capítulo 3

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Liah

Manejo a toda velocidad por la oscura carretera, no se que hora es, hace rato perdí la noción del tiempo.

La idea de mamá siendo asesinada a sangre  fría y en frente de Arón no deja de repetirse en mi mente. Freno de repente y observo lo imbécil que me veo a través del retrovisor.

Te mienten y tú lloras— pienso mientras respiro decepcionada.

Maldita sea, ahora tengo más rencor ¿y sabes? Ni siquiera tengo idea de con quien.

Sigo manejando sin algún rumbo, la noche llega y la lluvia también. Este día es el escenario perfecto para una masacre o para el inicio de uno de mis infiernos más temidos.

Empiezo a llorar sin control, empiezo a permitirme ser débil. Porque cada quien puede decir que está bien ser débil, que está bien llorar. pero no yo, porque se supone que hace mucho tiempo había aceptado mi destino.

Arranco el auto de nuevo, manejo kilómetros y kilómetros, pero no los suficientes para alejarme de mis demonios.

Respiro frenéticamente, las manos me sudan ligeramente, siento el corazón palpitar aceleradamente. Recuerdos invaden mi mente, esos malditos recuerdos que hacen que pierda el control. Sí, yo tuve la maldita culpa, pero no lo quería hacer, yo no lo ví, yo no quería matarlo.

Freno y cierro los ojos en un intento de calmarme, estaba funcionando sino fuera porque alguien no para de dar pequeños golpes en el vidrio de mi auto.

Bajo el vidrio despacio, me encuentro con unos ojos marrones, un cabello ligeramente despeinado y una sonrisa triste.

—No suelo hacer esto, pero ¿Me podrías llevar a mi casa, o al menos a un lugar con señal?— pregunta

—¿Y si eres un asesino?— pregunto desconfiada

—No tengo cara de asesino— dice riendo

—Los mejores asesinos no parecen asesinos— digo alzando una ceja

—No soy un asesino, sólo soy un imbécil que soñaba con un amor inocente, un imbécil que entrego todo y no gano absolutamente nada—

—Bien, sólo porque en realidad das lastima te llevaré a un lugar donde haya señal. Sube antes de que me arrepienta— digo molesta.

Sube al auto y sonríe con amabilidad. No digo nada y manejo a toda velocidad hacia la ciudad.

—Gracias— dice mientras me observa con un poco de curiosidad

—En verdad dabas pena ajena— digo sincera

Sonríe y asiente decepcionado.— Mi vida amorosa es una mierda—

—¿Por eso estabas en medio de la nada?— pregunto en un tono no tan agradable

—Termine con una chica, me bajo de su auto y me dejó ahí— dice mientras observa por la ventana

—No me interesa y mira, aquí ya hay señal—

—Sí, gracias ...— no continúa y me ve

—Liah— digo asintiendo

—Gracias, Liah— dice amablemente.

—Ayudar a personas necesitadas es mi trabajo— respondo burlona

Ríe falsamente —por cierto, soy Eros—

—Nadie  pregunto tu nombre—

—De seguro detrás de esa frialdad hay una gran persona— dice sonriendo como idiota

—No, y ya bajate de mi auto— digo molesta

—No me bajo de aquí hasta que me des tu número de celular— dice mientras se cruza de brazos

—Imbécil— susurro

—Dime algo que no sepa, tu número por ejemplo— dice mientras se acerca

—Cuando tu vida amorosa esté bien, te lo doy— digo sonriendo

—Debes de limpiar tu auto más seguido y asegurarte de no tener por ahí una tarjeta con tu número— dice triunfante, mientras levanta un papel que sacó de la guantera.

—Lo tengo aquí porque se lo doy a chicos interesantes, lástima que hoy sólo subí a un imbécil

—Veremos eso, Liah— dice y baja del auto

Respiro y manejo a mi casa, en el camino pienso como cobrar venganza. Pero aunque ya tuviera un plan, me hacen falta aliados y creo ya sé quienes serán. Después de todo, no eh visto a mis amigos y enemigos desde hace mucho tiempo.

Sigo manejando como si mi vida dependiera de ello, aunque técnicamente, si decido no girar en la siguiente curva, caería al abismo y la triste historia de mi vida quedaría como un mal recuerdo para la poca familia que tengo. Pero no, a mí me dan miedo las alturas, y creo que caer al abismo sería un muerte demasiado dolorosa.

Y nuevamente, como en cada situación de desgracia, llega a mi mente aquella noche, esa noche en dónde todo empezó. Fui yo, no mi hermano, tuve que ir a la cárcel, pero afortunadamente o desafortunadamente, mi papá era amigo del policía que llevo ese caso. ¿Y yo? Yo era un niña, una niña que había matado, y en un futuro se volvería rutina.

Porque si a los monstruos no los destruyen desde que nacen, será imposible destruirlos cuando aprendan a cazar.

luego de un largo camino, en el que sólo fui  perdiendome en mis pensamientos e ignorando mis sentimientos, llego a una casa desconocida, es la casa en la que vivo desde hace dos años, pero sólo conozco mi habitación y la cocina.

Bajo del auto y camino hacia la puerta, abro suavemente, intentado no hacer ruido.

—¿En dónde estabas?— habla Arón mientras se acerca a mí

—Fui a buscar al mounstro del lago Ness— respondo sarcástica

—Liah, yo no quería.—dice mientras intenta abrazarme.

Me alejo rápidamente y niego con la cabeza.

—Perdón— susurra

—No fue tu culpa, no hay nada que perdonar — digo con una sonrisa triste

—Les mentí, eso sí fue mi culpa —

—No, aquí los únicos culpables, son los que asesinaron a mamá. Nosotros somos los daños colaterales — digo mientras acaricio su rostro

Arón suspira y sonríe.—No hagas ninguna locura—

Dice serio

—Hermano, si voy a hacer algo no te darás cuenta, no te preocupes— digo.

Le doy un beso en la mejilla y subo a mi habitación.

Suspiro y entro a la ducha, en un intento de calmarme cierro los ojos y dejo que el agua fría que cae llegue a cada rincón de mi cuerpo. Varios minutos son suficientes para aclarar mi mente y fijar mi único objetivo.

Esta oscura noche es el comienzo de una larga tormenta, de una guerra a sangre fría, de la caída de muchos ángeles.

Demonios prohibidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora