Regresaste, pero no como esperaba...
El día que llegué a casa y te encontré ahí, esperándome, cumplí con mi promesa. Te invité a pasar. Recuerdo que abriste tus ojos tan grandes, que por un minuto me tenté a reír. Con cautela entraste y tus manos frías, tomaron la taza de té que las mías extendían.
Después de muchos años estabas frente a mí. Habías vuelto, pero no como siempre había querido. La vida se nos había pasado un poco. Tu interior estaba tan perdido, lleno de dudas y con tantos miedos, que aún estando frente a mí, era imposible llegar a tí.
Entonces, mientras me perdía en tus ojos, como tantas veces lo había hecho, entendí que dos que se encuentran no siempre están destinados a ser. Aunque te amase, para nosotros sería imposible encontrar un punto medio... Solo existían los extremos, el tuyo y el mío. Sin caminos que nos pudiesen volver a encontrar, sin vestigios de lo que un día fuimos.