Misión 01: El escándalo de la oficina.

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Todos contenían sus respiraciones

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Todos contenían sus respiraciones.

Las miradas parecían balas que atravesaban los corazones con la intención de perforarlos y hacerlos trizas; aquellos corazones que se detenían por milisegundos por temor a cometer una equivocación.

Las pieles se erizaban en el ambiente frío que existía entre los cuerpos. Parecía una burbuja de donde no habría escapatoria.

Un error y causaría el fin de todo.

Los pensamientos volaban y se acababan, se unían y se retorcían entre las almas de los presentes; parecían un cántico de lo bueno y lo malo en ese momento.

Un botón rojo.

Un objetivo.

Solo quince segundos.

Tres.

Dos.

Uno.

—¡El vasco! —exclamó Anya, golpeando el improvisado botón rojo que el maestro colocó en el escritorio— ¡Se cree que el vasco es el idioma más antiguo en Europa!

¡Nooooo! —exclamaron sus compañeros del equipo contrario, tirándose al suelo.

—Eso es correcto —dijo el profesor antes de girarse al pizarrón y marcar otro punto en el equipo de Anya.

Ella celebró junto a Becky, uniendo sus manos y dando brincos de felicidad; con ese, ya iban seis puntos arriba del equipo contrario; el equipo de Damián.

—¡Maestro no es justo! —se quejó Emile— Anya solo gana porque le queda más cerca el botón.

—Eso es mentira —Becky habló, colocando las manos en su cadera— Medimos meticulosamente la distancia de ambos equipos para que no hubiera trampa.

—Además, si no mal recuerdo —habló Anya, con una sonrisa— Yo soy una paticorta, así que... bueno, digamos que quienes tienen la ventaja son ustedes.

Al terminar de decir esa oración, solo pudo desviar su mirada para ver a Damián, quien, a sus ojos, estaba rojo de la furia contenida.

Habían pasado toda la mañana compitiendo por obtener puntos extra en su calificación. Como siempre, el mismo salón había elegido dividir los equipos en dos, en donde Anya y Damián fueran los respectivos capitanes, después de todo, eran los más cercanos a ser los tan aclamados: académicos imperiales.

—Solo quedan ocho minutos para que se termine la clase —avisó el maestro, mirando a sus alumnos— Nos da tiempo para una pregunta más, pero esta vez las reglas van a cambiar.

Todos se fijaron en los movimientos de aquel hombre; había movido los bancos y mesas de forma que quedaran unas sobre otras, creando lo que parecería obstáculos para poder llegar a la meta, el cual sería la puerta del salón.

Read your heart [Damianya, Twiyor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora