Un paseo desagradable

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Acostumbramos a salir a correr a las 5:00 de la tarde todos los días. El jueves transcurrió rápido y decidimos ir a las 6:00, pero a esa hora el sol ya estaba empezando a meterse. Mi hermana insistió en hacer ejercicio de todas maneras. Salimos de casa, cruzamos la calle y llegamos al parque, el cual tenía un extenso lago que abarcaba toda la privada, nosotras siempre parábamos cuando teníamos 5 kilómetros recorridos, en un puente antes de llegar a la plaza. Al parecer no había mucha gente, empezamos trotando despacio, calentando las piernas y estirando los músculos. La luz cada vez iba en descenso, seguimos con nuestra rutina. Llevábamos un buen tramo corriendo, las pocas personas estaban comenzando a irse y por ningún lado se miraban niños. Llegamos a la mitad del sendero, estaba exhausta, pero mi hermana tenía mucha energía y seguía con ganas de seguir corriendo. Le seguí el paso para no quedarme atrás.

Los últimos rayos del sol se estaban metiendo y no se miraba ni un alma en el parque. 4 kilómetros recorridos, mi hermana no pensaba parar hasta que oscureció por completo. "Vámonos". Dimos la vuelta y emprendimos el viaje a casa.

El aire estaba gélido, mis dientes castañeaban, olvidé mi chamarra en casa. Llevábamos un tiempo caminando y se nos hacía eterno. De día el parque se mira deslumbrante, impecable y bello, en la noche parece como si los árboles cobrarán vida propia y observaban todos tus movimientos, sentí un escalofrío. Los aspersores del parque se prendieron, mi hermana y yo quedamos empapadas. Pero aun así continuamos nuestro rumbo.

Faltaba poco para llegar a casa, estaba famélica, solo imaginaba la rica cena esperándome en la cocina. "Un gato montés", dijo mi hermana retrocediendo de donde estaba parado el animal. "¿En serio, les tienes miedo?", asintió, de verdad estaba aterrada se le miraba en su rostro. "Vamos, América falta poco", la animé, pero ella se quedó en su sitio. "Tomemos otro sendero", caminó hacia el lado contrario de la vereda. "Pasaremos corriendo, sin prestarle atención y llegaremos a casa", le propuse y aceptó.

Nos pusimos en marcha, empecé a trotar por delante de ella, faltaba poco y estaríamos en nuestro hogar. Otro gato se cruzó en frente de nosotras, volteé a ver a mi hermana, pero no estaba detrás. Entre en pánico, empecé a buscarla, estaba aterrada. Mis esfuerzos eran en vano y la oscuridad no me permitía ver bien. Escuché un disparó, "América" grité con todas mis fuerzas. La desesperación me consumía, unas pequeñas gotas se derramaban por mis ojos, iba a llorar. De pronto, una sombra salió detrás de un árbol corriendo, era ella, mi hermana. La seguí sin parar, las dos llegamos a casa lo más rápido posible. La detuve, "Estaba tan atribulada, ¿En dónde te habías metido?", mi hermana me abrazó, "Me asusté tanto cuando se oyó el disparo y me fui a esconder atrás de un árbol". La solté y me encontré con sus ojos, "Solo era un cuete, nada por lo que alarmarse. Entra, te haré hot cakes para calmarte el susto", mi hermana abrió la puerta y le seguí.

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Historias cortas vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora