Desconocidos

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Al cerrar la puerta, cruzaba las manos sobre su cuello, con fervor pegaba sus labios con los de él y se perdía en ese  enorme cuerpo, sin pena ni pudor alguno.
Ella lo quería, sin embargo,  se conformaba con verlo una o dos veces al mes, aún sabiendo que al terminar el  encuentro, volvían a ser dos desconocidos.

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