiente fue a buscar a Diana al lugar planeado con toda la calma del mundo, vestido con su típica ropa oscura. Llegó 10 minutos tarde, comprobando que no servía para las citas.

Cuando la vió, detuvo el auto a su lado y le indicó con la mano que subiera y se sentara en el asiento junto a él. Una vez lo hizo, le dedicó una bella sonrisa, que ella devolvió junto a un pequeño saludo.

-Hola, Alec.

El peliblanco la ignoró olimpicamente y puso el auto en marcha, sin siquiera mirarla.

Manejó con rapidez, como le era costumbre, esquivando todos los vehículos que se atravezaban en su camino, y sin ver la expresión asustada de la chica a su lado, que se agarraba con fuerza del asiento acolchonado en el que se encontraba, como si creyese que de un momento a otro fuese a salir volando. Luego de unos 10 minutos de viaje, que a Diana se le hicieron eternos, llegaron a un cine. Anteriormente Alec había buscado en Google a donde llevar a una chica en su primera cita y la opción que le pareció mejor para él fue esa, aunque no disfrutara mucho de las películas. Estacionó el auto en el primer lugar que encontró y ambos bajaron de este. La rubia, a diferencia de él, se encontraba mareada y aturdida por la velocidad del recorrido a la que no estaba acostumbrada, así que cuando el chico comenzó a caminar, hizo su intento de seguirlo sin caerse.

Entraron en el edificio y enseguida Alec se acercó al lugar donde vendían las entradas, que curiosamente, no tenía una larga fila de espera como la que se imaginaba la noche anterior, mientras planeaba las acciones de ese día. En poco tiempo estuvo frente a la recepción y mientras compraba la entrada observó a Diana.

-¿Puedes comprar las palomitas?

Esta asintió y se dirigió al lugar donde vendían la comida, regresando luego con un batido de chocolate y dos envases de palomitas que no le cabían en las manos. Alec tomó uno de ellos y después entró al cuarto de cine donde verían la película elegida, siendo seguido por la muchacha.

Minutos después de que tomaran asiento, la película comenzó, y Diana se dió cuenta de que era una película animada.

-¿Te gustan este tipo de películas? - le miró con curiosidad, ladeando la cabeza.

-Si- Dijo él, sin mirarla. Definitivamente su imagen de emo solitario no concordaba con sus gustos.

Cuando la película no había llegado siquiera a la mitad, todas las luces se apagaron. Los niños que se encontraban en la sala comenzaron a llorar y gritar debido a la repentina oscuridad, mientras sus madres intentaban calmarlos, y Alec sintió como Diana se aferraba a su brazo con fuerza, le temía a la oscuridad.
Cuando las luces volvieron, un hombre, seguramente un trabajador del cine, entró en la sala y habló, intentando calmar a los más pequeños.

- Se les pide disculpas por esto, ha sido un fallo en la electricidad del cine, nada más. - sonrió apenado y se marchó rápidamente.

Seguido de esto, la película volvió a reproducirse desde el momento en que se detuvo y todos volvieron a centrar su atención en ella, olvidando el hecho anterior, todos menos Alec, obviamente, quien debido a su personalidad analítica, creía que esto y sentir días antes que era seguido por alguien, no era una simple coincidencia, sino, algo más, conectado con su trabajo y  acciones pasadas, una venganza.

Cuando la película terminó, llevó a su acompañante a la cafetería donde siempre conversaba con Adela, y comenzó a hablarle, con un solo fin, pedirle que fuese su novia, tristemente, para darle celos a su prima.

- Entonces, ¿estás soltera?- la miró coqueto, haciendo uso de sus habilidades para mentir.

- Yo.., si- batió sus pestañas con encanto.

- ¿Quieres ser mi novia?- Según él, las chicas preferían a los hombres directos.

Ella se sonrojó completamente y dijo algo, inaudible para Alec, quien a través del ventanal que se encontraba tras ella, vió a Adela, quién le devolvió la mirada, él sonrió, y aún mirándola, se inclinó hacia Diana, interrumpiéndola, y la besó, siendo correspondido al instante por la chica enamorada.

La pelinegra los observó a lo lejos, primero confusa, luego dolida y por último, viendo la mirada que Alec mantenía fija en ella, enojada, por su (como ella lo consideraba), malvado gesto. Salió corriendo de allí cuando sus ojos se humedecieron, y Alec solo pudo separarse de Diana mientras se reía internamente, con algo de ¿ternura? por la reciente reacción de Adela.

Tan dulce como la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora