capítulo 4

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Eros

Despierto gracias al sonido del timbre, espero que alguien abra la puerta, pero al parecer no hay nadie en casa.

Bajo las escaleras aún medio dormido, abro la puerta y la luz del sol me cega por unos segundos.

Bajo la mirada y ahí, en el suelo hay una caja de color blanco, no tiene remitente ni nada. La tomo con desconfianza y entro a casa.

Respiro fuertemente y abro despacio la misteriosa caja, dentro hay un papel, no alcanzo a ver que está escrito en el, pero sinceramente no me agrada la idea de leer lo que sea que esté escrito ahí.

"Te observo, te tendré en mis manos muy pronto" las manos me tiemblan y mi corazón late más rápido de lo normal luego de leer esa maltida frase.

—Mierda— susurro

Pienso por largos minutos que parecen horas, quién podría ser el enfermo que ah escrito eso.

El sonido del timbre me saca de mis pensamientos, abro rápidamente esperando que sea alguien importante o al menos significativo.

—Hola amor— dice Sarahí mientras entra y me da un beso en la mejilla

—¿Qué haces aquí?— pregunto molesto

—Te vine a ver— dice en tono dulce

—Ya me jodiste mucho, vete de una maldita vez— la tomo del brazo y la acerco a la puerta

—Por Dios, ¿Me dejaras por qué me bese con alguien insignificante?— pregunta con normalidad

—No me importa con quien te besas, con quien te acuestas, no me importas tú. Ahora vete de una maldita vez que me haces estorbo— digo mientras la empujo fuera de mi casa

—No encontrarás a nadie que te ame como yo— dice enojada

—Es que tú no me amas— hablo con una sonrisa triste y le cierro la puerta en la cara.

Y es que lo peor es, que duele que no me ame, duele que se aleje, duele darme cuenta que sólo me "enamoro" cuando me siento solo.


Narrador omnisciente


Liah se encontraba sentada en su habitación mientras pensaba.

Eros se encontraba parado mientras intentaba no pensar.

Ambos sentían un vacío, uno de esos que no llenas ni con la mayor felicidad.

Ambos estaban cayendo en un abismo.

Ella por su parte sólo quería recordar la sonrisa de su madre, él por su parte sólo quería regresar. Las dos cosas eran imposibles, porque las sonrisas se borran y el tiempo no avanza hacia trás.

Crecieron viviendo en mentiras, y ahora no sabían que hacer con la verdad. Estaban esperando un momento, pero no sabían cual. Pero ya estaba escrito que ellos dos pronto se iban a encontrar.

Él sentiría amor de verdad, ella no estaba preparada para dar una muestra de afecto, después de todo, dicen que los demonios no tienen alma.

Un mensaje llegó, ella lo leyó y sonrió.

"Quiero estar muerto" él escribió.

"Te cumplo el deseo con mucho gusto" ella contesto.

Rieron desde su habitación, sin pensar que en el invierno. Estarían en el mismo lugar, diciendo la mismas palabras, antes de verse por última vez.

La lluvia cayó, ya era invierno, ellos aún no se conocían, ¿Cómo pasó? Es que aveces ni yo entiendo los deseos del corazón.

Ambos miraban el techo, escuchaban la lluvia y de pronto había silencio. Todo dejo de existir.

Esos ojos grises, me miraron por un segundo. Era una mirada muerta, pero ella estaba viva.

Esos ojos marrones, me miraban encantados. Pero si los ves muy bien, era una mirada que estaba más viva que el propio dueño.

Comenzó el dolor de cabeza, él pensaba en ella y ella no quería pensar en él.

Quedaron atrapados en la mente, también en el alma, aunque estaban intentado salir corriendo, nadie veía la llave. Sorprendentemente la llave estaba en ellos, pero no la querían usar y hacían caso omiso al ruido de las llaves sonar.

"¿Eros, verdad?" El mensaje llegó como una estrella fugaz

"Sí, y mi pecho es tu futura almohada" contesto con confianza

Ella sonrió, después de todo, el chico de ojos marrones tenía algo que llamaba su atención. Aunque no se imaginaba  que era su similar desgracia y que sus demonios se conocían desde hace muchos años.

"¿Al menos será cómoda?"

Sonrió como un imbécil, estaba feliz, estaba sintiendo algo real.

La puerta se abrió, era su madre, que dijo con una sonrisa triste “Iré a ver a tu padre".

—“Irás a ver restos, papá no es sólo huesos”— dijo Eros mientras se marchaba

La puerta se abrió, era su padre, que dijo con una sonrisa triste “visitaré la tumba de tu madre”.

—“Hubieras puesto ahí sus cuadros, y no su cuerpo. Porque el arte no muere, los huesos se secan y al corazón los gusanos se lo comen”.

Pensé por mucho tiempo que habían hecho mal, hasta que comprendí, que el mal los hizo a ellos.

Pensé por varios días, conté las horas y los observé, ellos realmente no querían vivir, y es que es triste ver a dos seres viviendo mientras intentan morir.

Pensando más allá, la paradoja de la vida es como la muerte, mientras unos la temen, otros la desean y ella se lleva al que quiera.

Suspire, ya me vienen grande las historias de amor, pero estoy aquí por algo ¿Qué será?.

Escuché de repente un  disparo, ahí entendí. En la historia de Eros y Liah, el amor era el más grande enemigo.


Narra Eros


Me acosté pensando en esos ojos grises que me veían desinteresados aquella noche. No dejo de pensar en Liah, su rostro era tan hermoso, si tono de piel era pálido, parecía enferma, pero no físicamente, sino del alma. Dicen que los ojos son las ventanas del alma ¿Liah tendrá un alma vacía?.

Trato de pensar en ella, y me enfoco en esa caja que recibí ¿Quién me la pudo haber mandado?. Nunca me eh metido con alguien peligro, mi vida siempre ah sido demasiado común, demasiado aburrida.

Suspiro y me acomodo para dormír, luego de unos minutos, caigo en los brazos de Morfeo con Liah en mis pensamientos.

Demonios prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora