CAPÍTULO XVIII

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POV ADELA:

Los había visto besarse frente a sus ojos, y, por alguna razón su corazón comenzó a dolerle y una presión se situó en su pecho. Los ojos de Alec conectaron con los suyos, torturándola ¿Por qué? No dejaba de mirarla y eso hizo que el dolor aumentara, lo odió en ese momento y lo culpó por sentirse así, tan miserable. Cuando sus ojos empezaron a arder, indicándole que las lágrimas no tardarían en precipitarse por su rostro, huyó, no quería parecer débil, no frente a él, no en frente de la persona que más odiaba en el mundo, el asesino de su hermano.

Mientras corría, una pregunta se situó en su mente, escrita con dolor, duradera y permanente: ¿Por qué se sentía así?

Llegó a casa entre lágrimas, mocos y sollozos, y en cuanto cerró la puerta, se apoyó en esta y dejó caer su cuerpo, deslizándose con brusquedad, hasta caer sentada en el piso y abrazar sus piernas flexionadas. Se limpió el rostro con verguenza, la fuerte Adela, que no lloraba desde hace 4 años, triste por algo que no tenía sentido alguno, que gran evolución, y eso que decían que mientras más crecía uno, más maduraba. Se rió por su propio pensamiento, mientras las lágrimas seguían saliendo de sus ojos, ya no con la misma fuerza que antes. Se levantó, recobrando la fuerza interna, y soltó su bolso en el sofá para dirigirse al baño con calma, sin su común e innecesaria rapidez. Cuando estuvo en este, abrió el grifo para mojarse la cara y se miró en el espejo, tenía el delineador un poco corrido y los ojos rojos, parecía una típica adolescente depresiva, o por lo menos, como las que describen en libros. Se limpió la cara con jabón y luego se puso una crema facial, tratando de eliminar cualquier detalle de su cara que indicara que había estado llorando, al terminar, le sonrió a su reflejo, y se marchó a la sala para ver una película.

Una hora después, su prima llegó emocionada y dando saltitos, literalmente, como si fuese el mejor día de su vida. Le dedicó una mirada alegre y se sentó a su lado en el sofá, para luego agarrar sus manos como si tuviese algo grande que contarle.

- ¡Me pidió que fuese su novia!- gritó, tan alto, que seguro hasta el vecino la escuchó y apretó con fuerza sus manos.

Adela fingió su mejor sonrisa y la abrazó.

-Me alegro por tí.

Se sentía horrible por estar triste por algo que hacía feliz a su amiga, pero, ¿que podía hacer para cambiar lo que su mente le hacía sentir?¿Como podía competir contra ella, que controlaba a su cuerpo?

Esa noche soñó con Alec, él se le acercaba y ella trataba de alejarse, siendo detenida por una pared invisible que la dejó acorralada. Cuando él estuvo frente a ella, observó el objeto afilado que agarraba con firmeza por la parte que cortaba, haciendolo sangrar. Cerró los ojos cuando elevó la mano que tenía libre, los presionó tan fuerte que empezaron a dolerle, y su cerebro se sintió pesado y comprimido. Esperó un golpe, y recibió una caricia, que escondió un mechón de su cabeza tras su oreja. Con gran delicadeza, alzó su rostro, como si temiera romperla en pedazos, y se acercó a su oreja. Sintió su aliento rozando con esta, y luego palabras, muchas palabras, inaudibles, que martillaban su mente y la hacía sufrir, como si miles de agujas fuesen clavadas en su mismísima conciencia. Luego, nada, un viento helado y..

-¡Despierta!

Su mejilla fue golpeada con fuerza y la chica abrió los ojos, encontrándose con el rostro de su prima, mirándola con una liga entre enojo y desesperación.

-¿Qué?- Se sentó en la cama en medio de un bostezo y desordenó su cabello, más de lo que ya estaba.

- Llegamos tarde.

-Mierda- Corrió disparada al closet, luego atravesó el cuarto nuevamente en dirección al baño y se encerró en este. Saliendo minutos después completamente renovada, no parecía la misma persona que cuando acababa de levantarse.

Su prima agarró ambas mochilas y la empujó hasta la puerta del apartamento, en la que se detuvieron, luego de salir y cerrarla, para tomar aire, e impulsarse para empezar a correr en dirección a la escuela.

Se adentraron al edificio a toda velocidad, como si su vida dependiera de ello, los otros estudiantes debían estar acostumbrados a sus épicas llegadas tarde.

Entraron a la clase luego de atravezar los pasillos de la instalación, y se sentaron chocando palmas al ver que solo llegaban 3 minutos tarde. Él profesor, acostumbrado a ello, y sabiendo que eran unas de las mejores de la clase, las miró resignado, suspiró y continuó hablando sin parar de cosas que a nadie en el salón le interesaban.

Luego de varios turnos más, a la llegada del descanso, Diana decidió ir a buscar a su nuevo novio a la que sabía era su aula por puros chismes de chicas de primer año.

La pelinegra solo se recostó a una pared, mirando el suelo del pasillo con aburrimiento. Luego, el cuerpo de un chico se atravezó en su campo de visión, haciendo que ella elevara su cabeza, para ser recibida por la profunda mirada de Alec, que le sonreía. De repente recordó el sueño, sonrojándose, pero olvidándose de ello al recordar el dolor del día anterior, causado por él.

Lo miró enojada, disimulándolo un poco, y habló- Diana se fue a buscarte a tu salón. Ve, debe estar esperándote.

- No es con Diana con quién quiero estar.

- ¿Entonces por qué le pediste qué fuese tu novia?- Adela se sintió ofendida al instante, por como trataba a Diana, como si no tuviese importancia.

- Es una pregunta difícil de responder, pero creo que la respuesta definitiva sería...para darte celos.

- ¿Celos? ¿A mí? - Lo miró con duda, él asintió- ¿Por qué?

- Porque me gustas, desde que tu mirada se cruzó con la mía. Por alguna razón, me recordaste a mis flores favoritas. - Sonrió con dulzura.

Adela solo pudo enojarse, se aproximó a su lugar, y dió la cachetada más fuerte que pudo. La cabeza de Alec se giró hacia un lado por la fuerza del impacto, y su sonrisa se desvaneció, siendo sustituida por una mirada confundida.

- Yo, ¿no te gusto también?

-¡No!

- ¿Entonces por qué me besaste en la fiesta?, ¿por qué aceptaste escapar conmigo de la universidad? ¿Por qué lloraste cuando me viste besando a Diana? ¿Por qué? - Su voz adquirió un ligero tono burlón.

-Yo.. - Quiso decir algo convincente, qué tuviera sentido, pero, no encontró nada, ninguna de sus acciones tuvo justificación, ¿cierto? - No lo sé.

Cuando la conversación iba a continuar, los pasos de alguien acercándose ls hicieron girar la cabeza en esa dirección, Diana venía corriendo mientras sonreía.

-¡Hola! ¿De que hablaban?

Adela sabía disimular, así que sonrió con pillería y le guiñó un ojo - Le estaba comentando de los lugares a los que puede llevarte en su próxima cita.

Diana se rió como una niña pequeña, creyéndole, y se agarró del brazo de su novio, iniciando una conversación en la que Adela prefería mejor, no participar.

Tan dulce como la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora