Mi cicatriz

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Seré honesta contigo. El día que te fuiste vi como todo se apagaba. El sol desapareció, y con él, los días perdieron su brillo.

El día que te fuiste vi a las flores marchitarse y al cielo llorar conmigo. Todo a mi alrededor se derrumbó, y con el pasar de los días, me sentía un edificio en ruinas, ese mismo al que todos miran por fuera, pero nadie se atreve a pasar.

El día que decidiste marcharte perdí la noción del tiempo, y me quedé en un punto muerto entre lo que fuimos y lo que habríamos sido.

Podría mentirte, y decirte que nada de esto me afectó, que después de ti salí y le sonreí al mundo, pero no sería cierto. Tu partida dolió como ninguna otra porque te quise tanto que ni sé cómo lo hice. Imaginé tantas cosas contigo, que lo único que me faltó imaginar fue un final, porque, a decir verdad, la idea de estar sin ti jamás se cruzó por mi cabeza. Imaginé que tú y yo envejeceríamos juntos, que seriamos una pareja especial de esas que el mundo llega a envidiar, porque cariño, la forma que tú y yo nos mirábamos era única, pero, hoy, me quedó claro que imaginé más de lo que alguna vez será.

El día que te fuiste algo en mi interior se rompió. Algo que jamás supe que fue, sin embargo, logró cambiarme y ya no soy la misma que aquel entonces.

Entiende que grité en silencio por tu regreso, un regreso que no llegó o al menos no como quise. Dejé que mi corazón sufriera hasta más no poder, porque el hecho que partieras con nuestra historia a cuestas, dejándome,  sola, varada en la orilla de un mar que yo misma construí, con pequeños recuerdos, generó un dolor del que fui capaz de huir.

Y hoy, años después, entendí que jamás podría olvidarte, que iba a quererte toda la vida porque tú me marcaste para siempre... porque de alguna manera siempre serás mi herida sin fin, mi cicatriz más hermosa.

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